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Por Verónica Abdala
Cerca de doscientas cincuenta personas de las más diversas edades escuchan con atención las palabras que salen por los altoparlantes de la sala. Muchos de ellos han llegado hasta allí con antologías de poemas de Benedetti, y algunos –un chico de unos 18 años acompañado por su novia, una mujer de alrededor de sesenta años, y una mujer que comentaba todo lo que ocurría con un muchacho que aparentaba ser el hijo– hasta acompañan al escritor leyendo en voz baja sus propios libros. En Madrid, es la una de la mañana del jueves, en Buenos Aires, las ocho de la noche de un miércoles que encontró repletos de lectores y curiosos los pasillos y los salones de la feria. Benedetti, de casi ochenta años, dice, entonces: “Para el ex presidente uruguayo, Julio María Sanguinetti, ‘mirar para atrás es tener los ojos en la nuca’. Yo creo que ningún pueblo tiene posibilidad de crecer si no salda sus cuentas con el pasado”. A continuación, lee pausadamente varios de sus poemas más conocidos (entre ellos, “Viceversa”, “Una mujer desnuda y en lo oscuro”, “Despabílate amor”) a pedido del público y aprovecha la ocasión para recordar que su apoyo a Gelman fue en todo momento “incondicional”. Y que se sintió plenamente dichoso de conocer la noticia del reencuentro del poeta y su nieta, este mes, en Uruguay.
La teleconferencia, organizada por Musimundo y la empresa de servicios de Internet Arnet, había comenzado veinte minutos después de lo anunciado, por problemas en la comunicación. El retraso pasó casi desapercibido para la mayor parte del público, acaso acostumbrado a las impuntualidades de este tipo. Aunque, lógicamente, preocupó a los organizadores, que incluso llegaron a comentar por lo bajo que, si la teleconferencia no llegaba a concretarse, cabía la posibilidad de invitar a los presentes a que se turnaran para pasar al escenario que precedía la sala para leer los poemas de sus libros. (Propuesta que sin duda hubiera espantado a buena parte.) Cuando Benedetti leía “Compañero...”, sin embargo, el postergamiento inicial era un mal recuerdo, y, al público sólo parecía preocuparle que ningún sonido ajeno a los que salían por los parlantes impidiera oír los últimos versos del poema.
El silencio final se quebró en un estruendo de aplausos. Benedetti, sin embargo, no se mostró del todo entusiasta. Guillermo Schavelzon, directivo de editorial Planeta, además de agente literario y amigo personal del escritor, lo justificó explicando que en Madrid era “muy tarde para alguien tan ocupado como él”. Schavelzon se encargó, pese a sus afirmaciones de concretarle una suerte de entrevista improvisada, que se estructuró a partir de las preguntas y los comentarios que hacía el público. Así, el escritor se refirió a temas tan variados como el chico cubano Elián González (“es absolutamente absurdo que no le permitan regresar con su padre”), la globalización (“es también la globalización de la destrucción”), las dificultades a las que se enfrentan los poetas jóvenes para ingresar al mercado editorial (“hay que tener paciencia: yo escribí ocho libros antes de que alguien se decidiera a publicarme”), y su nuevo proyecto literario, un libro que se titularía “El mundo que respiro” y que probablemente se conozca antes de fin de año.
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