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OPINION
Norma Lew
Por Memoria Activa

El 26 de febrero de 2000 el atentado contra la AMIA se cobró una víctima más: la víctima ochenta y siete. El 18 de julio de 1994, Norma Lew estaba trabajando en la AMIA. Allí cumplía funciones difíciles, muy difíciles. Era directora de Acción Social. Es decir, coordinaba los programas de asistencia frente al avance vertiginoso de la pobreza en nuestro país. Norma tenía el oído preparado para escuchar historias angustiantes y responder con las manos que se dan, producto de su corazón sensible, de su puesta en práctica de las raíces judías que poblaban ese �corazón bien entendido�. Ocurrido el atentado que explotó la AMIA, Norma quedó bajo los escombros y sufrió el deterioro serio de sus pulmones y de una pierna. Por milagro, sobrevivió al atentado. Quien no sobrevivió, sepultado por la masacre, fue su hijo Agustín. Poco tiempo después, como reacción primaria a la tragedia de AMIA, se creó Memoria Activa. Por unanimidad fue primero líder y luego Presidenta, con la mayúscula de su insobornabilidad, de su ética judía, de su valentía impar. Memoria Activa fue sostén inequívoco de su esperanza de justicia; de su necesidad, que retransmitía a cada uno de nosotros, que la justicia comenzara a ser protagonista de esta tierra bendita, infectada por la impunidad, por la corrupción, por el desempleo, por la exclusión y la pobreza de aquellos que no entran en el modelo, por el atentado a la Embajada, ejemplo de todo lo que no se debe hacer y se oculta, por Cabezas, María Soledad, Bonino, el gatillo fácil, la �mejor policía del mundo�, y otras infecciones que conforman la impunidad argentina. Norma Lew hizo un cáncer. Una hipótesis clínica indica esa posibilidad frente a un hecho catastrófico. Para Norma, se llamó Agustín. Desde el atentado a la fecha, el nivel de esperanza se fue degradando por la ausencia de justicia. Su marido Jorge, su hijo Nicolás y Memoria Activa eran sus sostenes más fuertes. Pero en el plano de la justicia, de los resultados, la relación era y sigue siendo absolutamente desigual.
La conexión local fue amparada por el poder del Estado; el poder del Estado fue justificado por el poder comunitario; la justicia se transformó en una parodia, y la causa es un ejemplo de encubrimientos y situaciones fundamentales dejadas de lado por decisión explícita de complicidades varias. Norma sabía todo esto, y todo esto, para un espíritu y un cuerpo construido para el amor y la solidaridad, fue demasiado. La cadena de malditas complicidades ayudó a destruir �difícil determinar en qué medida� a un ser hermoso, indispensable. Quienes esto escriben como simple homenaje toman este ejemplo de vida enorme. Desde la pena, desde la bronca, desde el amor: �Justicia, justicia perseguiremos�.

 

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