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Por Inés Tenewicki A fines del año pasado, Pesce sacó su primer CD, Tango para chicos. Asegura que el problema del lenguaje no la complicó para componer, porque “en estas canciones me manejo con mis palabras, y me preocupé mucho por reflexionar acerca de los términos del lunfardo, para determinar cuáles podía decodificar un chico. ‘Araca’ es uno de los términos más lunfardos que hay, y lo incluí en ‘Araca, la abuela’”. Uno de los criterios que siguió la autora, que no se considera una tanguera, pero sí “bien porteña”, fue tomar temas actuales sin dejar de respetar la esencia del tango. Está convencida de que “en mis letras hay desconsuelo, nostalgia, picardía, esperanza, melancolía”, todos ingredientes infaltables en cualquier tango que se precie, aunque tópicos clásicos como el café de la esquina o el potrero estén reemplazados por el maxikiosco o el shopping. Pesce admite que el tango tiene una historia densa, vinculada al delito y a los prostíbulos, y por eso comprende que en ambientes tangueros se diga que “el tango no es cosa de pibes”. Pero está segura de que el género debe renovarse para los chicos. “El tango es realidad, y en las canciones trato de hablar de la realidad cotidiana del chico”. Como un bautismo dentro del ámbito tanguero, Pesce cantará sus tangos, milongas, valses y canciones durante el plenario de la Academia Nacional del Tango el 17 de abril en el Tortoni. Ese día se presentará el libro El tango y los chicos, un apuntamiento (relación amorosa, en lunfardo), para encarar este género en la escuela, realizado por docentes que trabajaron la integración de tango con literatura, teatro, música, expresión corporal y danza. El libro presenta las canciones de Graciela, que se enorgullece porque está prologado por Horacio Salas y apadrinado por Horacio Ferrer. Pesce es también tallerista de la Fundación Música Esperanza y recorre las escuelas con la historia del tango, para acercar no sólo su música, sino también una información que habitualmente no llega allí. “Cuando el docente se propone abordar el tango, suele quedarse en la danza, entonces los chicos aprenden a bailar, pero si se quedan en eso es muy limitativo”, opina Graciela. Cuando se contacta por primera vez con los chicos, a esta tanguera a veces se le complica el panorama. “Muchos de ellos, al principio, se quejan del aburrimiento que el tango les produce, o de que no entienden las letras”. Por eso, tiene que acceder al interés de los pibes a través de distintas estrategias, como buscar el nexo entre la historia pasada y la actualidad. Ella destaca que les da mucha importancia a las palabras y a los conceptos que encierran las letras. “Rescato las posibilidades de expresarse literariamente con los chicos, que no se sientan forzados. Y por medio de una charla buscamos el punto de encuentro entre lo que ocurría con sus bisabuelos y lo que ocurre hoy. Vale la pena meterse en el mundo de los chicos a través del tango, porque es un género que tiene que ver con la vida vivida y por vivir”.
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