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PANORAMA POLITICO

Una ley que da trabajo

Por Luis Bruschtein

Pocas leyes han dado tanto trabajo como el proyecto de reforma laboral. En ese aspecto tiene razón el Gobierno, que dice que está hecha para eso. Políticos, legisladores, abogados, sindicalistas, ministros y periodistas trabajan en pleno verano, se desvelan en largas negociaciones, trasnochan y soportan fuertes presiones. En este aspecto habría que darles la razón a los críticos del proyecto, que hablan de trabajo precarizado.

  El debate forzó realineamientos en el sindicalismo y el PJ y tiende a prefigurar la futura dinámica interna de la Alianza donde se tensaron posiciones. Y así, Fernando de la Rúa podría debutar al cumplir dos meses de gobierno con un acto obrero en Plaza de Mayo y un paro parcial de actividades. Esta semana el ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, logró que su proyecto fuera aprobado como dictamen de la mayoría en la Comisión de Legislación del Trabajo y se apresta el debate en el recinto, donde la oposición presentará batalla. Los números en Diputados parecerían adelantar la media sanción favorable. Pero en el Senado tiene mayoría el justicialismo y lo más probable es que el proyecto se apruebe con modificaciones.

  Si éste es el camino más previsible, su resultado, después de mucho desgaste, podría no convencer a nadie. Y sentaría, en cambio, un precedente poco prometedor en cuanto a las relaciones del nuevo gobierno con el movimiento social.

  La llegada del proyecto de reforma laboral al Congreso precipitó la elección del camionero Hugo Moyano como secretario general de la CGT. Los sindicalistas más comprometidos con la política social del menemismo no tenían legitimidad para enfrentar este proyecto y así, los "gordos", como les dicen en la jerga sindical (Lezcano, Cavalieri, Pedraza, José Rodríguez, West Ocampo), que sostenían a Rodolfo Daer, tuvieron que dar un paso atrás.

  La convivencia de Moyano con los "gordos" no será fácil, como se evidenció en este proceso de negociación. Mientras que el MTA procuraba introducir cambios en el proyecto antes de su llegada al recinto, los emisarios de los "gordos" acordaron con Flamarique que el proyecto sería aprobado como dictamen de la mayoría "con disidencias". Este mecanismo descolocó a la diputada frepasista Alicia Castro, enrolada en la misma línea que el camionero, que había presentado un proyecto opuesto al oficial. Moyano se sintió "puenteado" por sus aliados y sacó la convocatoria al acto de protesta en Plaza de Mayo, a la que "los gordos", a regañadientes, debieron sumarse.

  Antes de esta definición, los "gordos" habían intentado sacar una posición de conjunto del bloque justicialista. Pero los diputados de origen gremial, Alfredo Atanasof, Gerardo Martínez y Saúl Ubaldini, encargados de esa misión imposible, se toparon con la soledad más absoluta. El PJ posmenemista todavía no tiene claros sus referentes de poder y sus dirigentes lo que menos quieren es estructurarse a partir de la lógica del enfrentamiento entre la CGT y el Gobierno. Fue la demostración más clara de la debilidad a la que llegó el sindicalismo en la filas del PJ. Moyano sabe, por otra parte, que una actitud más protagónica de la CGT puede incidir en ese cuadro de gestación de liderazgos en el seno del PJ, como ocurría antes del menemato. 

  En el Senado hay un solo legislador de origen gremial, el jujeño Alberto Tell, del gremio telefónico, quien ayer trataba de convencer a Moyano para que levantara el acto del 24. En la Cámara alta, donde las lealtades responden con más claridad a los gobernadores, distintos senadores de la oposición ya adelantaron que están dispuestos a discutir el proyecto sin levantar el tono. Varios gobernadores justicialistas, entre ellos el de Santa Fe, Carlos Reutemann, y el de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, dijeron que apoyarán los esfuerzos del Gobierno. Pero allí el PJ tiene mayoría y, por lo tanto, no necesita patalear, porque negocia en un marco de relación de fuerzas favorable. En todo caso, los cambios que planteen los senadores estarán inspirados en sus propios designios y no en las posiciones cegetistas, ya fueran las de los "gordos" o las de Moyano.   

  De hecho, el acto del 24 apunta a incidir más que nada sobre los propios legisladores justicialistas, la mayoría de los cuales se ha negado a considerar los planteos de cualquier sector del sindicalismo, que en estos diez años pasó de "columna vertebral del movimiento" a ser prácticamente excomulgado de los centros de decisión política.

  En realidad, el proyecto de reforma laboral fue mejor recibido por muchos de los legisladores del PJ, entusiastas en su momento de reformas todavía más drásticas, que en el propio seno de la Alianza, donde el debate comenzó a resquebrajar la disciplina. La mayoría de los legisladores de la Alianza, tanto radicales como frepasistas, opusieron tenaz resistencia a los proyectos de reforma laboral impulsados por el menemismo y el arribo del proyecto aliancista produjo, por lo menos, desconcierto.

  La discusión del impuestazo ya había provocado cierto malestar en las filas aliancistas y la reforma laboral transformó ese malestar en disidencia franca, aunque todavía en el plano interno. Cerca de 30 legisladores del bloque oficialista manifestaron cuestionamientos en distintos tonos y sobre distintos aspectos.

  La primera en rebelarse fue Alicia Castro, enrolada en el MTA, que integra la Comisión de Legislación del Trabajo, donde se dio el debate hasta ahora. Los cuatro diputados de origen gremial referenciados en la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), tres de CTERA, Eduardo Macaluse, Jorge Giles y Elsa Quiroz, y Marcela Bordenave, de ATE, también plantearon sus críticas, aunque su incidencia fue menor porque no integran esa comisión.

  A este polo gremial se le sumaron el economista Enrique Martínez, Adriana Puiggrós, Alfredo Villalba, los socialistas Héctor Polino, Alfredo Bravo y Gustavo Galland, los radicales Alfredo Allende y Margarita Stolbizer, probablemente una de las más críticas, y también plantearon objeciones Elisa Carrió y otros legisladores. Algunos de ellos se reunieron el lunes en la central que dirige Víctor de Gennaro para intercambiar ideas. No hay planteos rupturistas ni siquiera como perspectiva, pero la sensación de este grupo es que la Alianza se queda sin discurso social y plantean la realización periódica de estas reuniones para impulsar este perfil en el bloque oficialista. Desde los críticos más duros que rechazan la mayoría de los puntos del proyecto, hasta los que apuntan sus dudas sólo sobre la extensión del período de prueba, coinciden en que el proyecto no es generador de fuentes de trabajo. Algunos defienden el perfil fiscal del proyecto y otros el hecho de que el empleador haga los aportes de jubilación y obra social durante el período de pruebas. Salvo el proyecto de minoría que presentó Alicia Castro en la comisión, los demás no defienden la presencia de la conducción gremial en las discusiones por empresa, pero varios coinciden en que prevalezca el mejor convenio. La discusión abarca toda la gama posible y demuestra el impacto que tuvo en la Alianza la irrupción del proyecto. "El lío es más interno de la Alianza que con el PJ", aseguran.

  Si bien este debate no trascendió las fronteras partidarias, habría forzado una especie de acuerdo en el bloque aliancista para evitar que las disidencias provoquen una sangría muy fuerte. Así, el proyecto se aprobaría primero en general y luego cada quien tendrá libertad para plantear sus críticas en la discusión del articulado y es de prever que, aun así, la votación sea bastante cruzada, mientras en la otra punta de la Avenida de Mayo las más diversas corrientes del sindicalismo expresan su oposición. Si bien muchos dicen que esta ley no creará fuentes de trabajo, nadie podrá negar que su discusión es trabajosa.

 

 

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