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Por R. C. Entre las dos personalidades fuertes de su baterista y su cantante se debate el grupo mexicano.
Por supuesto que las chicas –amplia mayoría entre las siete mil
personas que colmaron el Luna Park el jueves por la noche– privilegian
los largos rulos y las poses seductoras de Fher por sobre la andanada de
golpes de Alex. El cantante les ofrece lo que están buscando: canciones
de amor en formato pop. Algunas tienen la impronta de Soda Stereo versión
87 (“Un lobo por tu amor”, “Oye mi amor”); otras suenan más
baladísticas (“Vivir sin aire”, “Rayando el sol”) o salseras (“Se
me olvidó otra vez”, “Perdido en un barco”).Para que la gente de las primeras filas se levantara, la banda recurrió a varios truquitos: fuegos de artificio, globos, serpentinas, papelitos y las camisetas de River y Boca. Los mexicanos –que con su último disco, Unplugged, vendieron en la Argentina lo mismo que Gustavo Cerati y Fito Páez ¡juntos!– se preocuparon por demostrar en todo momento lo progre que son. Hay quienes aquí los critican por practicar la corrección política a rajatabla, pero, ya se sabe, los que vituperan este tipo de actitudes suelen hacer por los demás mucho menos que los propios objetos de sus ataques. Eso sí, tal vez Fher debería haberse informado un poco más antes dedicar “Desapariciones” (un gran tema de Rubén Blades) a “los que desaparecieron durante la guerra militar que hubo en la Argentina. La gafe pareció demostrar, por si hiciera falta, que a veces con las buenas intenciones, no alcanza.Maná está lleno de ellas.
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