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Por Fernando D’Addario La historia de Vox Dei, que suma ya tres décadas, ha sido tan volátil que sólo la Biblia obró como elemento unificador en los momentos de dispersión. La causa, aparentemente un milagro de supervivencia, es sin embargo menos religiosa que artística: se trata de una de las obras capitales de la historia del rock argentino, y su permanencia en el imaginario colectivo tiene tanto que ver con lo musical como con ciertos códigos de fidelidad rockera que se cimentaron en tiempos de Vox Dei. Grabados en tiempos de dictadura militar, y con la anuencia de la Iglesia Católica, temas como “Génesis”, “Moisés”, “Guerras”, “Libros sapienciales”, “Profecías”, son clásicos absolutos más allá de su esencia religiosa. Esta nueva versión incluye, además, el
“Apocalipsis” completo, con las partes que habían desaparecido
misteriosamente durante la grabación original para el sello Mandioca, en
1970. Y un bonus track: “El manto de Elías”, en dos movimientos, con
las voces de Páez y Calamaro. Precisamente el autor de “Te quiero igual”
suele contar que La Biblia fue el primer disco que se compró. Las vueltas
de la vida lo llevaron -evidentemente– por un camino distinto, pero
tanto él como buena parte de la generación que asomó al rock en los ‘70
(y que hoy tiene entre 35 y 45 años) guarda en su inconsciente una
relación entrañable con el trío compuesto por Ricardo Soulé, Willy
Quiroga y Rubén Basoalto. No es casualidad que los otros invitados para
la última grabación de La Biblia hayan sido Lerner y Páez. O que Soda
Stereo haya grabado una muy respetuosa versión del “Génesis”, cuando
nunca fue amante de los covers. Ellos no son rockeros duros, como sí lo
fueron históricamente los Vox Dei. Esta reivindicación tardía del
mundillo pop contrasta ostensiblemente con cierta mirada de soslayo que el
establishment rockero le dispensaba a la banda en los ‘70. Todo lo que
rodeaba a Vox Dei era políticamente incorrecto: el grupo no pertenecía
al ghetto del rock nacional, no era del “centro” (como Charly, Moris,
Spinetta, etc.) sino de Quilmes, sur del conurbano bonaerense. No
participó del génesis rockero (ni La Cueva ni la Perla del Once ni
ninguno de los sótanos que luego otorgaron prerrogativas nobiliarias), y
su público era rocker, barrial y suburbano, ajeno a los tics de la
contracultura que eran patrimonio de los hippies capitalinos.La proyección temporal llega naturalmente a los ‘90 y encuentra –por ejemplo– en La Renga a un grupo que tampoco concuerda con los parámetros de corrección musical que imperan hoy, pero tiene un poder de convocatoria que supera cualquier análisis. Tampoco hay que olvidar que La Biblia fue un disco atípico aun para Vox Dei. Una obra conceptual (como estaba de moda en el rock sinfónico inglés), mística y pretenciosa, pero con entidad musical para sustentar esas pretensiones. El resto de la producción discográfica de Vox Dei es despareja, y el grupo dio históricamente innumerables ejemplos de falta de cohesión (de hecho, Soulé se fue y volvió al menos cinco veces), pero La Biblia consiguió una solidez compositiva irrepetible. El aparente gigantismo de La Biblia hizo que otros músicos también se le animaran. Billy Bond produjo un disco que supo adornar con el Ensamble Musical de Buenos Aires y con la participación de músicos como Charly García, David Lebón, Nito Mestre, Claudio Gabis, Miguel Cantilo y Alejandro Medina, entre otros. En el ‘86 fue grabada nuevamente, pero esta vez con Vox Deicomo protagonistas, en el teatro Opera. Y hace tres años hubo nuevo retorno y nueva Biblia, aunque resulte un contrasentido teológico.
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