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La reaparición de �Dani el Rojo�

�Estamos a la izquierda de la izquierda en unos temas, pero en el centro, entre la gente, en otros�, explica el ex líder del �68 sobre su izquierda de alta velocidad.

De libertario a neolibertario.
�El deseo de soñar no ha muerto.�


El País de Madrid
Por Berna G. Harbour

t.gif (862 bytes) Daniel Cohn Bendit ha elegido un nombre muy simbólico para la nueva corriente que quiere impulsar: TGV. Es, en francés, la Tercera Izquierda Verde, pero también es para los vecinos el nombre del Tren de Gran Velocidad, emblema del desarrollo de Francia, de su modernidad, de la aceleración. En España, sin embargo, su corriente y su libro, que esta semana presentó en Madrid junto a su coautor, José María Mendiluce, ha perdido la V de verde (¿y la de velocidad?) y se ha quedado en �Por una tercera izquierda�. Dice Dani: �En España hay un retraso en ese sentido. España no ha conocido a la izquierda más que los dos partidos históricos, pero hay grupos que no están ahí y que buscan un espacio en el paisaje político�. 
Hablando con este diario, aquel �Dani el Rojo� que fue líder del �68, hoy eurodiputado con los Verdes franceses, explica por qué la izquierda clásica ya no responde, en su opinión, a los problemas de la gente de hoy. Así lo han demostrado las derrotas de la izquierda en España, en marzo, y en Italia, en abril. �La izquierda clásica, que siempre pone el colectivismo por delante, precisamente no responde a la necesidad de autonomía e individualidad de la gente de hoy�, asegura Cohn Bendit, de 55 años. Cuenta el viejo líder del �68 que los jóvenes son otra vez los que están dejando atrás a la izquierda, y lo hacen con unos postulados nuevos y valientes que no incluyen los viejos dogmas que lastran a socialistas o comunistas. En ellos, en esa franja de nuevos votantes entre los 18 y los 21 años, encontró Cohn Bendit el mayor grupo de votantes cuando se presentó como cabeza de lista de los verdes franceses en las elecciones europeas en 1999. Ganó entonces casi un 10 por ciento de los votos, por encima del casi 7 por ciento del Partido Comunista Francés, al que dejó simbólicamente en la cuneta. �Los jóvenes que me votaron están preocupados por Kosovo, por el Tercer Mundo y por un mercado más ético. Pero, ya no quieren un discurso ideológicamente moralizador. Quieren que reconozcamos sus aspiraciones de autonomía, de individualidad.� 
¿Y cuáles son esas respuestas que la izquierda no da? Para empezar, �Dani el Rojo� habla más del individuo que del Estado, de la contaminación, el medio ambiente, Kosovo o el ruido que del intervencionismo en el mercado. �Me defino como un liberal libertario. Liberal en el sentido clásico del término, antiautoritario, y libertario, en defensa del individuo.� Para la TGV, sostiene en su manifiesto, el Estado �ni puede hacer todo ni debe hacer todo�, frente al viejo concepto de la izquierda clásica de que el Estado �puede y debe hacer todo�. 
Elegir las siglas del AVE (siglas del tren de alta velocidad español) francés no ha sido casual. �Jugamos con las palabras porque la renovación de la izquierda debe acelerarse. La derrota de la izquierda en España e Italia, de hecho, demuestra que el clasicismo político ya no satisface al electorado. TGV quiere decir acelerar el proceso de reflexión y renovación.� 
La tarea de ocupar un terreno propio, en medio de un arcoiris de izquierda ampliado en los últimos años con la �tercera vía� de Tony Blair y Gerhard Schroeder, la �izquierda plural� de Lionel Jospin o los nuevos disfraces del comunismo es difícil. Pero el eurodiputado francés define así su lugar: �Estamos a la izquierda, en algunas cosas más a la izquierda que la izquierda, pero por otro lado estamos en el centro, en el medio de las preocupaciones de la gente. La TGV tiene la capacidad de dar respuesta a unos problemas que están fuera del esquema de la izquierda y la derecha tradicional. El problema del aire, del medio ambiente, del ruido, de la calidad de los alimentos, todo eso son problemas que no están a la izquierda o a la derecha�. 
Pese al continuo ataque a las corrientes tradicionales, la ideología como búsqueda del sueño, como necesidad de comprender a dónde va la sociedad, no ha muerto. �Si la izquierda se basa solamente en el terreno de la gestión, está perdida ante la derecha. A la izquierda siempre le pedimos más. Gestionar bien, sí, pero también hacer soñar. La ideología como teología ha muerto. Pero el deseo de soñar, de comprender a dónde va la sociedad, de ir, de entrever el futuro, no está muerto. Y ésa es la tarea de la izquierda.�

 

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