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EL MISTERIO DE UN PROGRAMA PARA VOYEURS
El porno soft ataca

“Baywatch Hawai” es la secuela de una serie cuyo éxito es inexplicable: está protagonizada por modelos de segunda línea y su trama es insulsa. Sin embargo, se convirtió en uno de los ciclos más exitosos del cable. 


Por Andrés Glass
t.gif (862 bytes) “Baywatch” es imparable: no sólo su versión original sigue en pantalla .por Sony, los fines de semana– sino que su secuela, “Baywatch Hawai”, se consolida en I Sat. Son dos variantes para un misterio: trama inexistente, actuaciones de piedra, escenas repetidas y, sin embargo, un ejército de fanáticos que la convirtió en unas de las series más vistas del cable. “Baywatch Hawai”, descendiente indirecto del porno soft cinematográfico, concibe una sola anécdota, que es trivial y repetida. En todos sus capítulos, primero reina la calma en las playas de Honolulu, al poco tiempo una brisa preanuncia lo peor, llega un grito, un pedido de auxilio, y un rescate siempre exitoso. Para ocuparse de los bañistas imprudentes, existe un equipo ideal de chicos y chicas guardavidas. Los lidera el patriarca David Hasselhoff, un veterano que participa de las dos series, y ahora empieza a transitar su ocaso -.leáse: deja asomar unos rollos y ya no compite–.
Esta es la utopía del cuerpo perfecto: por eso la cámara lenta es el recurso más frecuentado. Como el rescate no varía, lo que cambia es el torso desnudo o en bikini de los bañeros. Hay una consigna fija: el primer plano se detiene en las anatomías y no se mueve. El plano congelado -.un recurso Baywatch por excelencia– desconoce los tiempos televisivos. Sucede que, como no hay historia, aquí el plato fuerte es la carne fresca y joven lista para ser mostrada en plena corrida o nado. Donde nunca pasa nada importante (aquí los ahogos fallidos ya son una rutina) sólo interesa mantener los sentidos alerta. Ofrecer a la vista un buen banquete compuesto por modelos de segunda línea y galanes poco conocidos.
En esta panacea de la juventud y la belleza, David Hasselhoff queda relegado a un segundo plano casi compasivo. El cuarentón no tiene nada que hacer en un mundo imaginario de bañeros bellos, ricos y universitarios. Su decadencia le reserva unas pocas escenas y una tierna relación con un hijo que llega de visita. Pero nunca un romance. El amor y las escenas de sexo -.durante las cuales vuelve la cámara lenta, la sombra chinesca, el congelado– se reservan a los novatos. 
Ni siquiera Pamela Anderson -.que se hizo famosa en la primera etapa de la serie– sería admitida en esta nueva troupe hawaiense. En su esplendor (aun antes de los videos exhibicionistas junto a su esposo, el músico de rock Tommy Lee), la rubia sacudía las nalgas y sonreía al mejor estilo Isabel Sarli mientras se animaba a los chapuzones. Fue una experta en el arte de llevar el erotismo a las resucitaciones y la respiración boca a boca. Fue la marca de la serie, y tanto fue así que llegó a opacarla. Pero al pasar los 20 (Pamela se acerca a los 30), “Baywatch” impone una condena: adiós y buena suerte. 
“Baywatch Hawai” transmite, de alguna manera, una melancolía: la de saber que ese verano perfecto y exótico es sólo para poquísimos. La playa le pertenece al equipo de guardavidas: son ellos los tutores que custodian la imprudencia. Los errores siempre están a cargo de los turistas inexpertos, en la mayoría de los casos orientales o sudamericanos. Para enmendarlos, el equipo Baywatch dará el sermón de turno. “Respeta el mar; enfréntalo sin miedo”, aleccionan. El paraíso es de las Barbies y los Rambos. 
Por si fuera poco, la invasión Baywatch continúa. Hay proyectos de lanzar las versiones Australia y Mediterráneo. A falta de argumentos, se necesitan otros mares y playas. Pero jamás nuevos integrantes: el equipo de bañeros está cerrado. Su selección fue rigurosa y jamás admitiría el ingreso de nativos; sólo lo componen californianos excedidos de cama solar, con un record absoluto de horas de gimnasio. Exotismo sí, pero sin excesos: sólo en el paisaje. 

 

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