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el Kiosco de Página/12

Confesiones
Por Antonio Dal Masetto

¿Qué pueden hacer un hombre o una mujer cuando los acosa un problema grave? ¿A quién recurrir? ¿A quién confesarle sus dudas y sus angustias? Estas son las grandes preguntas de esta noche en el bar.
�Yo tomé la teta hasta los cinco años �dice Daniel�. A esa edad me di cuenta de que mi madre siempre me había dado la más chica, la izquierda. A partir de ese momento viví en un absoluto desconcierto. Pasé cuarenta años tratando de desentrañar el misterio. Hace poco mi madre me confesó que antes de que yo naciera había tenido un embarazo histérico. La panza le creció como si estuviera de ocho meses y súbitamente se desinfló. No pudo superar la pérdida. Me pregunto: ¿Alguna vez me quiso? O siempre prefirió al otro, el que no fue, y para quién guardó la teta más grande. Quienes escuchan esta historia no me dan respuesta. Y yo ni me atrevo ni a pensar en una terapia, me va a costar una fortuna y me va a llevar otros cuarenta años de mi vida.
�Yo me confesé con todos los profesionales de la oreja, religiosos y científicos, con magros resultados �dice Silvestre�. Sentía que no me escuchaban, que no me entendían. Me salvó la naturaleza. Un día, paseando por las sierras de Córdoba, descubrí un valle con un eco extraordinario. Cada palabra me la devolvía una docena de veces. Fue el gran acontecimiento de mi vida. Ahora, cuando tengo un problema, me tomo un avión, después me alquilo un auto, después un caballo, y me voy al valle. Me siento sobre una piedra y, palabra tras palabra, relato mi odisea del momento. El eco, palabras tras palabra, la repite doce veces. Al cabo de algunas horas el problema ya no es mío, es de la montaña, que es la que me lo cuenta. Yo la escucho y le arrimo una solución.
�Yo soy muy tradicional �dice Agustín�. Menos la extremaunción, tomé todos los sacramentos. Así que cuando tengo una nube en el alma, como el asunto de mi cuñada que está rebuena, voy y me confieso con el padre Boris. Cada vez que el deseo me ofusca el entendimiento, cada vez que la calentura que tengo con mi cuñada que está rebuena me ciega, lo busco al padre Boris. Es el único pecado que vengo arrastrando desde hace años. Al comienzo fue una penitencia de seis padrenuestros y seis avemarías. Después aumentó. Ya estoy cerca del millar de cada oración. La lengua se me queda dura. Me duele la mandíbula. Y lo peor es que cada vez que me cruzo con mi cuñada, que está rebuena, vuelvo a pecar. Ahora mismo corro a casa y me pongo a rezar porque vengo atrasado. Voy a aprovechar el fin de semana largo para ponerme al día. No sé adónde vamos a llegar con esto.
�Yo soy el menor de cinco hermanos �dice Benjamín�. A medida que íbamos creciendo, la ropa pasaba de uno a otro y yo era el último en recibirla. Siempre estuve hecho un zaparrastroso. Debe ser por eso que terminé poniendo una boutique de ropa para hombres y con el tiempo una cadena de las mejores marcas. Me convertí en un experto en vestimenta y, como se imaginarán, elijo lo mejor para mí. Pero cuando me miro en un espejo me sigo viendo como un zaparrastroso. Los amigos no me bancan más. No voy a ir al psicoanalista a hablar de ropa. A la iglesia tampoco, no cometí ningún pescado. El otro día fui a ver a una mae do santo. Entró en trance y con la voz de Yemanya me dijo: Vocé è muito bonito, vocé o rei da elegancia. Después de escuchar esas palabras siguieron diez minutos de gloria. Fue el tiempo que tardé en tropezar con un espejo y descubrir que era el mismo zaparrastroso de siempre.
�Mi gran drama es que nunca consigo contar mi problema �dice Tiberio-. Resulta que cierta tarde mi mujer había salido y la beba lloraba.Intenté de todo, sonajero, biberón, chupete. Al final la levanté de la cuna, me abrí la camisa y le ofrecí la tetilla. La beba se prendió y se calmó. Mi esposa regresó y me encontró sentado en la cocina, mirando plácidamente por la ventana, mientras la nena chupeteaba feliz. Me la arrebató de los brazos y se fue a la casa de los padres. Nunca más me quiso ver ni me dejó ver a la nena. No entiendo qué pasó. Nunca logro contarle la historia completa a nadie, cuando llego a la parte de la tetilla se escandalizan y me dejan con la palabra en la boca. Soy un paria que no tiene quien lo escuche.
�Para mí la aspiradora es la mejor oreja �dice Nancy�. Cada vez que me enfrento con un problema, algún amor contrariado o el recuerdo de algún canalla que hirió mis sentimientos, enchufo la aspiradora y le doy al departamento, arriba y abajo, a los pisos, a las paredes, a las cortinas, todo. Y le hablo, con pasión, con bronca, no me guardo nada. Puedo gritar, sollozar sin que ninguna vecina chismosa se entere. Puedo contar las cosas más terribles sin avergonzarme porque ni yo misma me escucho. Amigos, yo sé que a ustedes, los caballeros, esto de pasar la aspiradora les debe parecer cosa de mujeres, pero les sugiero que hagan la prueba, van a descubrir una compañera leal y discreta. Y en el momento de elegir su confidente no se preocupen ni por el tipo ni por la marca, lo importante es que haga mucho barullo.

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