Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

el Kiosco de Página/12

A lo León
Por Hugo Soriani

Luego de haber andado por todo el país, León Gieco se dio el gusto de llegar con su música a la Antártida. 
Lo que quizás no había medido el músico es que en ese congelado territorio no lo esperaba su público de siempre, ese que conoce sus canciones, el que aplaude cada una de sus palabras, sobre todo cuando son de condena a los genocidas y a las dictaduras. En la Antártida no estaban los aborígenes, ni los indígenas, ni los campesinos que lo acompañaron de Usuhaia a La Quiaca. Tampoco estaban los padres con sus hijos en los hombros que lo aplauden emocionados en cada uno de sus recitales porteños.
En la Antártida no había nada de eso. Sólo un pequeño grupo de curtidos militares disciplinados y fríos como el clima que los rodea. León no estaba entre su gente. Estaba en un territorio desconocido y hostil. Rodeado de un grupo de periodistas que serían los encargados de juzgar su actuación pero no de describir sus dudas y sus angustias.
Nueve horas de viaje en un Hércules C-130. Un avión de guerra. Duro, incómodo, con un ruido interior que hace casi imposible intercambiar palabra. Un avión de guerra llevando a una base militar a un artista comprometido desde siempre con la paz y con la defensa de los derechos humanos. Casi un contrasentido.
Y ahí, durante el viaje, León empezó a mostrar su grandeza. Cargó con su bolso y ayudó a acomodar el de todos. Viajó apretado por la incomodidad y por la responsabilidad que a esta altura ya tenía sobre sus hombros. Gritó para hacerse oír entre el ruido, bromeó poniéndose sus ya famosos anteojos negros cuando las cámaras de ATC tomaban las imágenes de ese avión que poco a poco iba perdiendo su rígido aspecto militar. Compartió las almendras que había llevado y le sobró resto para levantarse con una caja y juntar lo que quedaba de unos fríos sandwiches de milanesa que fueron la única vianda en nueve interminables horas de un viaje agotador. Sin poses, con la naturalidad de los que han pensado en los demás toda la vida. A lo León.
Una formal bienvenida lo recibió en la Base Marambio. Correcta. Educada: �Bienvenido a nuestra casa, señor Gieco�, dijo el jefe de la base sin correrse una coma de un discurso militar con límites muy precisos. Y Gieco respondió correcto y educado pero marcando sus diferencias, sin correrse una coma de sus convicciones, con límites mas precisos aún: �La Antártida es de todos, de todos los argentinos�. A lo León.
Desde las siete de la mañana del martes Gieco estuvo dando notas. Desde las siete de la mañana posó para todas las fotos que le pidieron, aun en exteriores con 40 grados bajo cero de sensación térmica, poniéndose y sacándose cuantas veces hizo falta el incómodo traje de �astronauta� color naranja que habían distribuido en el avión poco antes de llegar. Fotos para los medios, fotos para la Secretaría de Cultura que organizó el viaje y fotos para los primeros militares que se acercaban al artista y que de a poco iban venciendo sus prejuicios y su vergüenza. Cientos de fotos a 40 grados bajo cero, sin una sola negativa. Inventando muecas, poses, chistes. Sembrando ejemplo, humor y amor. A lo León.
De a poco Gieco se iba adueñando de todo. Su figura iba creciendo junto a sus definiciones. �Yo hago canción social y soy un representante de los derechos humanos. Clavo esa bandera en el lugar donde estoy. Creo en la vida, no en la muerte, y por eso no creo en esos tipos que mataron a 30.000 personas.� Y terminó parafraseando a su viejo y querido Bob Dylan: �Los tiempos, por suerte, están cambiando�. Claro y contundente, en una base militar. A lo León.
Por la tarde hizo la prueba de sonido. Cuidó los detalles: cambió las cuerdas de su guitarra y probó todas sus armónicas. Eligió con cuidado el repertorio rodeado de sus más íntimos y cantó estrofas de diferentes temas hasta encontrar junto a Camacho, su sonidista de años, el tono de sus micrófonos que apenas cabían en el pequeño escenario del comedor de la base. Esa prueba de sonido la presenció el que quiso. Fue a puertas abiertas. Sin misterio ni divismo. Sin histeria ni secretos. Tranquilo y firme. A lo León.
Y a la noche salió al ruedo con transmisión de TV y un compact que se grababa en vivo y que será su próximo disco. �Las comunidades indígenas también están en la Antártida�, fueron sus primeras palabras y, con la garganta todavía fría, abrió el recital con una estremecedora versión a capella de �Cinco siglos igual�, su famoso himno contra la colonización. Para que quedara claro de entrada. A lo León.
Lo que siguió no fue menos emocionante. Una a una fueron cayendo sus canciones, sus dedicatorias y sus consignas. No dudó en cambiar el estribillo de los �Salieris de Charlie� y repetir dos o tres veces �cárcel a Pinochet�. No dudó en dedicar a Víctor Jara, �asesinado por la Junta Militar chilena�, la �Chacarera de Dragones�. Y no se olvidó de nadie, de nadie, en las dedicatorias previas a su incomparable �Solo le pido a Dios�.
Terminada la transmisión siguió fiel a sí mismo entonando sus canciones más queridas: �Esos ojos negros�, una maldición a Videla; �Hombres de Hierro�, dedicada a las víctimas del Mendozazo. Lo demás serán anécdotas: el final de la noche, aún emocionado, mirando el cielo antártico junto a su asistente Gustavo y su manager de toda la vida, el inefable Pitty. A las 4 de la mañana y con 30 grados bajo cero, acordándose de Charlie y trayéndolo a la Antártida vía celular.
León Gieco demostró una vez más, como si hiciera falta, por qué está donde está. Por qué es capaz de hacer reír, bailar y llorar a miles y miles de argentinos de todas las edades. Sin una banda que lo ayudara. Solo con su guitarra, su armónica y sus convicciones dio un show alucinante que derritió el hielo de adentro y de afuera. Dio una lección de música y de vida, de poesía y de belleza imposible de olvidar. 
León Gieco hizo un acusticazo sin necesidad de MTV. En épocas de tanto cinismo, de tanta hipocresía globalizada, de tanta vanidad y de tanto artista chiquito, Gieco dio una lección de grandeza. A lo León.


rep.gif (706 bytes)

PRINCIPAL