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Por Roque Casciero También fue un show histórico por la puesta en escena, con láseres que se disparaban como rayos, dibujaban o creaban una especie de virtual túnel de luz, y pantallas en el fondo de la escena que se usaron para un imaginativo trabajo de seguimiento individual del trío. El escenario tenía dos niveles: adelante estaban Mollo y su guitarra, Diego Arnedo y su bajo, y baterías a ambos costados, para que Jorge Araujo se sentara a placer o permitir la presencia de algún invitado; atrás estaban, por momentos, el DJ o las cuerdas lideradas por Alejandro Terán (Pericos, Soda Stereo, La Portuaria).Y, finalmente, fue histórico por lo más importante: la música. Cualquiera que conozca a Divididos sabe que sus integrantes son grandes instrumentistas y destacarlo, a esta altura, sería redundante. Sin embargo, el trío superó cualquier concierto anterior con una performance memorable. Durante tres horas, presentó todos los temas de su último álbum y repasó viejas y gloriosas páginas de su historia: “Azulejo”, “Qué tal”, “Paraguay”, “El 38”, “Aladelta” y las versiones de “Voodoo chile”, “El arriero” y “Cielito lindo”. El final fue con el tradicional popurrí de canciones de Sumo (“El ojo blindado”, “Estallando desde el océano”, “Mejor no hablar de ciertas cosas”, “No duermas” y “Mañana en el Abasto”). Pasado, presente y la intuición del futuro de Divididos en una sola noche. Uno de los picos del show fue “Qué ves”, esa sutil cruza de reggae, rock y folklore que brilló en La era de la boludez, el disco más exitoso del trío. Para la ocasión, Divididos contó con un invitado distinto cada noche, aunque con el mismo arreglo para charango. El viernes estuvo Gustavo Santaolalla, productor de aquel exitoso disco, y el sábado, Jaime Torres, a quien Mollo presentó como “nuestro Jimi Hendrix”. Pero lo más emotivo fue “Par mil”, la canción con destino de hit que Mollo le compuso a su amor. “Luz, luz, luz del alba/ Soy un hombre que espera el alma”, canta allí el guitarrista con cierto dolor en la voz. En el alma de su banda, en cambio, parecen haber sanado todas las antiguas heridas.
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