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EUROPA TRAS EL TRIUNFO CENTRODERECHISTA ESPAÑOL
Entre los gozos y las sombras

Después de derrotar a una alianza rosa-roja, José María Aznar se convirtió en el modelo para los partidos "populares" europeos.

José María Aznar y su esposa Ana Botella (izq.), felices mientras que sólo había caras largas en Izquierda Unida (arriba).


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El domingo el Partido Popular (PP) obtuvo una victoria avasalladora en las elecciones generales españolas y ganó así la mayoría absoluta en el Parlamento. Para los partidos conservadores europeos, la aplastante derrota que eso significó para el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) les devolvió la esperanza de que algún día caerá la "Tercera vía" y podrán reconquistar los 12 países de la Unión Europea actualmente bajo gobiernos socialdemócratas. En ese sentido, el jefe de Gobierno español José María Aznar podría reemplazar al desprestigiado Helmut Kohl como figura consular de la derecha europea. Ayer, su vencido contrincante Joaquín Almunia celebró una conferencia de prensa en la sede del PSOE, donde analizó el resultado para los socialistas. "El PSOE no estaba en condiciones de igualdad con el PP", concluyó.

  El socialismo español interpretó la derrota como una sentencia de muerte para su plana mayor. El domingo, su secretario general Joaquín Almunia había anunciado su renuncia. El sucesor será nombrado en una cumbre partidaria en julio. Almunia pronunció ayer su último discurso como secretario general del partido. No minimizó la magnitud del fracaso. Con 9.425.678 votos en 1996, esta vez el PSOE atrajo 7.829.210. Es cierto que también la participación electoral bajó drásticamente de un 78, 1 por ciento a un 69, 9. "Nuestro programa no encontró suficiente sintonía con el pueblo español", estimó Almunia. Agregó que "era patente" que el electorado socialista no había percibido un verdadero recambio desde la conducción de Felipe González, su cuestionado predecesor. Según él, una serie de motivos tácticos explicaban el fracaso, como un sesgo antisocialista en los medios: "El PSOE no estaba en condiciones de igualdad con el PP". No mencionó si la alianza con Izquierda Unida (IU), mayoritariamente neocomunista, fue finalmente negativa. IU perdió más de la mitad de su base electoral. Ayer aseguró que sus diputados apoyarían al PSOE en el Parlamento.

  Los conservadores europeos no disimularon su alegría por el fracaso electoral de la alianza rosa-roja, inspirada por la que dio la victoria a Lionel Jospin en Francia. Todo lo contrario. "Ese notable resultado me provoca, como puedes imaginar, una inmensa satisfacción. Sé que es gracias a ti", manifestó a Aznar el presidente francés Jacques Chirac en un telegrama. La secretaria del partido neogaullista de Chirac, Michèle Alliot‑Marie, envió otro telegrama al nuevo héroe conservador donde exaltaba "su magnífica victoria contra una coalición plural de izquierda, que muestra la vía del éxito para la oposición francesa". El "éxito" sería derrocar al exitoso gobierno de Jospin. Desde Alemania, Karl Lamers, encargado de asuntos exteriores de la Democracia Cristiana (CDU), estimó que las elecciones españoles, "en una Europa gobernada mayoritariamente por socialdemócratas, muestra que los partidos conservadores pueden ganar". 

  En España, la alegría entre las filas populares oscureció un desarrollo inquietante para el ultraespañolista Aznar: el fortalecimiento de los partidos regionalistas. La única y gran excepción fue el catalán Convergencia i Unió (CiU), que deploró la victoria que dio la mayoría a los populares y le quitaba margen de maniobra. Las otras agrupaciones regionalistas aumentaron su caudal de votos a expensas de PSOE y IU. Todas, excepto el peor villano del PP, el Partido Nacional Vasco (PNV), que ganó votos por la llamada de "abstención" de ETA a sus propios seguidores. Más allá de sus causas, el crecimiento político del regionalismo es lo único que podría aguarle la fiesta a Aznar.


FEDERICO STORANI, SOBRE LA DERROTA CENTROIZQUIERDISTA
"Nada que ver con la Alianza"

Por Raúl Kollmann
 Desde Madrid
Federico Storani, ministro del Interior argentino, está en Madrid, invitado por su colega español como observador del proceso electoral. En el diálogo con Página/12 habló de la derrota del centroizquierda --con el que el radicalismo y el propio Storani tienen estrechas relaciones--, los cambios en el sistema electoral y una propuesta de ayuda española en materia de seguridad. En estos dos últimos temas mantuvo reuniones con el gobierno de Aznar y también con los especialistas del PSOE.

  --¿Usted cree que la catastrófica derrota del centroizquierda prenuncia algo que pueda ocurrir en el resto del mundo? ¿Esto que pasó aquí tiene relación con la Alianza en la Argentina?

  --No, de ninguna manera. La Alianza que se hizo en la Argentina fue una unión estratégica, que se hizo con dos años de anticipación y que ya en el '97 tuvo un triunfo importante. Aquí hubo una especie de matrimonio de conveniencia, que encima no se llevaba del todo bien. De todas maneras, lo más importante es que el resultado que se vio aquí tiene que ver con la performance económica de una España que está en alza. Si las cosas están así ¿para qué cambiar?, razonó el electorado. No había razón para cambiar al gobierno de Aznar. Tampoco la ciudadanía veía que el PSOE iba a traer un gran cambio, salvo a nivel educativo o cultural.

  --Parece que la juventud le dio la espalda al centroizquierda, ¿podría ocurrir en la Argentina?

  --Es cierto que hay una especie de fiebre de individualismo. Una parte de la juventud está muy concentrada en su bienestar y parece importante eso más que cualquier otra cosa. En la Argentina, sin embargo, las diferencias entre pobres y ricos son tan impresionantes que los jóvenes se dan cuenta de inmediato, lo viven y son empujados, en muchos casos por el desempleo, a la marginalidad. Esa es la diferencia: allá no es que se goza del bienestar, sino que tenemos que luchar fuertemente contra las desigualdades. Tiene que ser una de nuestras prioridades.

  --¿Usted está trabajando en otras cosas en esta visita?

  --Sí. Mantuvimos reuniones con el gobierno para tratar cuestiones de seguridad.

  --¿Es cierto que cambiarían las armas de la policía, por ejemplo?

  --No, no tenemos presupuesto para eso. Lo que estamos conversando es básicamente un respaldo en materia de asesoramiento y estrategias de seguridad, pero sobre todo nos interesan algunos sistemas de comunicaciones. Anoche conversé con el ministro del Interior de España sobre este tema.

  --También hay diálogo sobre los sistemas electorales.

  --Bueno, estamos viendo todo lo que se hizo aquí. Como se anunció en Buenos Aires, tenemos la idea de ir modernizando nuestro sistema, por ejemplo con la iniciativa de hacer internas abiertas en todos los partidos, para que el sistema de partidos sea más democrático. Todo lo vamos a poner en marcha después de las elecciones en la Capital Federal. Ahora no queremos enrarecer el clima. Vamos a mantener una gran iniciativa en todos los terrenos. Por ejemplo, insistiremos en que se iguale lo que ganan los legisladores de todo el país, insistiremos en que se termine con la Ley de Lemas donde la haya y vamos a proponer un sistema de auditorías sobre la actividad estatal.

 

Dicen que son aburridos

  La derrota sin precedentes el domingo del socialismo español suscitó un torrente de complejos análisis para explicar el fenómeno. Para el diputado radical Marcelo Stubrin, la clave del asunto es, sin embargo, simple: "Joaquín Almunia (el candidato socialista) demostró no tener carisma". Salomónico, el presidente Fernando de la Rúa tuvo ayer encomios para ambos contendientes de las elecciones. El ganador, José María Aznar, recibió una felicitación telefónica por su aplastante victoria. Almunia fue alabado por haber dimitido como líder partidario: "Un ejemplo de renunciamiento". Para Antonio Cafiero, "la victoria del PP revela la crisis del socialismo español y el creciente predominio electoral de la política centrista".

 

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