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Los hinchas presos por secuestrar 
un bondi con el chofer incluido

Eran veintinueve y tenían que ir de Dock Sud a Ituzaingó a ver al equipo de sus amores. Pararon un colectivo y obligaron al conductor a llevarlos. Le hicieron ver el partido, pero cuando partían de regreso terminaron detenidos por coacción y secuestro.

Cortesía: El 134 siguió en su ruta hasta que cruzó el Riachuelo. Los hinchas esperaron cruzarse con otro colectivo para transbordar a los pasajeros.

Copar un colectivo para ir a una cancha es una práctica habitual, tolerada por las empresas. Entre los 29 presos por coacción y privación ilegítima de la libertad hay 12 menores de edad.

Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) Fue una práctica de rutina. Los 29 hinchas del Club Sportivo Dock Sud se proponían una jornada de fiesta futbolera, pero para eso tenían que cruzar entera la Capital y buena parte del oeste del conurbano hasta llegar a la cancha donde el equipo de sus amores se enfrentaba a los muchachos del Club Atlético Ituzaingó. Como ya había pasado otras veces con el acuerdo de la empresa de la línea 134, y otras tantas de prepo, esta vez también fueron todos en un micro. Pararon uno en Avellaneda, simulando que eran pocos, y con el chofer sin más alternativa, se largaron a lo suyo. Allá, sin ánimos belicosos, le pagaron la entrada al colectivero, festejaron el gol con el que empataron al local, y se disponían al regreso cuando se aguó la fiesta. El comisario a cargo del operativo de seguridad del partido sospechó que el contingente viajaba gratis y sin permiso. Chequeó en la empresa la ilegalidad del viaje y los hizo detener a todos por desacatados y mucho más: anoche, los 29 fanáticos, 12 de ellos menores de entre 15 y 17, llenaban los calabozos acusados de �coacción agravada, atentado contra transporte público y privación ilegítima de la libertad�.
Se les iba haciendo tarde. El partido era a las tres y el centro era una locura con lo de la marcha de la CGT. Hasta en la Avenida Mitre se sentía la pesadez del tránsito y a esa altura ya no se sabía si los micros demasiado llenos de juventud bonaerense eran para engrosar las columnas de Moyano o, como en este caso, se trataba de un asunto deportivo. Los pasajeros del micro 134 que enfilaba hacia la Capital vieron cómo la treintena de hinchas se subía sin pagar, y le ordenaban al chofer que siguiera su rumbo. Nadie tuvo que abandonar su trayecto. El 134 siguió en su ruta hasta que cruzó el Riachuelo y ya en la Capital, los hinchas, cortésmente, esperaron a que, en acuerdo con el chofer de otro colectivo, fueran todos transbordados. Ya solos con el colectivero, salieron hacia el oeste donde, como dice la canción, está el agite.
Como se veía venir, llegaron tarde. Ya había empezado el segundo tiempo. Pero alcanzaron a festejar un gol, el del empate. El comisario a cargo del operativo de seguridad, Gabriel Metalo, de la Seccional 1ª de Ituzaingó, los vio entrar de lo más sueltos y con la garra propia de la C. �Digamos que lo que es habitual es el transporte de hinchadas por micro y con el chofer suele estar todo bien. Las empresas, a veces por acuerdos con los dirigentes, aportan los colectivos, pero el hombre resultaba particularmente cabizbajo, no tenía buen tono en su cara y habían llegado en el segundo tiempo, entonces llamé�. Metalo se comunicó primero con ese 0-800 que tienen los colectivos pegado en la ventana trasera. En la Comisión Nacional de Transporte le dijeron que el número era para quejas, y entonces, decidido, se comunicó con la empresa Tarsa, propietaria de la línea 134. Le dijeron que justamente ayer habían denunciado el secuestro de dos de sus unidades. 
Para ese entonces, el chofer y sus circunstanciales pasajeros estaban por volver. Metalo ordenó la detención y fanáticos, colectivero y bondi fueron a parar a la 1ª. Mientras tanto, en la central de la 134, en Dock Sud, el encargado de control contaba lo que para él �un hombre con más de 30 años al volante� es una historia conocida. �Esto pasa siempre. Los otros días, para el fin de semana largo, se llevaron dos coches, y hace poco hubo uno que se fue para Campana.� Anoche, atando cabos, el comisario concluyó que fue una casualidad que diera con el secuestro: �Seguramente, la denuncia que pusieron ayer era por esos micros y no por éste�. Tal el nivel de la costumbre de esa especie de impuesto de los hinchas de la C que van como sea a seguir a su cuadro. Una costumbre vieja, según el mismo veterano de control le contó a este diario: �Cuando vino Perón a Ezeiza, me pasó en la 132. En Retiro, un mono se puso al lado mío y allá fuimos a recibir al Pocho, que al final nunca llegó�.

 


 

UN ASALTO CON SECUESTRO AL HIJO DEL PELUQUERO
El peligro de llamarse Giordano

Un hijo del peluquero Roberto Giordano y su chofer fueron interceptados por dos asaltantes, ayer al mediodía, cuando regresaban en una Trafic del shopping Unicenter, y fueron obligados a seguir un largo periplo en busca de dinero. Mientras el chofer, Alejandro Yanella, era mantenido como rehén dentro de la camioneta, Leonardo Giordano debió retirar 500 pesos y una cadenita de oro de su casa, en pleno Barrio Norte, para entregarlos al dúo. No conformes, siguieron camino hasta la peluquería ubicada en Güemes y Vidt en busca de más fondos. Los delincuentes fugaron cuando vieron que la policía confundida detenía a otra Trafic. Finalmente, abandonaron al chofer y la camioneta en La Paternal, después de un interminable secuestro de cuatro horas.
El asalto se inició a las 12.30, cuando Leonardo Roberto Giordano, de 21 años, y el chofer Alejandro Yanella, de 27, volvían de repartir productos cosméticos de Unicenter, en Martínez. La Trafic en la que viajaban fue interceptada sobre la Panamericana, camino a Buenos Aires, por un Peugeot 505. Los dos delincuentes, �jóvenes y que parecían sacados�, según describió luego Giordano, les cruzaron el auto y treparon a la camioneta. Al revisar la billetera del joven, descubrieron que era hijo del peluquero. �Dijeron que los vigilaban hacía cinco días�, señaló luego Giordano.
No conformes con lo obtenido, obligaron a Yanella a conducir hasta la casa del peluquero, ubicada sobre Callao, entre Guido y Quintana. Leonardo subió a buscar plata, mientras Yanella permanecía amenazado dentro del vehículo. El joven bajó poco después con 500 pesos y una cadenita de oro. Pero los delincuentes insistieron y enfilaron hacia la peluquería de Güemes y Vidt.
En el camino, Leonardo se comunicó con su padre y comenzaron a negociar la entrega de un rescate, pero todo se interrumpió cuando se cortó la comunicación. Giordano, desesperado, llamó a la policía. Entretanto, los dos secuestrados y sus captores llegaban hasta el local de Güemes y Vidt. La camioneta estacionó cerca de la esquina de Bulnes. Siguieron el mismo procedimiento. Leonardo bajó a buscar plata y Yanella quedó custodiado en el vehículo.
Pero cuando el joven desaparecía dentro del local, un patrullero ya alertado se acercaba a la peluquería. Lo hicieron con tan mala estrella que detuvieron a otra Trafic al creer que se trataba de la misma donde estaba Yanella. Los asaltantes descubrieron la errónea escena y decidieron fugarse junto con el chofer. Recién a las 16.30, después de guardar las armas en sus cintos, los delincuentes abandonaron a Yanella y la Trafic en La Paternal, para esfumarse como pasajeros de un colectivo.


Robo con mensaje al Potro

Un asalto de características anormales y extrañas derivaciones tuvo lugar el martes por la noche en Palermo, sobre la calle Bulnes a metros de la Plaza Las Heras. La víctima, Oscar De Vicente, un vecino del �Potro� Rodrigo. El lugar: el departamento de De Vicente, un piso arriba del bunker del cantante. Los motivos: buscaban una recaudación millonaria de los recitales debajo de los colchones. �Yo no tengo nada que ver con Rodrigo�, se desgañitó De Vicente. No hubo caso. Aparentemente no le creyeron. �Durante veinte minutos me mantuvieron atado�, dijo la víctima. Las consecuencias: no tocaron equipos, ni llaves del auto, ni nada más que lo que la víctima llevaba en su billetera. Eso sí, dejaron una bala grabada con la palabra �Potro� como recuerdo de su paso. �Si nos mentiste, si trabajás con Rodrigo, volvemos y te metemos un tiro�, le dijeron y como llegaron se fueron.

 

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