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el Kiosco de Página/12

Ser gracioso
Por Rodrigo Fresán Desde Barcelona

UNO Hay una profunda contradicción en el hecho de que, por lo general, lo que da lástima también da risa. O viceversa. Así, buena parte de los más grandes y altos territorios del humor están edificados sobre los territorios de la tristeza y de la repetición sistemática de esa tristeza. Pensar en Charles Chaplin, en Buster Keaton, en Stan Laurel y en el reciente video de George Clinton. Momentos tristes y terribles y solitarios para provocar la carcajada eterna. Reírse de algo que uno sabe que va a ocurrir �de lo previsiblemente gracioso� y que nos hace sentir vagamente todopoderosos. �Es preferible reír que llorar�, proclama una de esas canciones viejas que se niegan a envejecer porque �ocurre en casi todos los órdenes de la vida� propone algo pero no explica cómo conseguirlo. Una y otra vez lo intentamos y nos morimos de la risa y, un día, nos morimos y punto y, si todo salió más o menos bien, alguien se pone menos o más triste.
DOS Hay casos de tristeza graciosa o de gracia triste mucho más extraños. El arte de Andy Kaufman, por ejemplo. Kaufman �ahora mitificado por una canción de R.E.M. y una película de Milos Forman� fue un pésimo comediante práctico aunque un excelente cómico teórico. Kafman llevó el asunto a su más tenso extremo al armarse una rutina sobre el arte de noreírse y de lo no-gracioso para provocar gracia y risa. Así, todos sus sketches tenían una constante: no ser divertidos. Y la gente se reía de eso. Una y otra vez y alguna vez más. Hasta que �como suele ocurrir con muchos de los cómicos �cómicos�� la gente dejó de reírse. El humor funciona en buena parte gracias a un sistema de repetición de un tic o una frase. El humor �como la leche y la cuenta de la luz� tiene fecha de vencimiento. Si uno puede reírse un poco de alguien que hace reír, entonces cuántas veces puede reírse uno de alguien que no hace reír. Respuesta: muy pocas. Le pasó a Kaufman. Su no gracia dejó de causar gracia y cayó en des/gracia. Kaufman �macrobiótico y meditador� murió de una rara y fulminante forma de cáncer de pulmón que afecta a los que no fuman y a los que no pueden imaginar que algún día serán interpretados por Jim Carrey. No tiene gracia aunque es triste.
TRES El programa de televisión español �Gran Hermano� (no sufran, ya va a llegar ahí) comentado hace unos días en las páginas de este diario por el aquí firmante debe su gracia, también, a la repetición de una perversa cosquilla: cinco chicas y cinco chicos encerrados durante tres meses en una casa que no pueden dejar y vigilados las veinticuatro horas por cámaras y micrófonos. Como esas experiencias a las que de vez en cuando se animan los científicos serios pero en casi broma, a ver qué pasa con los conejillos de Indias. Pasa lo de siempre: te amo, te odio, dame más. Los diez llamémoslos �participantes� empiezan como amigos, mutan a rivales y van siendo eliminados uno a uno, entre ellos y por el público. Previsible. Gracioso. Lo que no es gracioso es que la apuesta inicial al éxito por exposición de culos y tetas haya sido superada por algo mucho más... uh... pornográfico: la exposición impúdica de los sentimientos más primitivos y de los paisajes más domésticos distorsionados por la televisión. Sépanlo: ya no es tan excitante verle el culo a alguien como ver a alguien llorando mientras se limpia el culo. Así, una nueva mutación de un medio que, dicen las encuestas, lleva todas las de perder �hermano pequeño� ante el avance de computadoras y programas interactivos. Cambiar una pantalla por otra y de ahí que ahora la televisión �sin nunca haber alcanzado el máximo de sus posibilidades sino todo lo contrario� intente parecerse lo más posible a un rincón más de ese planeta fantasma llamado La Red. I Love You. No tiene gracia aunque es triste.
CUATRO Lo del principio, lo triste es gracioso. Ejemplo: Un cangrejo encuentra llorando a un langostino en el fondo del mar y le pregunta quéle pasa y por qué llora. El langostino responde: �Estoy preocupado e inquieto porque mis padres se fueron a un cocktail y no volvieron�. Es triste pero tiene gracia.
CINCO Lo que nos lleva a lo que me interesaba llegar. A otra cuestión previsible. Uno está afuera, está lejos, y lee en un diario extranjero que en la Argentina hubo otro paro general (�una protesta pacífica, compañeros�, dicen unos; �poco nivel de acatamiento, correligionarios�, dicen otros) y que otra vez el Ejército Argentino advierte �que las citaciones judiciales y detenciones temporales de oficiales involucrados en la represión ilegal durante la dictadura militar de los años setenta podrían agotar a los soldados y las Fuerzas Armadas�. Después vienen esas palabritas siempre graciosas por todos los motivos incorrectos: �inquietud� y �preocupación�. Palabras que debían ser para uso exclusivo de los langostinos �los que están encerrados, los que no le encuentran la gracia al asunto, los duros de pelar pero tan blandos por dentro� y no para usufructo de los que arman el cocktail.
Así, el mismo chiste de siempre. Uno lo escuchó tantas veces porque a los que lo cuentan les sigue pareciendo divertidísimo. Y no tiene gracia. Pero es triste.

REP

 

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