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OPINION

La Unión paidófoba

Por James Neilson

El gran problema de los europeos no es que muchos sean xenófobos, lo cual por desgracia es normal, es que son paidófobos, lo cual no lo es en absoluto. Si los europeos atinaran a hacer el amor con tanta imprevisión como antes hacían la guerra, serían otros los aterrorizados por la "invasión" de extranjeros de facciones exóticas e idiomas incomprensibles. Pero por razones que casi nadie quiere investigar, acaso porque las respuestas obligarían a los ciudadanos del Primer Mundo próspero y autocomplaciente a enfrentarse con algunas verdades desagradables, les gustan aún menos los niños que los inmigrantes extranjeros. Como éstos, los niños son considerados indeseables --ruidosos, ignorantes, desobedientes, adictos a comidas asquerosas-- y, lo que es peor, el costo de criarlos suele correr por cuenta de sus progenitores mismos y no sólo del Estado o de empresas privadas resueltas a explotarlos. Horrorizados por la pérdida de tiempo y esfuerzo que les supondría un par de hijos, los europeos, con los españoles e italianos a la cabeza, han dejado de procrear y aunque no les hace ninguna gracia verse reemplazados por africanos, turcos, hindúes o árabes, imaginan que en última instancia siempre podrán mandarlos de vuelta a su casa, algo que hoy en día no puede hacerse de manera decente cuando se trata de los amados retoños propios.

El auge, que por suerte aún es modesto, de la "ultraderecha" en distintas partes de Europa tiene menos que ver con la nostalgia por los buenos tiempos hitlerianos que con la negativa de un proletariado recién aburguesado a reproducirse. Cuando la esterilidad voluntaria no era sino un síntoma más del egoísmo generacional de los relativamente ricos y bien instruidos, la paidofobia resultaba útil porque servía para impedir que las sociedades se estratificaran, pero gracias al progreso económico fenomenal de las décadas últimas apenas queda un proletariado tradicional de costumbres procreativas distintas de las de la clase media.

  Luego de denunciar con furia a los austríacos por su xenofobia al permitir que amigos de Joerg Haider participen en el gobierno, los dirigentes de los demás países de la Unión Europea colaborarán en la lucha contra el mal construyendo barreras todavía más altas contra la inmigración "extracomunitaria". No quieren que se repita lo del El Ejido en una gran ciudad. Es decir, tomarán medidas que harán ronronear de placer a los "neonazis". Lo que no harán es ponerse a producir más bebés, aunque, a menos que lo hagan a un ritmo frenético, antes de que el siglo llegue al meridiano Italia por sí sola tendrá que elegir entre importar a 25 millones de extranjeros o morir de vejez.

 

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