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ENTREVISTA A LA CANTANTE BEATRIZ �PICHI� MALEN
�Soy cada vez más mapuche�

Antes de grabar su primer CD, �Plata�, vivió el desarraigo y luego el reencuentro con su tierra. �Tuve un conflicto fuerte�, relata.

En �Plata�, Malén mezcla lo mapuche con una cuidada producción.
�Pero no me veo involucrada con la llamada �world music��, dice.


Por Fernando D�Addario

t.gif (862 bytes) Es tataranieta del cacique mapuche Ignacio Coliqueo, pero la evolución perversa de la historia provocó que Beatriz Pichi Malén aprendiera primero el inglés que su idioma ancestral. Nacida en Los Toldos (localidad bonaerense que supo llamarse �Los Toldos de Coliqueo� y �General Viamonte Los Toldos�, donde nació Eva Perón), vivió buena parte de su vida exiliada de su tierra y de su cultura. La rutina se le dio vuelta hace veinticinco años, alterada por lo que un tío de Beatriz diagnosticó como �el llamado de la sangre�. Ese llamado se tradujo recién ahora en un CD, Plata, en el que conduce el canto mapuche a través de un laberinto de sonidos cuidadosamente producidos, que podrían enmarcarse dentro de la estética de Real World. Pero a Beatriz no la produce Peter Gabriel sino el sello Acqua Records, y no presentará su disco debut en un festival de �world music� sino en el porteñísimo Club del Vino, el 6 y 7 de abril próximos.
En la entrevista concedida a Página/12, la cantante mapuche reconoce el desarrollo atípico de su vocación artística: �Cuando era adolescente sentía que no quería terminar limpiando casas ajenas como mi madre, y me metí en la rueda convencional que nos propone esta sociedad. Me puse a aprender inglés, terminé el colegio y conseguí trabajos en la empresa Ford, en Techint. Pero me di cuenta de que convivían en mí dos identidades. Era esquizofrénico..., hasta que decidí encontrarme con mis orígenes�.
�¿Cómo fue ese choque cultural?
�Mis abuelos perdieron el campo, los sacaron a los tiros, les robaron la casa, los animales, todo. Así fue que mi familia empezó a peregrinar. Cuando tomé conciencia, hablé con mi madre. Le decía que tenía necesidad de algo y no sabía de qué. Después me di cuenta de que lo que quería era volver al campo. Mi mamá me acompañó en ese viaje. Y cuando llegamos nos dimos cuenta de que éramos dos turistas. Fue un conflicto fuerte. Mi madre me decía: �Mirá, la familia de ése ayudó a los que nos echaron, aquel otro también�. Y de a poco comprendí que, en última instancia, a quienes estábamos viendo era a los hijos de quienes nos robaron. No tenemos por qué echarles la culpa de lo que hicieron los mayores.
�¿Usted prefiere la integración a la confrontación?
�Sí, pero hay que tener cuidado con la palabra integración. Si es que vamos a entablar una relación con otras culturas, por lo menos que se sepa lo que pasó con mis paisanos.
�¿Y cómo fue el encuentro con sus paisanos?
�Difícil. Me encontré con la negación de ser mapuche. Yo iba por la calle, veía los rasgos, las expresiones, los movimientos, y me daba cuenta de que eran mapuches, pero en cuanto se les preguntaba, lo negaban. Decían que tenían un tío que había venido de Italia..., cosas por el estilo. Siempre ha sido así. Es mejor parecerse a alguien que ser nosotros mismos. Y es entendible. Ha habido tanto dolor que lo más seguro es mimetizarse con los vencedores.
�¿Y desde qué lugar, entonces, es posible integrarse genuinamente con otras culturas?
�Hace unos años fui a Miami a hablar sobre el rol de la mujer mapuche en una conferencia. Y me preguntaba: ¿en qué hablo?, ¿en inglés, en castellano, en mapuche? Primero pensé hablar en mapuche, por una cuestión de afirmación de la identidad, pero después comprobé que si hablaba en mapuche no me iba a entender nadie. Si tuve la oportunidad de estudiar un poquito, lo mejor es que pueda ayudar desde ese lugar. No tengo que andar desnuda y con plumas para demostrar que soy mapuche.
�¿Su disco está pensado para un oyente no mapuche?
�No era ésa la intención. Es una apuesta al futuro. No quiero que lo mapuche sea una pieza de museo, porque yo no salí de los museos. A las escuelas iba a dar charlas y llegaba de Techint con la bolsita para cambiarme y mostrarles a los chicos los tejidos, los instrumentos musicales de mi cultura aborigen. Hay que trabajar para que los jóvenes se interesen, y para eso es necesario que la música pueda ser escuchada en otro contexto. Los músicos que me acompañan no son mapuches, pero después de que nos conocimos tienen un compromiso muy grande con lo mapuche. Ellos hacen sus arreglos, sus armonías, pero si le sacás eso, lo que queda, que es el canto, es el de las abuelas.
�La idea de la compañía discográfica es trabajar el disco en el exterior. ¿Lo ve como un exponente de la llamada �world music�?
�Sé que están pensando en eso, pero yo no me veo involucrada, porque sería algo ajeno a mi vida. No me parece mal que la música de mi pueblo se abra al mundo, pero yo no pienso en el mercado global, cada vez pienso más como mapuche. Lo que sí tengo claro es que esta música ya no es una pertenencia exclusiva del pueblo mapuche. Tiene que ser de los argentinos en general. A veces me preguntan si soy mapuche o argentina. Soy (somos) las dos cosas, aunque a mi tierra me lleve la línea de trenes del Roca, porque estamos condenados a que siempre nos persiga algún general.

 

El adiós de Powell

El novelista Anthony Powell, último representante de una generación literaria que incluye a Graham Greene, George Orwell y Evelyn Waugh, murió el martes, a los 94 años, en su casa de Sommerset, Inglaterra. El escritor, que sufrió un ataque al corazón hace pocos días, es uno de los más importantes autores de la posguerra. Powell manejaba una ironía y una gracia típicamente inglesas, y se aseguró un espacio dentro de la literatura del siglo XX con A dance to the Music of Time, una novela de 12 secuencias que contiene más de un millón de palabras y que tardó 20 años en escribir. Powell es autor de más de 20 novelas: con su primera narración, publicada en 1931, Afternoon Men, inició una carrera literaria de la mano de títulos cómicos que hablan del sexo, los modales y el poder de las clases privilegiadas, temas por los que también fue criticado. Era hijo de un oficial de alto rango y pertenecía a una familia de muy buena posición económica.

 

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