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OPINION

La xenofobiano es nada

Por Julio Nudler 

Qué es más peligroso para los países pobres: la recrudecida xenofobia (tipo Haider) de los países ricos, o su práctica de una pragmática �xenofilia� selectiva? Esta cuestión, aparentemente rebuscada, apunta a la actual disputa por los recursos humanos que demanda la llamada �nueva economía� de la información. Tanto en Estados Unidos como en Europa Occidental estalló un conflicto entre las políticas antiinmigratorias vigentes y la escasez de trabajadores altamente calificados (en términos de los sectores de tecnologías más avanzadas). Gradualmente, la puja va resolviéndose en favor de una atracción selectiva (y temporaria) de cerebros disponibles en países que los producen pero no los emplean en medida suficiente: India, Rusia, varios más y, entre ellos, la Argentina. Esta nueva ola de importación humana no sólo se abre paso en Estados Unidos, una sociedad que bordea el pleno empleo, sino también en potencias como Alemania, donde la desocupación ronda el 10 por ciento. Los argumentos opuestos a la apertura inmigratoria parten de los sindicatos y de la derecha, y son los imaginables. Más interesantes son las razones que esgrimen los aperturistas. Para ellos, esos talentos extranjeros serán aprovechados para acelerar la innovación y el diseño de nuevos productos, con lo que generarán mayor crecimiento económico y puestos de trabajo (en los países centrales) para muchos obreros más. De tal suerte, quienes debieran poner el grito en el cielo son los países que están perdiendo esa materia gris y, por ende, se verán condenados al retroceso económico y a una desocupación laboral sin remedio. No parece: es una alusión a la Argentina.El apetito por los llamados �trabajadores del conocimiento� es tal que hay compañías dispuestas a mudarse tras ellos si es preciso. Así, Canadá, con normas mucho más flexibles que Estados Unidos para el ingreso de esa sesuda mano de obra, busca atraer de ese modo la radicación de empresas norteamericanas. En el caso de Europa, la idea es recurrir provisoriamente a la importación de pensantes para cubrir el bache de cerebros propios, dándole tiempo al sistema educativo para adaptar su formación a las nuevas necesidades de la economía. Las cifras en juego son impactantes: sólo Alemania tendrá en los próximos dos años 350 mil empleos tecnológicos que no podrá cubrir con su semillero. Cuando aún no ha resuelto la integración social de los turcos importados durante la bonanza de los años �60, necesita organizar una redada mental fuera de sus bordes. Brecht, vale recordar, escribió que �el hombre vive de su cabeza�. Y luego agregó: �Pero su cabeza no le alcanza�. 

 

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