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OPINION
Austria, año 2100

Por Claudio Uriarte

Austria, año 2000. Una coalición integrada por neonazis y conservadores forma gobierno en Austria. La Unión Europea (de la que forma parte Austria) busca en sus dispositivos constitucionales algo que le permita castigar a la no tan nueva oveja negra (ya que Austria nunca ocultó sus simpatías nazis), pero, oh sorpresa, descubre que no tiene base legal alguna para hacerlo. El problema es que el nuevo gobierno austríaco no ha hecho más que declaraciones, y muchas de estas declaraciones vinieron de alguien que no era más (en las formas) que el gobernador de una provincia, Carintia, el ascendente político neonazi Joerg Haider y verdadero �hacedor de reyes� para Viena.
La UE, decíamos, descubre que no tiene ninguna base legal para sancionar a Austria. Nada, esto es, salvo que decida expulsarla por unanimidad de sus 14 miembros (salvo Austria). Pero ocurre, por un lado, que Austria es uno de los mayores contribuyentes al presupuesto de la UE (algo que usa astutamente Haider en su intermitente retórica antieuropeísta y, por contigüidad, antiinmigrante). Por otro, qué más quiere Haider que sacar a Austria de la Unión Europea, no sea cosa que, por obra del tratado de libre circulación de Schangen, su precioso país, lleno de niños cantores y simpáticos campesinos tiroleses, se le llene de eslovenos, croatas y otros indeseables aspirantes a la prosperidad austríaca.
Entonces, como no puede �ni le �conviene�� hacer nada, la UE decide -con tanta estridencia como vacuidad� suspender las relaciones bilaterales de los 14 miembros (menos Austria) con Viena. Esto se traduce hasta el momento en dos cosas: 1) que en las reuniones de Consejos de Ministros de la UE los socios europeos de Austria no saludan, ni estrechan la mano ni se pasean ni aparecen juntos en la tradicional �foto de familia� con el representante de Viena (en este caso, la ministra de Exteriores Benita Ferrero-Waldner); y 2) que, si a un representante neonazi le toca hablar (como ocurrió recientemente con la ministra de Acción Social austríaca Elisabeth Sickl), los enviados de Francia y Bélgica (la primera para marcar importancia, la segunda espoleada hacia la izquierda por el temor a sus propios Haiders de la región de Flandes) boicotearán su discurso y darán una conferencia de prensa paralela en la que hablarán contra el racismo y la xenofobia. Pero después se reunirán con el neonazi y los demás para tratar los asuntos de negocios, naturalmente, porque algo que sí establecen los dispositivos constitucionales de la UE es que cada una de sus medidas debe adoptarse por unanimidad de sus 15 Estados miembros. En este esquema, la cola austríaca es la que mueve al perro europeo, y el Guardabosques Mayor (como diría Ernst Jünger), desde Carintia, el que mueve a Austria. Ahí se queda todo, aparte de la cancelación de algunos cocktails y cenas de gala: los austríacos se quedarán sin los fetuccinni al pesto de los italianos; los italianos, sin el ciervo con spaetzle de los austríacos.
Ahora bien, imaginemos una ucronía, un futuro posible. Austria, año 2100. Los neonazis han sido gobierno en Austria por la mayor parte del siglo 21 y no han hecho nada mucho peor que expulsar extranjeros, cerrar las fronteras y trabar cada expansión de la UE, convirtiéndola en una estrella agonizante y al euro en una réplica devaluada del Deutsche Mark. Lo grave es que en Alemania les salió una réplica en la forma de la Unión Cristianosocial de Baviera, y en Italia la Liga del Norte ha logrado separar la Padania del resto del país. Posiblemente, estos países integran ahora una especie de Superaustria, en una especie de Anschluss al revés. Haider, el Padre de la Patria, descansa en paz en su Carintia natal después de haber vivido 110 jóvenes y deportivos años, y es objeto de constantes homenajes y de la sonrisa esperanzada de los niños que aspiran a emularlo. Eventualmente los austríacos, hartos de un siglo de gobiernos neonazis, votan a la oposición socialdemócrata.
Pero en la rancia y tradicionalista UE, pocas cosas han cambiado. Menos que menos, el protocolo. Que establece que: 1) los representantes de los14 no se dejan ver con el austríaco, y 2) que, cuando el austríaco debe inaugurar el Consejo de Ministros, a Francia y Bélgica les toca levantarse y dar una conferencia de prensa paralela contra el racismo y la xenofobia. Es una de esas prácticas que ya nadie recuerda cómo se establecieron. Es más: Austria se siente muy orgullosa de que su sola presencia baste para desbandar las fotos de familia de la UE, y de que Francia y Bélgica se levanten cuando su representante hable; Francia y Bélgica, a su vez, se sienten muy orgullosas de ser las que les toque levantarse cuando Austria habla en la apertura del Consejo. Año 2150...

 

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