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el Kiosco de Página/12

A PESAR DE HAIDER
Por Jack Fuchs *

t.gif (862 bytes) Es posible pensar que el próximo siglo será diferente. Pero, ¿por qué razonarlo así? ¿Acaso el hombre será distinto? ¿O el recién nacido traerá idéntico instinto y desprecio por el otro?

  Con exacta facilidad el hombre llegó a la luna y, en segundos, destruyó ciudades que demoraron cientos de años en levantarse. Esto sin siquiera hacer referencia a los hombres y mujeres que las habitaban.

  Se dice que el siglo XX fue diferente. Sin embargo, se utilizó cualquier ideología para movilizar e intrigar, torturar y matar. No fueron necesarios 1000 años de adoctrinamiento ni ser anticristiano para matar a cristianos. Lo hicieron ellos mismos.

  No fue obligatorio que los europeos mataran a los africanos. Lo hicieron ellos mismos.

  No tengo estadísticas pero no creo que ningún enemigo externo matara y exterminara a tantos españoles como los españoles mismos.

  Estoy convencido de que ningún adversario de Rusia aniquiló y torturó a tantos ciudadanos de la ex Unión Soviética como ellos mismos.

  Los chilenos mataron a más chilenos y los argentinos a más argentinos. Todo bajo o el rimbombante "salvar a la patria".

  No quiero caer en el facilismo de preguntar qué sentido tenía torturar a una madre embarazada, si apenas nacido su hijo se lo sacaban y terminaban con ella. Me pregunto en qué ideología fue registrado.

  La criminalidad humana contra sus semejantes es antigua y aunque los métodos cambiaron (antes se quemaba, en hogueras, a la vista de todo el pueblo; antes se ahorcaba al acusado; antes se cortaba, públicamente, cabezas), seguimos desconociendo su comportamiento.

  En los encuentros a los que me invitan, para compartir mis vivencias en campos de exterminio y muerte, como testigo de la Segunda Guerra Mundial, hablo a jóvenes y nunca falta una pregunta: ¿Tiene confianza en el hombre? Admito que, cuando respondo afirmativamente, lo hago convencido. Pero, en soledad, tengo mis dudas. A veces intento satisfacerme diciendo que "mi falta de confianza sería traicionar a millones de hombres que lucharon y murieron intentando derrotar al nazismo" ya que el mismo revés es un signo alentador: el hombre aprendió que el que odia y mata se autodestruye.

  Hoy sabemos que tanto el diablo como el santo están persuadidos de sus objetivos. Mientras los extremos se toman el pulso, al resto --aquellos que no somos ni santos ni diablos-- no se nos permite vivir en paz. Cada día me afirmo más en la idea de que el hombre mata por matar y después encuentra la explicación. El idioma deshumaniza y permite que no seamos responsables de las atrocidades sino que podamos esconderlas detrás de los crímenes. Parece que no hubiera personas que matan a personas. No hay hombres sino ideas, naciones.

  En octubre de 1999 estuve en Jerusalén. Me conmovió visualizar el mosaico de sus gentes. Beduinos viviendo como hace siglos, con su estilo y hábitos; árabes vestidos de modo tradicional; judíos ortodoxos con sus largas levitas, jóvenes con llamativos escotes y vestidos provocativos; soldados y soldadas con uniformes; sacerdotes con sotanas y hombres y mujeres cargando pesadas cruces... No pude evitar recordar mi infancia polaca, en mi ciudad natal, donde los judíos parecían salidos de la edad media y las sinagogas se levantaban al lado de las iglesias a pesar de los cientos de años de rencores y odios. En cada ciudad y en cada pueblo había un "loco"; gente joven y vieja; personas sanas y enfermas; diversidad de etnias; gitanos tirando las cartas y adivinando la suerte. Todo formaba parte de un idéntico paisaje que, no pocas veces, parecía exótico. De repente, todo se modificó: los enfermos fueron privados del derecho a la vida, las sinagogas fueron destruidas, los judíos devorados por las llamas, los gitanos corrieron idéntica suerte. Sólo hubo derechos para aquellos que sirvieran al régimen nazi.

  Y las preguntas continúan sin respuesta: ¿Dónde nació esa conducta salvaje? ¿Cuántos se prestaron a ese macabro plan? Estoy convencido de que lo acontecido no fue obra de un demente y la pregunta "cómo fue posible" continúa latente para ser develada por las futuras generaciones.

  Ahora no es el tiempo de defenderse ni recriminarse, sino de aceptar las equivocaciones, e intentar, si es posible, dar nuevamente las cartas. A pesar de Haider.

 

* Vivió en el gueto de Lodz. Es sobreviviente de Auschwitz y Dachau.

 

 

 


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