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ARTE, TECNOLOGIA Y VANGUARDIA
Los mundos de Nam June Paik

La retrospectiva del padre del videoarte, en el Guggenheim de Nueva York, obliga al espectador a estar en movimiento en una especie de parque de diversiones para gente culta.

Detalle de "Familia de robots", obra de 1986 de Nam June Paik


Por Graciela Taquini * 
Desde Nueva York

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La fría mañana del 10 de febrero de 2000 frente al nevado Central Park, un apretado número de gente de los medios se congrega para asistir a una conferencia de prensa en la entrada del Museo Guggenheim. Trípodes, luces, muchas cámaras digitales y muchos ojos rasgados pugnan por entrar en el edificio en forma de taza de Frank Lloyd Wright, un container modernista para la obra postmoderna de quien es considerado el padre del videoarte: Nam June Paik. La maternidad está adjudicada a la televisión, esa casquivana mezcla de  inglesa, rusa, alemana y japonesa y norteamericana... Paik nació en 1932 y se formó en música contemporánea en Seúl, Japón y Alemania. Activo y vanguardista, residente en Nueva York desde 1964, finalmente aparece vestido de seda natural verde, en su silla de ruedas, postrado por un ataque de presión. "Aquí estoy, todavía hablo y ando". Risas. Desde la lejana Argentina se oye una tímida pregunta. ¿Se considera usted un optimista? "Por fin una pregunta inteligente", acota el responsable de la muestra, John Handhart. Las otras preguntas habían sido ¿cuánto costó la exposición? o ¿cómo se siente?, formuladas por jóvenes reporteros de televisoras del Lejano Oriente; ninguno parece crítico de arte. Pero pueden estar camuflados.

  Al entrar en la muestra --que sigue hasta fines de abril--, pareciera hallarse en un lujoso parque de diversiones para gente culta. Lo que resulta muy coherente dado el espíritu gozoso del artista. La monumental rotonda en penumbras alberga "Modulación en sincro 2000", una instalación multimedia, que combina cien monitores boca arriba, con sonido, rayos láser, espejos, pantallas, proyectores, una profusión de tecnología con un sentido tan escenográfico como espectacular que posee el espíritu feérico de un cuento de hadas, pero en donde todo es difuso y no hay ningún foco de atención.

  Un rayo láser verde en forma de zizag sobre una cascada de hilos de agua trepa los siete pisos, construyendo la obra la "Escalera de Jacob", conduce la mirada del espectador hasta la cúpula. Allí "Dulce y sublime", más láseres  multicolores y caleidoscópicos girando alrededor de la cúpula, contribuyen a la señalización del espacio. El conjunto monumental lleva, como una obra del Barroco, a una especie de apoteósis del visionario Nam June Paik quien, sin embargo, a través del título nos indica la contradicción entre lo dulce-terreno y sublime-divino.

  John Handhart, el curador de la muestra, luce abrumado pero orgulloso. ¿Cómo no estarlo? Si todo funciona como un mecanismo de relojería a pesar de su complejidad. El catálogo, ilustrado profusamente, es uno de los textos esenciales sobre el artista y su contexto y posee un didactismo que no siempre se encuentra en la muestra. El sitio de Internet también es otro logro de la exposición.

  No bien se deja la rotonda, en la galería alta, casi oscura, tres instalaciones de gran escala: un círculo, un triángulo y un cuadrado, "Los tres elementos", desarrollan formas en un juego geométrico y cinético que recuerdan que Paik proviene también de la tendencia del op art y la psicodelia de los 60. Pero en el 2000 necesita de espejos, rayos láser, motores y humo y del generoso aporte de Samsung Electronics.

  Esta muestra obliga a estar en movimiento, permite diversas perspectivas. En la primera rampa sorprende una obra modesta y perdida, la carcaza de un televisor contiene una vela. "Candle TV", de 1975, no sólo es un ready made de filiación surrealista sino también una metáfora zumbona sobre la fragilidad de la tecnología. En la segunda rampa "TV Crown", de 1965, muestra los primitivos trabajos de Nam manipulando con imanes y sintetizadores la señal de la televisión y logrando objetivarla para realizar formas abstractas y usar los monitores como soportes y el rayo catódico como una nueva tela. La presencia del televisor es constante, construye esculturas robots, forma conjuntos de instalaciones, se mezcla con las plantas de un jardín, se introduce en una silla, es una nueva forma para construir arte, a la vez es una exaltación y una burla pop a la cultura de masas, o como dice Paik al transformarlos en partes de la figura humana, existe un intento de humanizar la tecnología.  Según Handhart, "Paik alteró la materialidad y la composición de la televisión y en el proceso definió una nueva forma de expresión creativa".

  Paik junto con otros artistas contemporáneos inventó formatos: videoarte, videoinstalaciones, video performances, videoesculturas, inventó herramientas, concibió nuevos soportes, resignificó los medios masivos. Acompañó y contribuyó al movimiento neo dadá, al pop, al op, al arte de la acción, el arte conceptual, al minimalismo, a los estrechos intercambios del arte y la tecnología, hasta decoró vidrieras. Creó formas de comunicarse con el público a mediados de los 60 que hoy están vigentes en el arte de los jóvenes del 2000. Quizá por eso la franja de público interesada en su obra resulta mucho más joven que la de los visitantes a las excelentes muestras de estos días en el MoMa o el Museo Withney.

  A medida que se sube aparecen instalaciones que proponen ambigüedades entre  lo real y lo mediático, el espacio y el tiempo, la naturaleza y la cultura.   Las imágenes en las pantallas recuperan la figuración trabajando sobre la imaginería de las figuras y rostros de los compañeros de ruta de Paik. Estos artistas revolucionarios en la década del 60 prolongaron los gestos disolventes de las vanguardias de los años 20, el dadá y el surrealismo y contribuyeron a dinamitar los cimientos de la cultura establecida por la modernidad, allá en el Renacimiento. Son el músico John Cage, el polifacético Joseph Beuys, el bailarín y coreógrafo Merce Cunningham, entre otros.

  Finalmente en una sala no muy grande, la exposición propone una revisión documental a través de testimonios, fotografías, proyecciones en video,  cintas de audio restauradas ad hoc y memorabilia de la obra no objetual de Paik y sus amigos, sobre todo happenings y performances, así como sobre su vinculación con el Grupo Fluxus, dirigido por el legendario George Maciunas. 

Tal vez no resulte demasiado destacado el capítulo dedicado a Charlotte Moorman, la cellista revolucionaria, creadora de los míticos New York Avant- Garde Festivals, musa y fiel partenaire. ¿Qué hubiera pensado ella de esta muestra? Lo cierto es que los gestos de las décadas del 60 y 70 contra la cultura establecida han quedado ahogados por el museo show, por la catarata de sponsors, fundaciones, empresas, investigadores, curadores, restauradores, técnicos, prensa y marketing y sobre todo por la cantidad de dinero que esta muestra exhibe fatal e impúdicamente. Es el 2000 y un Paik se cotiza alto en el mercado.

  Pero... ¿cuál fue la respuesta del artista a aquella pregunta "inteligente" del comienzo? Nam June Paik, muy serio, contestó: "Puedo definirme como un optimista ingenuo". Verdad: consecuencia. (El 14 de marzo a las 22, el programa "Play rec" emitirá por ATC un especial de Nam June Paik.)

 * Coordinadora de Artes Electrónicas de la Dirección General de Museos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

 

Berni y Castagnino

En el edificio de Avellaneda donde funcionó el cine San Martín y, más tarde, las apuestas del presente se transformaron en el "Bingo 21", un experto de la Academia de Bellas Artes, el profesor Héctor Schenone, estudia unos murales que parecen haber sido pintados por Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino hace medio siglo. Asimismo, las apuestas de estos tiempos también hicieron que los murales se encuentren en mal estado de conservación, con desprendimientos y retoques efectuados a lo largo de los años. El mural llamó la atención de los propietarios de la casa de juego cuando decidieron poner manos a la obra en la ampliación del espacio disponible para el azar. Una vez redescubierta la obra, las autoridades nacionales y del municipio de Avellaneda consiguieron detener los trabajos de ampliación y abocarse al expertizaje y la preservación de los murales. Todavía no hay total certeza sobre si la autoría corresponde a Berni y a Castagnino y si bien algunos datos tienden a confirman a Berni (ciertas cuestiones técnicas y estilísticas, alguna foto periodística de la época, el testimonio de la hija de Berni, Lili), otros confirmarían la participación de Castagnino y algunos arrojan dudas (figuras tal vez agregadas posteriormente). Si se confirma el valor artístico y los autores de los murales, la idea de la Secretaría de Cultura de la Nación y de las autoridades municipales es declararlos monumentos históricos, restaurarlos y abrir ese hall, integrándolos al espacio público como parte del patrimonio cultural y paseo turístico.

 

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