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SERGIO BAZAN EN LA GALERIA DIANA LOWENSTEIN
Sonidos sordos mirar se dejan

 

La notación musical y ciertas claves de
la pintura no figurativa se cruzan en 
esta nueva muestra. Doble abstracción.

 

“Preludio en el Hospital V.S.”, 1999, de Sergio Bazán.


Por Fabián Lebenglik
t.gif (862 bytes) Sergio Bazán (Buenos Aires, 1962), se formó inicialmente en el taller de dibujo y escultura de Juan Carlos Distéfano. Su primera exposición individual (Mercado negro, Centro Cultural Recoleta, 1991), consistía en la obsesiva exploración de un objeto complejo, de una suerte de maquinaria, a través de pinturas y esculturas. Aquel mecanismo recurrente por entonces funcionaba casi como un principio constructivo que se mostraba, enigmático, en buena parte de su obra. 
Pensada ahora, a la distancia, esa primera exhibición se trataba de la búsqueda de un espacio pictórico, virtual, de un espacio ficcional para organizar y sistematizar la imagen, tanto en las telas como en las esculturas. 
En ese mismo año, 1991, obtiene una beca de la Fundación Antorchas para trabajar durante dos años en el taller dirigido por Guillermo Kuitca, donde completó su formación. El mismo Bazán, desde 1990, venía ejerciendo la docencia artística, actividad que sigue desarrollando hasta hoy, a través de cursos, seminarios y clínicas de arte en Buenos Aires y en el interior del país.
En 1992 presentó la muestra Meninas (Espacio Giesso), donde el punto de partida de la imagen era la figura de un yunque, como símbolo de la representación del trabajo manual. De a poco la imagen de ese objeto se iba transformando en la silueta del vestido de la infanta Margarita del cuadro de Velázquez. En esa serie de cuadros había una pregunta por el tipo de trabajo que significa pintar. Se pasaba de un icono como representación clásica del esfuerzo, a otro icono que –según el célebre ensayo de Foucault incluido en Las palabras y las cosas– inaugura la pintura y la mirada modernas.
Aquel cuadro clave de la historia del arte, condensada en el vestido citado por Bazán, es también la irrupción –en términos de la modernidad– de la imagen del artista en su taller. Ese funcionamiento de la cita como irrupción y como clave es un gesto que Bazán sigue utilizando desde entonces.
El entonces muy joven pintor comienza a exhibir regularmente en muestras colectivas o grupales en Estados Unidos, Francia, Holanda y México, así como en la V Bienal de La Habana y, posteriormente, en las principales ferias internacionales. En 1998 obtuvo una nueva beca de la Fundación Antorchas, en este caso un “subsidio a la creación artística”.
La pintura que presenta ahora es producto de una larga dedicación a investigar las relaciones entre el lenguaje abstracto de la pintura y el de la escritura musical como códigos especializados y fuertemente estructurados. A partir de 1994 el pintor cita en su obra la notación musical remitiendo, en cada caso –en cada cuadro–, a célebres partituras de la historia de la música occidental. Desde entonces sus telas se configuran, al menos, sobre dos motivos superpuestos. Por un lado la partitura, como un dato relativamente reconocible, y por la otra (como fondo o en primer plano) los elementos propiamente “pictóricos”: los círculos, panales, espirales, encadenamientos de puntos, rayas y manchas que se relacionan con la música desde varias perspectivas: en principio como mera contigüidad, pero luego también como explicación, como consecuencia, como interpretación plástica o formulación abstracta de aquella notación. La yuxtaposición de ambos motivos (la transcripción de la música en lenguaje escrito y las formas abstractas complementarias de la tradición pictórica) logran que la mirada del espectador ponga en funcionamiento su capacidad de establecer relaciones, más allá de cualquier arbitrariedad posible. Se trata de un proceso de construcción de la imagen que desencadena una búsqueda. En la tradición pictórica, desde el renacimiento, el círculo –figura presente en casi todos los cuadros de Bazán– está considerado como la representación de una forma perfecta (por ejemplo, la música), al tiempo que toma el sentido de complacencia, satisfacción y plenitud narcisista. Sería la versión según la cual la música constituye una experiencia cuasi religiosa. En este sentido, el círculo y la esfera también suponen la evocación de la naturaleza desde la perspectiva en que lo natural sería el revés de trama de lo sobrenatural. 
Por otro lado, todos los cuadros resultan de un recorte ortogonal (cuadrangulares y rectangulares), lo que implica lo contrario del círculo, porque las figuras ortogonales son el artificio por antonomasia, las formas geométricas que más claramente contrastan con la naturaleza, lo construido.
Bazán no reproduce sonidos, sino que copia manualmente una transcripción al modo de una cita de un lenguaje formalizado en el interior de otro. Los sonidos sordos que salen de estas pinturas no son necesariamente los sonidos de la música sino más bien toda una serie de ruidos y rumores: la muestra de Sergio Bazán pone en juego la posibilidad de la abstracción como representación. La diferencia entre distintos sistemas de notación codificados (el de la pintura –que establecería tensiones en el espacio– y el de la música –que establecería tensiones en el tiempo–) suponen un artificio racional, una toma de distancia y una objetivación de un complejo sistema de formalización tanto de las sensaciones y emociones como de los saberes. (En la galería Diana Lowenstein, Avenida Alvear 1595, hasta el 7 de mayo.)

 

Inauguran en la semana

Muestra del Frente de artistas del Hospital Borda, desde ayer, en la Legislatura porteña, Av. Julio A. Roca 547, Planta Baja, Salón de los Pasos Perdidos.
Juan José Cambre, pinturas, hoy, en Fundación Klemm, M. T. de Alvear 626.
Oscar Elissamburu y Nélida Valdez, artistas marplatenses, hoy, en el Espacio “Ojo al país” del Centro Borges. Los expositores entablarán un diálogo con el pintor Luis Felipe Noé y la crítica Rosa María Ravera. Viamonte esquina San Martín.
“Jardinarte”, Boccardo, Gavito, Gamarra, Nardi, Correas, Estela, Lizaso, Banchero, Schapiro y otros escultores, hoy, en el Jardín Botánico.
Mario Weppler, pinturas, hoy, en galería Van Riel, Talcahuano 1257.
Francisco Travieso, pinturas, mañana, en Palatina, Arroyo 821.
Catalina Spigel, pinturas, mañana, en Galería Suipacha, Suipacha 1248.
Marcelo Cusenza, dibujos y grabados, mañana, en el Centro Shuren, Vuelta de Obligado 2545.
Equipo y discípulos del arquitecto Miguel Angel Roca, “Espacio público: arte y ciudad”, el jueves 27, en el Centro Borges.

Arte que no intoxica

En el Centro Cultural Recoleta (CCR), la multipremiada artista plástica Matilde Marín dictará un curso de técnicas no tóxicas para grabado, placas solares y polímeros, para ampliar las posibilidades del grabado y definir, al elegir estos materiales, una opción de conciencia sobre la salud y el cuidado del medio ambiente. Las clases serán los viernes de mayo. Informes en el CCR, de martes a viernes de 14 a 19; teléfono: 4807-6340.


CENTRO CULTURAL SAN MARTIN
Siguen Suárez y Rocco

Después del éxito de la muestra de pasteles de Marcia Schvartz –realizados casi todos hace dos décadas por la artista mientras residió en Barcelona, entre 1976 y 1982–, la nueva gestión del Centro Cultural General San Martín (Sarmiento 1551), que se abocó al reacondicionamiento completo de todo el edificio, sigue apostando a las buenas exposiciones, con dos inauguraciones simultáneas. 
Pasado mañana, jueves 27, la galería de arte del patio de esculturas inaugura la exposición de dibujos y pinturas de Pablo Suárez, Resistiendo. Se trata de la producción reciente del artista, una serie de dibujos y pinturas sobre papel realizadas en su casa taller de Colonia (Uruguay), donde acaba de instalar su residencia fija. Con elementos paródicos, tomados de la caricatura y el grotesco, Suárez reflexiona en esta muestra acerca de los posibles modos de resistir la vorágine consumista, la carrera por los logros inmediatos y la satisfacción garantizada. Entre los trabajos exhibidos habrá un adelanto: los bocetos de su escultura “Naufragio”, en la que está trabajando.
Pablo Suárez nació en Buenos Aires en 1937. Es autodidacta y trabaja libremente en disciplinas como la pintura, el dibujo, la escultura y las instalaciones. Exhibe desde 1961, cuando presentó su primera individual en la Galería Lirolay. El año pasado ganó el Primer Premio de Pintura en el concurso organizado por el coleccionista Eduardo Costantini en el Museo Nacional de Bellas Artes. La curadora de la muestra es la crítica Laura Batkis.
Por otra parte, el mismo día, en la galería de arte de la Plaza de las Américas, en el mismo Centro Cultural, se inaugura una muestra de pinturas de Leo Rocco, seleccionada y curada por el arquitecto Andrés Duprat, director de los museos de Bellas Artes y de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca. Ambas muestras permanecerán abiertas hasta el 27 de mayo, de 11 a 21, con entrada libre. 
El plan de exposiciones de la temporada del Centro Cultural sigue con una instalación de Judith Werthein, una muestra de arte digital de Elisa Strada, una de humor gráfico de Rep, una exhibición de impresiones sobre vidrio de Lucio Dorr, una instalación de Fernando Bedoya y, finalmente, una muestra de pinturas y objetos de Alejandro Bonzo y Alberto Passolini. También serán implementados talleres y seminarios a cargo de Alejandro Kuropatwa, César Capasso, Pablo Suárez, Claudia Aranovich, Marcia Schvartz, Fernando Bedoya y Guadalupe Fernández.

 

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