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el Kiosco de Página/12

Espejos
Por Juan Gelman

  Alfred Hitchcock suele ser calificado de genio del suspenso. La definición debiera ser más breve: genio a secas. Este hijo de londinenses, estudiante de un colegio jesuita y de ingeniería en la universidad, llegó a influir a colegas que asomaron mucho después en la pantalla grande .Truffaut, Chabrol, Lindsay, Bogdanovich� y se internaron en géneros distintos. Hitchcock no necesitó recorrerlos: hacer esa sola clase de películas con tal maestría es más que suficiente para un artista que siempre supo �hasta dónde se puede llegar�.
No es fácil mezclar el suspenso y la extravagancia, el asesinato y el humor, introducir en la narración digresiones cargadas de observación social, intriga política y estudio psicológico. Y mucho menos lograr que esas digresiones no desvíen la trama y, en cambio, le agreguen espesor. La clave de su habilidad para acumular una inverosimilitud tras otras hasta conseguir que lo increíble parezca lógico tal vez se encuentra en lo que dijo sobre los relatos de misterio y horror de Edgar Allan Poe: �(Son) historias perfectamente increíbles narradas con lógica tan alucinante que se tiene la impresión de que lo mismo puede ocurrirle a uno al día siguiente�. Es el mérito -.entre otros� de �Casa tomada�, de Cortázar.
Brechtiano quizás sin saberlo, consideró que filmar era �juntar las cosas visualmente, contar el asunto visualmente, encarnar la acción en la yuxtaposición de imágenes que tienen su lenguaje propio y su impacto emocional: eso es el cine�. Es decir, ni aun los diálogos, ni los cortes de escena, ni los efectos sonoros a los que era tan afecto, ni las demás técnicas destinadas a acentuar el suspenso debían sustituir lo principal: el relato que ante todo y sobre todo es para el ojo. Supo decir alguna vez que trabajaba de tal modo que �si por una casualidad el sonido fallara, no se molestarían los espectadores porque seguirían absortos en la acción de las imágenes�. Sin duda, una exageración. Pero quién sabe.
¿Fue Hitchcock un teórico del cine? En 1927, el novato director de 28 años se anticipaba en varias décadas a los cineastas que acuñaron el concepto de �cine de autor�. �Para que las películas sean realmente artísticas -.declaró entonces� una sola persona debería crearlas de cabo a rabo�. Intentó hacerlo escribiendo también los guiones de sus primeras obras, pero no era un Ingmar Bergman en la materia. Sus películas, no obstante, son de autor en muchos sentidos: cambiaba guiones, agregaba diálogos y ejercía sus opiniones -.sólidas� en todos los aspectos de la hechura del film. Los conocía y había practicado, con excepción del manejo de la cámara. En cualquier caso, aplicó su teoría del cine más en lo concreto que en lo abstracto.
Fue ante todo un artista, con una fama equiparable a la de cualquier estrella de Hollywood. Escribió, por ejemplo, que una película �tal vez está más cerca de la música y el ballet que de cualquier otra cosa�. Pensaba que la ambientación de un film -.natural o artificial� no debía ser meramente un marco de la acción, sino formar parte totalmente del relato cinematográfico. No fue un mercenario de la industria. Era consciente de que las películas tenían que tener éxito y buenas recaudaciones, pero ningún director de cine comercial dijo lo que él dijo: �La voluntad de (perseguir) la atracción universal ha sido la fuerza más retardataria de la cinematografía como arte�. Entendía, igual que Chéjov, que �el subentendido es algo que no tiene precio�.
Se caracterizó por el desdén que dedicó a los actores (�el requisito principal para ser un buen actor de cine es la capacidad de no hacer nada bien�), a las actrices (�no es que las odie exactamente... nada me causa más placer que aporrear los modales de dama de las coristas�) y hasta al público (�¿acaso hay espectadores de cine inteligentes?�). Tampoco hizo felices a sus guionistas. Evan Hunter -.más conocido como el Ed McBain delas novelas policiales�, autor del guión de ese espléndido film que se llama Los pájaros, no se cansa en Me and Hitch de criticar a Hitchcock por su �maltrato y sadismo�. En realidad, se trataría de otro caso en que el inglés metió mano en el guión. Las escenas más impactantes de la película, como el montaje de aleteos de ave que la cierra poco tienen que ver con los textos conocidos de Ed McBain.
Hitchcock negaba que sus films tuvieran intenciones sociales y aun filosóficas, como ciertos críticos afirmaron. Sólo deseaba entretener, repetía, y no mostrar una realidad �que la gente puede ver cuando quiera en las calles de los cines sin pagar entrada�. Pero al convertir la inverosimilitud en lógica, ¿no estaría levantando un espejo frente a una realidad en que la miseria, la injusticia, la opresión, el racismo y los genocidios han cruzado fronteras inverosímiles y construido la lógica de la costumbre? En la introducción a Hablemos con el diablo -.una de sus selecciones de cuentos de misterio� explayó una idea para resolver el problema de la pobreza en EE.UU. que Jonathan Swift, su irónico compatriota de tres siglos atrás, hubiera aprobado: �La solución, creo yo -.escribe Hitchcock� no consiste en redistribuir la riqueza, tomando del rico para dar al pobre. El rico se molestaría mucho y hemos de intentar por lo menos ser amables. La respuesta está en redistribuir a los pobres, sacándolos de sus barracones y colocándolos con los ricos... No veo ninguna dificultad en convencer a los ricos de que acepten en casa a los menos afortunados, porque, tal como establece mi programa, cada pobre adoptado por la familia rica será deducible de impuestos... Predigo que cuando eso ocurra, la demanda de pobres producirá una grave escasez. Habrá que importarlos. No obstante, creo que el suministro mundial es lo suficientemente cuantioso como para mantener el funcionamiento del programa durante muchos años.� El director de cine que �no quería mostrar la realidad� tenía los ojos bien abiertos para verla. Como en Los pájaros, donde nunca explica el origen de la invasión alada, Hitchcock se fue sin explicarse.


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