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RUBEN PATAGONIA PIDE UNA RENOVACION EN EL FOLKLORE
"Todos están cuidando su quintita"

 

El músico acaba de editar "Volver a ser uno", un disco en el que canta canciones en su idioma natal y castellano. Y dice que en Cosquín ya hay una renovación, pero se la ignora.

Patagonia tiene 25 años de carrera, pero sólo dos discos grabados


Por Cristian Vitale
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En 25 años de carrera grabó sólo dos discos: Cutral‑Co, de 1998, y el flamante Volver a ser uno, que cuenta con el aporte de León Gieco. La escasa producción es una prueba más de la barrera cultural que existe entre la pujante city blanca y ese sur aborigen distante, postergado. Ejemplos como el de Rubén Chauque ‑-rebautizado Patagonia-‑ operan como un elemento más para sospechar que en Argentina la dicotomía civilización‑barbarie aún persiste. El es consciente de ello y por eso entre sus objetivos prima el de "divulgar la problemática aborigen en todos los rincones del país". Con temas como "Amutuy" (Vámonos), "Aonikenk" (Gente buena del sur) o "Kolla en la ciudad" -‑de su disco más reciente-‑, se ganó la admiración de músicos del palo nacional y popular como Ricardo Iorio, quien le dedicó un tema en su disco Del Entorno, además de apadrinarlo en sus venidas a Buenos Aires. O León Gieco --que lo eligió, hace tiempo, para compartir escenario en Cosquín--, o Ricardo Mollo, con quien planea grabar próximamente.

  -‑¿Cómo es que lo respetan más los rockeros que los músicos de folklore?

  -‑Lo que pasa es que la gente del rock es de verdad. En cambio, en el folklore todos están cuidando su quintita, si te pueden pisar la cabeza te la pisan. No hay solidaridad. El rock es de verdad, es solidario.

  -‑¿Qué es lo que más le importa del rock?

  -‑Todo lo que aporte a la construcción de una identidad más allá de lo musical. El hecho de sacarles la careta a muchos, de contar la historia que no nos contaron, es una buena tarea que está llevando a cabo la gente ligada al rock. Y la muchachada ya se está enterando de eso. En Cosquín cerramos con 400 metaleros sentados ahí adelante. Lástima que nadie cuenta nada, porque son todos cipayos de Mahárbiz. Los pibes se acercaron a Cosquín como nunca antes lo había hecho, con remeras de Almafuerte, Divididos y todo eso.

  -‑¿Usted piensa que se oculta información premeditadamente?

  -‑Claro, yo no le puedo decir a Mahárbiz que es un hijo de puta, pero sí que unos 400 pibes se lo dijeron a puro cántico. Creo que sirve para generar un cambio en Cosquín, donde está todo orquestado. Me molesta que dos o tres tipos manejen el folklore y hagan lo que quieran. Deberían saber que gran parte de la muchachada no escucha esas pelotudeces que hablan del amorcito, la florcita o encamarse con la minita porque está buena. Hay gente a la que no le va eso, le van otras cosas más pensantes. Cosquín necesita artistas que cumplan con esas expectativas.

  -‑El hecho de grabar este disco en mapuche y castellano, ¿tiene que ver con una actitud pedagógica, con una manera de concientizar "al blanco" sobre los problemas aborígenes?

  -‑La sociedad le dio la espalda al mapuche. Por eso, la idea es revalorizar a ese ser que la civilización considera un salvaje. Olvidan que mantiene vivos conceptos como el respeto a la madre tierra, a los mayores, el no matar y el no mentir, conceptos que el mundo occidental y moderno está perdiendo. Hoy existe una tibieza moral impresionante y por eso yo apelo a la palabra del hombre. Me da bronca que un papel que se lo lleva el viento tenga más importancia que el honor de un hombre.

  -‑¿En qué se diferencia Volver a ser uno de Cutral-Co, su primer disco?

  -‑El primero fue muy testimonial, muy desde las tripas. Este es un poco más tranquilo, tiene mucho que ver el mensaje, transmitir la verdad de una tierra que nos marca a fuego. El viento, el frío, la postergación, el olvido. Y el hecho de que pasan los gobiernos y cada vez estamos peor.

  ‑-¿Qué visión tiene de Buenos Aires?

  ‑-Yo soy más de cielo amplio y mirada al horizonte, cuando llego a Buenos Aires me siento un poco oprimido. Pero también sé que tengo amigos que me están esperando y que me van a hacer sentir bien. Lo más importante es el hombre por el hombre, más allá del ámbito en que viva.

  --Usted apareció en el cine, en La película del rey y la francesa El navegante y los cóndores. Ahora lo llamó Héctor Olivera para Historias circulares. ¿Qué expectativas tiene?

  ‑-No soy actor, pero Olivera me llamó para un protagónico que tiene mucho que ver con mi obra. Trata la historia de un hombre mapuche que le enseña a un muchacho todo lo que concierne a la cosmovisión del hombre de la tierra, en un lugar cercano a Aluminé, Neuquén. Lo importante es que me convocaron para algo en lo cual me reflejo como una persona que anda por la vida aportando su trabajo para la construcción de una identidad, que tenga que ver con las raíces de los pueblos originarios de toda América.

  ‑-Hijo del Río, La nave de los locos o El largo viaje de Nahuel Pan también refirieron la marginación del aborigen...

  -‑Allá en el sur nos devorábamos esas películas. Con nuestras familias nos emocionábamos y pedíamos que ojalá el cine nacional no dejara de lado esa temática. Escarbar nuestras raíces y mostrarle a la muchachada la manera en que se tendría que formar el verdadero ser nacional.

  -‑Pero en Buenos Aires El largo viaje de Nahuel Pan, por ejemplo, no tuvo gran repercusión.

  -‑Es una pena. ¡Cómo no le van a dar importancia a estos hechos que tratan sobre personas que no tienen acceso a la difusión masiva! Habría que darle más bola a lo nuestro. Siempre hay un límite que impide a muchas personas conocer la vida y el sufrimiento de los aborígenes.

 

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