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Por Andrés Glass Un año después de su lanzamiento, defraudan a quienes los buscan: su presencia es escasa o nula. La señal Fox relega a “Futurama” a una fría media hora de domingo (a las 20 horas). Ayer comenzó en Fox una nueva temporada de 22 capítulos, por fin, frescos (ver recuadro). Sin repeticiones o cortes imprevistos, van por la revancha. Deben revertir una performance muy pobre y hacer conocida a la serie. Suena complicado. MTV, por el momento, barrió a “Daria” de su pantalla. En ese contexto, sorprende la decisión de Telefé, que a partir de abril, emitirá “Futurama", en el competitivo horario de las 23. Sin embargo, existió un día D para “Futurama” en febrero del ‘99: Matt Groening lanzaba su nueva estrella en la Argentina. Sólo cuatro semanas después del estreno corrió el alerta entre los seguidores: se empezaban a repetir envíos. Pasaron unos meses, y muchos capítulos anunciados de “Futurama” eran reemplazados por “Los Simpsons”. No hubo eco. En el extremo del desbalance, Bart, Homero y familia hoy ocupan en el cable nueve horas diarias de programación: dos capítulos por día, sumados a especiales de sábado y domingo. La media hora de “Futurama” no compite. “Los Simpsons siguen funcionando porque son básicamente divertidos”, se excusa Groening. ¿Su nueva creación tiene iguales méritos? En “Futurama” no hay héroes ni antihéroes: sólo hay testigos. Por momentos, Fry –el repartidor de pizza que despertó en el 2999, tras ser criocongelado– parece ser sólo un ojo que sirve para mostrar una ciudad, Nueva Nueva York, hipercibernética. La serie pinta, con eficacia, ese espacio del futuro. Un mundo de “perdedores condenados” –como definió el guionista–. Pero, mientras Groening se esmera en el escenario, Fry no tiene entidad. Es difícil recordar los nombres en “Futurama”: hay un repartidor de pizza, una mutante de un solo ojo, un robot. Pero, ¿cómo se llaman? “No es una historia de ficción; es la realidad”, dijo Groening, y se olvidó de sus personajes. Sin ellos, no hay identificación posible. Y lo que es peor: no hay fanáticos (ver recuadro). Una buena descripción de lugares no parece suficiente para enfrentar el fantasma de la historia animada mejor contada. El caso de “Daria” es más arbitrario: ella sí logró convertirse en una heroína modelo nerd de college americano, grandes anteojos y mirada oscura. “Hay tanto para odiar, no sé por dónde empezar”, dice, y –a los 16– se planta en ese campus de rubias frívolas como la más ácida y odiada del lugar. Tiene una amiga, Jane, tan irónica como ella y, juntas, sólo sonríen si es para humillar a alguna aspirante a modelo de segunda línea. Sin embargo, “Daria” es por estos días sólo recuerdo. “Los guionistas (Glenn Eichler y Susie Lewis Lynn) son muy inconstantes. No tienen el mismo sistema de producción que ‘Beavis and Butthead’”, señalan en la MTV local. Argumentos oficiales: MTV es un canal de música, y los dibujos son sólo un valor agregado, no un ciclo central. Los emiten cuando pueden, como aderezo. Así, “Daria” sólo estuvo en pantalla por menos de un año. Y la mitad de ese tiempo en capítulos repetidos. No hay fecha definida para su regreso. Lo cierto es que al nuevo perfil de MTV, bien provisto de Ricky Martin y Backstreet Boys a toda hora, no parece encajarle el humor ácido de “Daria”. El medio tono, la mirada gris, el ritmo desganado de la serie no van bien con la euforia latina del nuevo canal (transformado “a pedido del público”). “Apesta” es la frase preferida de Daria: no encuentra su lugar en esa escuela de caras bonitas. Sobrevive junto a una hermana –Quinn– con ínfulas de estrella juvenil. Cría a un ratón y detesta a los niños. Se la extraña.
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