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EICHMANN DESCLASIFICADAS EN ISRAEL
El Holocausto, contado por su dueño

 

The Guardian
de Gran Bretaña

Por Suzanne Goldenberg
 Desde Jerusalén
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"Narraré el genocidio de los judíos, tal como ocurrió, y describiré qué pensé sobre esto, tanto ayer como hoy. Pues no sólo vi con mis propios ojos los campos de la muerte, esos campos de batalla donde la vida misma muere. Lo que vi fue mucho peor. Vi cómo, por obra de unas pocas palabras, a través de una única orden abrupta de un solo individuo a quien el régimen había dado el poder, se creaban los campos de exterminio. Vi lo pavoroso de la maquinaria de la muerte, precisa como el mecanismo de un reloj. Y vi a los que mantenían la maquinaria, los que le hacían funcionar. Los vi cuando le daban cuerda al mecanismo. Y vi cómo corría la manecilla de los segundos; corriendo como vidas hacia la muerte. La mayor y más monumental danza de la muerte de todos los tiempos. Esto es lo que vi."

  El pasaje, en tinta azul y con mano firme, fue escrito por Adolf Eichmann el 6 de septiembre de 1961, mientras el oficial nazi que planeó la destrucción de los judíos de Europa esperaba la sentencia de un tribunal israelí por crímenes contra la humanidad. Ocho meses más tarde, Eichmann fue ahorcado y sus cenizas desparramadas por el Mediterráneo. Sus memorias --que él pensaba que iban a ser la base de un libro que se llamaría Dioses falsos-- estaban en una caja de seguridad en los Archivos Nacionales de Israel. Y ahí estaban, no precisamente olvidados, hasta que el otro día entregaron un limitado número de copias del manuscrito en un disco de computación. A pesar de los temores de exhibir un relato del Holocausto nazi redactado por uno de los principales asesinos, el Ministerio de Justicia israelí sintió que debía intervenir en un juicio por calumnias que se lleva a cabo ahora en Londres. Los abogados de la académica norteamericana Deborah Lipstadt y la editorial Penguin Books habían pedido los documentos para su defensa en una causa iniciada por el escritor David Irving.

  Las memorias son una narración vaga y a menudo repetitiva de la vida de Eichmann y de la maquinaria nazi asesina. Llenas de sinuosidades filosóficas y de referencias a la patria, el deber y el servicio, ocupan unas 1300 páginas. Aunque Eichmann no vacila en usar la palabra alemana para genocidio --Völkermord--, nunca admite su propia culpa o muestra alguna señal de remordimiento personal. En cambio, se retrata como un hombre atrapado por poderes más allá de su control.

  Escrito en cursiva, en una anticuada caligrafía y en un anotador tamaño A4 apenas amarilleado con el tiempo, el manuscrito está dividido en capítulos e incluye notas al pie. Cada página contiene la firma de Eichmann en el margen izquierdo, con la "n" final de su apellido de su apellido desaparecida. También contiene el último deseo y testamento de Eichmann con instrucciones sobre cómo disponer de sus restos mortales. Eichmann quería que lo cremaran en Linz, sobre el Danubio y que sus cenizas se dividieran en siete pilas, una para poner en la tumba de sus padres en Linz, una para ser enterrada en su jardín en la Argentina y las demás para cada uno de sus hijos y su mujer. Añade: "La muerte no es peor que el nacimiento, y mil veces mil vidas esperan después de la nuestra". Cita el pasaje el 15 de agosto de 1961, y anota que es el 30º aniversario de su compromiso con su mujer Vera.

  No es claro cómo las memorias servirán a la defensa en el juicio por calumnias iniciado por Irving. En un libro publicado en 1993, la profesora Deborah Lipstadt, de la Universidad de Emory --la académica que ha sido demandada--, lo llama "partisano nazi" por negar la sistemática matanza de los judíos de Europa; Irving insiste en que él no niega el Holocausto. Los especialistas israelíes dicen que las memorias añaden poco a la enorme evidencia acumulada durante el juicio de Eichmann en Jerusalén, que consta de unas 3 mil páginas. "Expone nuevamente todas las cosas que Eichmann dijo en el juicio, incluyendo la declaración de que la aniquilación de los judíos es el peor crimen que registra la historia", dice el profesor Yehuda Bauer, director de investigaciones en el Museo de la Memoria del Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén. Sin embargo, Evytar Friesel, jefe de archivos estatales de Israel, dice que el manuscrito es valioso por la visión que da de la psicología de Eichmann.

  A lo largo de las memorias --que comienzan con el nacimiento de Eichmann en Solingen, Alemania, en 1906--, hay referencias a su vida familiar. Describe su niñez y los años de juventud, viajes a las montañas, salones de cerveza y flores para sus novias. El idilio se interrumpió cuando el "Falso dios" del Nacional Socialismo lo llamó en 1931. Eichmann estaba fascinado por los símbolos de la patria y la promesa de una renovación. Mucho después, en las memorias describe en detalle el sistema de guetos, trenes para ganado y campos de exterminio que él mismo había diseñado para la matanza de los judíos.

  "En enero de 1942, Mueller me dio ordenes para dirigirme a Posen y darle un informe sobre el asesinato de los judíos. Antes de eso, había leído algunos memos secretos que circulaban sobre el asesinato de judíos en el este. Pero no era real para mí, no podía imaginarlo. Lo que llegué a ver era el horror personificado, nada como el último otoño en Lubin. Vi a hombres y mujeres judíos desnudos entrando a un ómnibus sin ventanas. Se cerraron las puertas y los motores se encendieron. Los gases del tubo de escape no salían afuera, iban hacia adentro. Un doctor con delantal blanco señaló un visor escondido en la ventana del conductor y me dijo que mirara por ahí, pero no pude. Todo parecía irreal. De todos modos, no podía detener la matanza. Era físicamente imposible."

  Y, en un prefacio agregado a sus memorias, admite que la ideología nazi era responsable "del mayor crimen cometido en la historia de la humanidad". Pero, a través del diario, los detalles de la personalidad de Eichmann se imponen constantemente. Habla de casas de café y de la dificultad de caminar por pisos muy encerados con botas pesadas. Describe su irritación con el trabajo de oficina, con haber sido asignado inicialmente al cuerpo equivocado de las SS y la extraña ceremonia en la que fue presentado a la unidad de élite nazi. Durante el juramento, describe que vio a un esqueleto humano en un ataúd. "Raro, pensé, muy raro todo, pero quizás este cadáver estaba antes en un museo."

  Para los estudiosos, el valor del manuscrito reside en estos detalles, junto con las posteriores descripciones de Eichmann del horror que había creado. "Es un ser humano, sin duda, no es un monstruo", dice Friesel. "Es un hombre, que vive y habla como un ser humano que está empezando a reconocer que él es parte de un terrible crimen, pero dice: '¿Que podía hacer?'." En ese punto crucial, todos los eruditos que han visto las memorias están de acuerdo: obran como una apología permanente. Eichmann se describe repetidamente a sí mismo como un caballo en un equipo conducido por un cochero implacable. "En lo que se refiere a su propio rol, mintió sin asco", dice Bauer. Fueron quizás los esfuerzos de Eichmann para minimizar su culpa personal en la aniquilación de los judíos lo que impulsó a David Ben Gurion, premier israelí en el momento del juicio, a ordenar que las memorias desaparecieran en una caja de seguridad en los archivos del Estado. Por otra parte, Ben Gurion quiso que el juicio de Eichmann fuera bien público, y fue el primer juicio televisado de la historia.

  De manera que el manuscrito estuvo en los archivos del Estado, guardado en sobres de papel manila y dentro de cajas medianas de cartón. Las autoridades israelíes recordaron la existencia de las memorias el pasado agosto cuando Dieter Eichmann, uno de sus cuatro hijos, se presentó ante el fiscal general y pidió el manuscrito. Después de mucha deliberación, el Ministerio de Justicia israelí decidió entregárselo. De no haber sido por la urgencia en el caso Lipstadt, el proceso hubiera tomado meses. El copyright de las memorias es de los sobrevivientes de Eichmann.

  Uno de los aspectos más llamativos de las memorias --excluyendo la mendacidad y la negación de su propia culpa-- es la pura y simple vanidad del autor. En su prefacio, Eichmann se preocupa por sus habilidades como escritor y teme que su explicación de los horrores que orquestó pueda ser "vacía y superficial", y que su estilo fuera más propicio para el humor y las historias ligeras. Estipula que le gustaría que su versión de los horrores nazis estuvieran encuadernados en gris paloma, o gris perla, con una tipografía simple para los títulos en la tapa, y dicta las inscripciones que deben hacerse en los ejemplares para entregar a sus cuatro hijos: "Esta es la forma en que sucedió". No quiere que la obra se publique bajo un seudónimo y, aunque debe haber sabido que podía ser colgado por sus crímenes, pide que se le consulte en caso que los futuros editores se aparten de sus dos títulos sugeridos: Falsos dioses, o una máxima griega que significa Conócete a ti mismo. También propuso una cita de Platón, sobre la alegoría de la caverna, y la ilusión de las cosas presentes. 

  Por encima de todo, Eichmann parece escribir con el sentido de estar cumpliendo una misión. En el prefacio, escribe: "Yo estaba inspirado por miles de ideales y como muchos otros me deslicé dentro de algo de lo que no podía salir. Hoy tomé distancia de los hechos. Mucho de lo que era válido entonces, no es válido ahora. Los 'valores filosóficos' previos los descarté como basura obsoleta y los tiré por la borda uno a uno a lo largo de los años. Porque vi el infierno, la muerte y el demonio, me siento en la obligación y tengo el deseo de contar aquí y dar cuenta de aquello que aconteció".

Traducción: Celita Doyhambéhère  

El misterioso Sr. K

  Adolf Eichmann es especialmente conocido en la Argentina. Vivió nada menos que diez años en el país, bajo una identidad falsa. En la confusión tras el derrumbe del Tercer Reich en 1945, había logrado salir de un campo de prisioneros norteamericano haciéndose llamar "Eckmann" y se perdió de vista. Años más tarde, fascistas italianos le consiguieron un pasaporte de la Cruz Roja Internacional, donde su nombre era "Ricardo Klement". Fue con este nombre que en junio de 1949 arribó a Buenos Aires. Después de viajar y residir por un tiempo en Tucumán, Eichmann se asentó finalmente en Bancalari en la provincia de Buenos Aires, trabajando como mecánico en una fábrica de Mercedes Benz. A fines de la década del 50 la Mossad israelí recibió información sobre el paradero de Eichmann, pero inicialmente se rehusó a creer que uno de los más altos jerarcas nazis pudiera vivir de manera tan pobre. Pero en 1960 se convencieron y enviaron un comando que lo detuvo el 11 de mayo. Fue sacado del país secretamente, a bordo del avión que había transportado a la comitiva israelí para las celebraciones del sesquicentenario del 25 de Mayo de 1810. Argentina inició, inútilmente, una serie de protestas diplomáticas. Durante el juicio iniciado en 1961 por crímenes contra la humanidad ofreció su completa cooperación a los investigadores israelíes e impresionó a quienes lo visitaron por su falta de emoción y su carácter apacible. Fue encontrado culpable y condenado a morir en la horca, la única vez hasta ahora que Israel ha impuesto la pena capital. Luego de su ejecución en 1962, su cuerpo fue cremado y sus cenizas fueron esparcidas por el Mediterráneo.

 

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