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�MARTIN�, UN atipico DOCUMENTAL SOBRE EL HOLOCAUSTO
El hombre que vivía en Dachau

Dirigido por Ra�anan Alexandrowicz, el film retrata a un sobreviviente del campo, que desde hace 50 años lo visita todos los días.

Martin Zaidenstadt interrumpe a los turistas con un incómodo relato.
El documental, estrenado en el Festival de Berlín, se verá aquí en mayo.


Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) Pasaron ya más de cincuenta años del fin de la Segunda Guerra Mundial, pero el Holocausto, en el que murieron seis millones de ciudadanos europeos de origen judío, no deja de ser noticia, casi todos los días. Puede ser alguna nueva declaración de Joerg Haider, el líder del Partido de la Libertad austríaco, intentando camuflar �apenas un poco, para calmar los ánimos de los países vecinos� su ideología nazi. O la revelación pública de las 1200 páginas del diario personal de Adolf Eichmann, el ejecutor de la siniestra �solución final� instrumentada por el régimen de Adolf Hitler, páginas que �créase o no� son ahora evidencia necesaria para probar que el Holocausto existió en toda su magnitud. O puede ser simplemente un film, titulado Martin, que a fines del año pasado ganó el premio al mejor documental en el Festival de Jerusalén y que ahora acaba de tener su estreno mundial en el reciente Festival Internacional de Berlín, una muestra particularmente sensible al cine preocupado por no dejar que el tiempo borre las huellas del nazismo.
¿Es posible que un hombre, durante el último medio siglo, haya decidido ir todos y cada uno de sus días al que fuera el campo de concentración de Dachau, donde estuvo prisionero? Ese es el caso de Martin Zaidenstadt, un judío alemán de 87 años, protagonista excluyente de este film-encuesta dirigido por el cineasta israelí Ra�anan Alexandrowicz, un trabajo que indaga un tema hasta ahora inédito: la brecha entre conmemoración institucional y memoria personal, la diferencia entre verdad histórica y experiencia emotiva íntima.
Según contó en Berlín el propio Alexandrowicz (30 años, egresado de la Escuela de Cine Sam Spiegel, de Tel Aviv), dio con la historia de Martin �como suele suceder en estos casos� por absoluta casualidad. En 1996, mientras participaba en un festival de escuelas de cine en Munich, resolvió dedicar una tarde a visitar con dos amigos el memorial que actualmente preserva lo que fue el campo de concentración de Dachau, ubicado apenas a una hora de tren de la ciudad. Después de unos pocos minutos en el lugar, se dio cuenta de que allí no había nada que lo conectara genuinamente con la experiencia del Holocausto, que todo en el lugar parecía frío, distante, lejano. Hasta que fue interceptado por Martin. Allí, Alexandrowicz se encontró con un hombre un tanto brusco, casi agresivo, que se cruzaba en el camino de los �turistas� y los obligaba a abjurar de esa condición, forzándolos a escuchar su testimonio como sobreviviente del campo.
Alexandrowicz no tardó en volver a Dachau �esta vez con una cámara de video digital� para saber quién era realmente Martin y cuál era la historia de ese hombre a quien las autoridades del memorial no podían impedirle la entrada, pero a quien toleraban con evidente molestia y recelo. Lo que va encontrando paulatinamente el film �y el espectador al mismo tiempo que el realizador, ya que Alexandrowicz eligió un registro crudo, sin investigación previa� es un personaje insólito, desconcertante, incluso ambiguo. Ese eterno habitante de Dachau tiene la virtud evidente de poner en crisis la noción del campo como mero museo. Es más: señala a sus visitantes aquellos lugares que han sido deliberadamente alterados, como el inmenso árbol que servía de paredón de fusilamiento y que fue extirpado, quizás para evitar la evidencia de las balas en su tronco. También cuestiona la información que ofrecen las actuales autoridades del lugar, que afirman que en Dachau (a diferencia de Auschwitz y Birkenau) las cámaras de gas nunca llegaron a funcionar, algo que Martin desmiente.
Pero sucede que Martin, al menos en un comienzo, no dice toda la verdad. Se presenta primero como un ex soldado polaco, y que como tal fue considerado prisionero de guerra y se salvó en Dachau de una muerte segura. A medida que avanza el film, sin embargo, el propio Martin confiesa que en verdad es judío, que toda su familia murió en el Holocausto y que si sobrevivió fue gracias a que ocultó celosamente su origen. La película tampoco disimula el disgusto del propio realizador cuando descubre que Martin, después de ofrecer su testimonio a algunos visitantes (particularmente estadounidenses), les pide dinero, convirtiendo así sus recuerdos en mercancías. Pero lo que va logrando la película �que se verá en Buenos Aires a comienzos de mayo, en un ciclo dedicado al Holocausto organizado por la Embajada de Israel� es justamente dar cuenta de toda esta complejidad, en la que va apareciendo el poliédrico retrato de un hombre, con todas sus contradicciones. Para Alexandrowicz, lo que importa de Martin no es tanto lo que puede aportar a la verdad histórica como lo que refleja de la experiencia de un hombre marcado de por vida por la tragedia de la guerra. Un hombre que no puede separarse del lugar en el que pensó que iba a morir y al cual vuelve diariamente, desde hace cincuenta años, como si se hubiera impuesto esa penitencia por el solo hecho de haber sobrevivido.

 

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