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OPINION

La cara desarrollista

Por Raúl Dellatorre

El equipo económico intentó poner en práctica esta semana su costado más desarrollista. "Somos liberales, somos desarrollistas y somos socialistas", había definido ante Página/12 Pablo Gerchunoff. Hasta ahora, atendiendo "lo urgente", ajustando el presupuesto, el Palacio de Hacienda había mostrado su lado (neo)liberal. A partir del lanzamiento del proyecto de ley Pymes, algunos funcionarios se sintieron más cómodos en sus asientos. El mercado por sí solo no asegura el derrame de beneficios hacia afuera del poder económico concentrado. El Gobierno promete echarle una mano al sector para bajarle los costos, facilitarle el acceso al crédito y subsidiar la contratación de trabajadores. La fórmula no es despreciable: el problema es que una amplia franja del sector se encuentra sumergida por las deudas, y a ella la propuesta le resultará insuficiente e inalcanzable.

   En encuentros privados con empresarios, el secretario de la Pequeña y Mediana Empresa, Guillermo Rozenwurcel, admitió que el plan es apropiado para empresas de salud razonable o a instalarse, pero no es un "salvataje" para las que se encuentran en problemas graves. Un ejemplo es que la refinanciación de pasivos --elemento central de supervivencia para muchas-- quedó fuera de la letra del proyecto, el cual le deriva la responsabilidad al Banco Nación. Pero después del esfuerzo anunciado esta semana por la entidad para tirarle una soga al campo, difícilmente le quede resto para ir al rescate de las pymes industriales.

  Las mayores expectativas de la conducción económica están puestas en crear una nueva red de empresas medianas y pequeñas con niveles de eficiencia suficientes como para poder ser proveedoras de grandes empresas y exportadoras de sus propios productos. En el rol dinámico que pueda adoptar esta "nueva clase empresaria" están basadas las mayores esperanzas de encontrarle paliativos, en un plazo mediato, a la desocupación. En este proyecto no caben las pymes actualmente semiquebradas o con la soga de los bancos alrededor del cuello. Que, en rigor, son la mayoría.

  El criterio restringido de apoyo obedece, por un lado, a las limitaciones presupuestarias. El Gobierno afectará no más de 15 millones de pesos de una partida correspondiente al Ministerio de Trabajo para subsidiar nuevos empleos de personas mayores de 45 años o de mujeres jefas de hogar. Para apoyar la contratación masiva de personal en las pymes --mediante la devolución de 100 pesos mensuales por empleado durante un año-- se recurrirá, en cambio, a un crédito del Banco Mundial. También habrá un sacrificio fiscal para subsidiar las tasas de préstamos del Banco Nación para la compra de bienes de capital nacionales (en este caso, compartido con las provincias) y para la devolución automática del IVA a los exportadores.

  Pero, por otro lado, el criterio de las medidas y sus alcances fueron debatidos previamente con entidades dominadas por grandes empresas antes que representativas de las pymes, como la Unión Industrial Argentina y la Cámara Argentina de la Construcción. Estas consultas fueron amoldando la norma para darles cabida prioritariamente a aquellas pymes en condiciones de "engancharse" como proveedores de las empresas líderes.

  El criterio para ser considerada una empresa pyme dejó lugar a otro tipo de controversia. Denominar pyme a una empresa sólo por la cantidad de empleados puede dejar incluidas bajo ese paraguas a firmas subsidiarias de grandes grupos económicos, que difícilmente necesiten de un apoyo oficial a través de subsidios y rebaja de tarifas.  

  Las restricciones del proyecto alcanzaron, incluso, a la convocatoria a las entidades empresarias el miércoles último, en el Banco Nación, para explicar los aspectos de la norma. Totalmente ajeno a la voluntad del secretario del área, de la lista de invitados fue excluida la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme), una de las organizaciones más representativas del sector, alineada con la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Rozenwurcel tuvo que reparar el yerro recibiendo, en audiencia privada, ayer a los directivos de Apyme, ante quienes se disculpó por el accionar de la "mano negra" que los borró del listado.

  Aunque no alcance para revertir la situación heredada, el proyecto para las pymes contempla varias de las reivindicaciones históricas del sector y ordena en parte las inequidades del sistema. Para las que aún tengan algo de oxígeno en los pulmones, la oportunidad le será propicia para equiparse (facilidades para la compra de bienes de capital), pelear en mejores condiciones las licitaciones de compras del Estado (se privilegiarán sus ofertas si la diferencia de precios no excede del 5 por ciento), ampliar su dotación de personal (subsidio de 100 pesos por empleado y por mes) y abaratar el crédito bancario a través de un sistema de garantías apoyado en un fondo público. Pretender una solución más global, como un plan de salvataje a las empresas comprometidas por el nivel de endeudamiento, recomponer el mercado interno alentando el consumo, o medidas para aplacar la concentración de mercados, sería reclamarle a la conducción económica que saque a la luz la cara "socialista" que Gerchunoff asegura que tiene. Pero, según parece, todavía no es la oportunidad. 

 

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