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La inigualable felicidad del referí Giménez

La intrincada relación entre los protagonistas y las noticias. El sindicalismo menemista y el empresariado menemista juntos en la Rosada. Las gestiones de Flamarique, Nosiglia y de Santibañes.

Fernando de la Rúa en la casa de gobierno frente, entre otros, a Amalita Fortabat y Rodolfo Daer. De Santibañes convocó rápidamente a los empresarios para blanquear la presencia de gremialistas.


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Por Mario Wainfeld

t.gif (862 bytes) Había sido el protagonista central de la jornada futbolística del domingo. Cobró un penal favorable a Boca y desató una polémica fenomenal. El referí Daniel Giménez creía tener razón pero se sentó solo, en su casa, a ver �Fútbol de Primera� con el abatimiento apenas teñido de esperanza de un acusado que espera escuchar la sentencia de un tribunal hostil. Se le hizo interminable la transmisión hasta el momento definitivo. Entonces, las imágenes dijeron que hubo abrazo del racinguista Lux al boquense Arruabarrena. Entonces, supo que tenía razón, vio (él, que había visto la escena en el rectángulo de juego) la verdad (en imagen virtual y editada) al unísono con otros espectadores. Y saltó de emoción, como si hubiera hecho un gol. Porque la tele dijo que tenía razón.
La historia real, que fue narrada por un cronista de La Nación, es casi una fábula acerca de la curiosa relación que existe hoy por hoy entre los protagonistas de las noticias y los medios. Hay, claro, un dato peculiar y no menor: en este caso (uno de los pocos, si no el único) el medio dispone de mejores recursos técnicos que el público, los árbitros o la AFA para medir si hubo o no infracción. Pero saltando ese �detalle� todos saben que Daniel Giménez no es el único que �para saber cómo le fue en la actividad pública de la que es protagonista� espera a ver (no le queda otra) cómo la reflejan los medios.
Estamos, claro, hablando sobre todo de política. Los políticos en general y los gobernantes principalmente son entusiastas y constantes emisores de discursos y de imágenes. Programan hechos con sus consiguientes fotos y fantasean su ubicación en las principales páginas de los diarios. Lanzan frases breves y tajantes, soñando que repiquen como títulos. Esa obsesión no es baladí: al fin y al cabo la comunicación masiva es uno de los pilares de la democracia, esencial para generar visibilidad, consensos. La política contemporánea de masas funciona de tal modo que �a diferencia de los que pregonaba El principito� lo esencial sólo lo es si es visible a los ojos.
En esta semana, el Gobierno produjo antes que nada una escena: la flor y nata del sindicalismo menemista, codo a codo con la flor y nata del empresariado menemista aplaudiendo al presidente Fernando de la Rúa. Una escena aparentemente paradójica porque si algo obsesiona al Presidente, el más obsesionado por su imagen que recuerde la historia nacional, es diferenciarse de Carlos Menem. De ese ex presidente que �desde hace tres años� tiene tan mala imagen.

Los impresentables

El productor ejecutivo de la susodicha foto fue el jefe de la SIDE Fernando de Santibañes que llamó por teléfono a los más conspicuos miembros del empresariado reclamando su presencia a la vera del Presidente, con la patente intención de blanquearlo de su supuesto pecado de haber pactado con sindicalistas impresentables. Ese pecado, hasta irrita tener que gastar espacio en señalarlo, no existe. En una sociedad democrática ser minoritario no debería ser una disminución ni un motivo de discriminación. Y ser impresentable (condición variable y poco precisa) no debería equivaler a la mancha venenosa, sobre todo si ese sambenito pesa sobre quien tiene una representación reconocida por las leyes vigentes.
Como fuera, la foto consagra los esfuerzos del Gobierno que, teniendo a la cúpula cegetista al borde del K.O., optó por tenderle una mano, no necesariamente vacía. Voces de la primera línea del gabinete nacional coinciden en señalar que el Presidente prefirió �un consenso� antes que una victoria avasallante y que, en pos de plasmar esa precisa meta, partieron distintos operadores. El más ostensible y más inmortalizado en fotos fue el ministro de Trabajo. El más remiso a las cámaras fue Enrique Nosiglia. Pero ambos �que por lo demás mantienen excelentes relaciones desde mucho antes de nacida la Alianza y se prodigan la simpatía y losguiños de quienes comparten estilos y códigos� respondieron a un comando único. �Debilitar el paro es fortalecer al gobierno�, explicó Coti a sus interlocutores de primer nivel que no son pocos ni nimios (el Presidente en persona, De Santibañes, Flamarique, Cecilia Felgueras, Aníbal Ibarra y con menos frecuencia y más tirrias Chacho Alvarez). Y cuando su consejo fue atendido puso su relación histórica con Luis Barrionuevo al servicio del deseo presidencial.
Pero Nosiglia también sabe y explica ante calificados oídos que el MTA, por su capacidad de movilización y de �parar el país�, es un interlocutor ineludible de cualquier gobierno, sobre todo de aquel que no quiere olas. Ya ha predicado la necesidad de buscar un acercamiento con los principales heridos por la forma en que se acordó la ley. No le sería difícil llamar a sus principales jefes. Tiene sus números de teléfono en la memoria de su celular. Y también sabe dónde encontrarse con ellos para �tira de asado o pescado a la parrilla de por medio� buscar algún acercamiento. Ya han compartido más de una buena mesa.
Mientras espera el convite, el camionero Hugo Moyano se lame las heridas y repasa las imágenes públicas de su acto del jueves. La herida más dolorosa es que le han birlado su posibilidad de conducir la CGT. Carlos West Ocampo, el más cerebral cuadro de los gordos, ya anticipó que �habrá varios candidatos� para secretario general.
Las imágenes del acto mitigan algo el dolor. Veinte mil personas lo acompañaron a riesgo de derretirse bajo el sol y festejaron sus diatribas contra el Gobierno y la cúpula cegetista. Salvó la ropa revalidando el rótulo y la imagen de combativo que se ganó contra el menemismo. Pero le será arduo ganar más espacio que el que tiene, máxime tomando en cuenta la prudente distancia (antes política que territorial) que mantuvo a su respecto, aun en la instancia del otro día, la CTA. Y está por verse qué puede acordar con el Gobierno, sin deslucir su imagen de luchador.
Federico Storani la observó a través de decenas de monitores munidos por la Policía y los servicios. El ministro del Interior, que supo participar en muchas marchas y movilizaciones, estuvo esta vez del otro lado del mostrador. Y comentó el acto con lenguaje y mirada de militante experto, descifrando la presencia de aparatos, provocadores y espontáneos. Con más buena fe que la mayoría de sus predecesores Storani hizo una razonable estimación de la asistencia a Plaza de Mayo: no dividió por cinco a la concurrencia, su cálculo fue bastante similar al de los medios.
No lució torpe ni incómodo el ex militante devenido funcionario de gobierno. No así los diputados Carlos Raimundi y Luis Brandoni, mosqueteros mediáticos de la reforma. No encontraron argumentos para defenderla desde un ángulo progresista. Seguramente no fue falta de labia sino la imposibilidad de sostener públicamente, de cara a las cámaras, una posición tan endeble.

Misteriosa Capital

Muchos monitores repitieron la imagen de Cecilia Felgueras abriendo una miríada de sobres de la licitación del PAMI. Esa aparición prefigura su futura participación en campaña. La Alianza aspira a ganar en una vuelta y la imagen de la viceministra �que apareció del mejor modo que puede aparecer un funcionario, haciendo obra de gobierno� es una carta útil para esa jugada. En las tiendas de campaña del oficialismo porteño se respira alivio. Aníbal Ibarra sigue midiendo bien, Domingo Cavallo no supera su techo y Gustavo Beliz ha entrado en un tirabuzón de errores y pérdidas crecientes de tropa propia o aliada. El miércoles, los tres candidatos debatieron en un foro convocado por Conciencia. Todos los observadores coincidieron en señalar que Beliz fue el más afiatado expositor a la hora de hablar de temas cotidianos. Pero terminó en una pelea de taberna con su ex socio Cavallo lo que dejó a Ibarra en un lugargratificante: el del número uno que lleva buena ventaja y ve por el espejito retrovisor que el dos y tres se pegan autazos.
Cerca de Ibarra ya piensan en gobernar y hasta en generar un perfil nacional. �Aníbal puede resolver la seguridad de la ciudad con medidas progresistas y ganarle en la cancha la batalla ideológica a Ruckauf�, se entusiasman sus allegados más cercanos y dicen que no piensan en virtuales posicionamientos internos futuros dentro del Frepaso... pero piensan. Claro que no lo dicen porque eso da mala imagen.

Repasando el álbum

Varias fotos propuso el oficialismo esta semana. La de la blitzkrieg contra grandes empresas evasoras que quedó en agua de borrajas. La de la ofensiva contra el cartel del mercado de combustibles que también quedó en aprontes. Eso sí, desnudó una �por ahora cortés� interna entre José Luis Machinea y Nicolás Gallo que ambos niegan pero que la hay la hay y que pareció resolverse a favor del más ortodoxo en materia económica (Machinea), tendencia constante en la actual administración. Imágenes, al fin, de batallas que algún sector del gobierno propone pero que siempre se postergan o se saldan para un mismo lado, que es el del statu quo.
En suma, la cabal foto de esta semana es la que ilustra esta nota. Una foto que seguramente satisfará a De la Rúa que al fin y al cabo es quien la maquinó. Pero que llenó de bronca y estupor a varios diputados de la Alianza que �con mejor memoria que Brandoni y Raimundi� votaron contra la ley.
Y que, por lo que se escucha off the record en los pasillos del Congreso, dejó aún en muchos de los legisladores aliancistas que apoyaron la iniciativa oficial una sensación mucho más agridulce que la que vivió el árbitro Giménez cuando miró el telebín.

 

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