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Levantan un piquete, se arma otro
El �efecto dominó�

En Orán, los funcionarios de la provincia llegaron a un acuerdo con los piqueteros. Casi sin respirar, partieron hacia Embarcación, donde brotó otro.

Los piqueteros aceptaron la propuesta del gobierno, asediados por el frío, el cansancio y el hambre.
Sólo unos pocos resistieron pero, tras apedrear algunos autos, volvieron en calma a Orán.


Por Felipe Yapur
Desde Orán, Salta

t.gif (862 bytes) Eran las 6 de la mañana cuando por fin las dos partes, los piqueteros y los funcionarios del gobierno salteño, firmaron el acta de compromiso que terminó levantando el corte a la Ruta Nacional 50. Un grupo de piqueteros porfiaba en rechazar la propuesta: pedían trabajo para todos los manifestantes. Pero quedaron en minoría. Para demostrar su descontento lanzaron piedras contra los efectivos y a los parabrisas de los primeros autos que cruzaron el piquete. Casi sin respiro, los funcionarios provinciales, encabezados por el ministro de Gobierno, Gilberto Oviedo, se trasladaron a la localidad de Embarcación donde brotó una nueva protesta, en este caso de 300 desocupados.
A primera vista, la oferta gubernamental para los protestantes de Orán es más que suficiente: sobre los 1200 puestos de trabajo que solicitaron, recibieron 1050. Sin embargo, todos son temporales o dependen de los planes Trabajar. En este rubro 300 vienen de la Nación, otros 300 los genera la provincia. Todos caducan en diciembre. Pero de los planes que ofrece el gobernador Juan Carlos Romero, cien corresponden a una obra de infraestructura, la construcción de un tramo de una ruta, que depende de una empresa privada. Los otros 450 puestos saldrán de la construcción de un barrio con una característica llamativa: la empresa que lo levantará pertenece al ministro. En realidad, Oviedo no se podrá quejar: el salario de sus obreros no saldrá de sus bolsillos sino de la totalidad de los salteños, ricos y pobres.
Este �detalle� no era ignorado por los delegados de los piqueteros Marcelo Astún y Héctor García, representantes de un sector marginado del justicialismo vernáculo. Sólo el desocupado Carlos Cardoso quiso cuestionar este punto, pero luego prefirió hacer un estratégico silencio ya que, según sus propias palabras, �al fin y al cabo es laburo para la gente�.
El acta compromiso estuvo a punto de ser firmada ayer a las 2 de la mañana, y al mismo tiempo fracasar. Fue cuando el ministro Oviedo se negó a rubricarla tras leer que uno de los puntos sostenía que en caso de que las obras por administración sufrieran alguna demora el Estado debía abonar los salarios caídos. El enojo de Oviedo estaba potenciado porque este tema no había sido incluido por los piqueteros sino por el senador provincial Carlos González, un hombre de su redil. Los hombres del ministro pelearon a capa y espada durante toda la noche la retirada de ese punto. Oviedo, en tanto, dormía en un cuarto de hotel. A más de 30 cuadras de allí, los piqueteros hacían malabares para mitigar el frío. Muchas de las mujeres se desesperaban para proteger a sus hijos pequeños, tapándolos con colchas viejas que alguien solidariamente había acercado.
Con las primeras luces del día, los negociadores arribaron a un acuerdo. Astún, García y Cardoso fueron hasta el piquete. El cansancio, el frío y el hambre fueron aliados perfectos para García, que logró dar vuelta una asamblea que en un principio se mostró contraria a los acuerdos alcanzados. Este dijo que todos debían empadronarse para que luego los convocaran al trabajo a partir del primer día de junio. Allí terminó la discusión porque comenzaron a formarse interminables colas para anotar el nombre y el documento del desocupado. Sólo un grupo intentó hacer fracasar esta situación y la emprendió contra los policías allí apostados. Volaron las primeras piedras, luego apuntaron contra algunos autos que pugnaban por atravesar el piquete. Pero no encontraron el eco esperado y, tras un corto enfrentamiento con la policía, todo terminó. Cerca de las 10 de la mañana ya casi no había rastros de las barricadas.
Pero el día para los funcionarios de Romero no había terminado. Ni bien firmaron el acta se trasladaron hacia Embarcación, a unos 60 kilómetros de Orán. En esa localidad los esperaban unos 300 desocupados, quienesamenazaban con cortar la ruta de la pobreza, la 34. Rápidamente los hombres del gobierno, capitalizando la experiencia ganada con los cortes de ruta, detuvieron la movilización al ofrecer 460 puestos de trabajo que generará la construcción de un barrio de 150 viviendas. Mientras tanto, continúan bajando del norte los rumores de un nuevo corte en General Mosconi ante la posibilidad de que no se concreten las promesas realizadas por el gobierno provincial.


Cuatro historias en la ruta

�Acá no tenemos futuro�

Carlos Cardoso tiene 30 años y tres hijos. Hace unos meses perdió un cuarto hijo. A todo esto se sumó el despido del hospital local donde trabajaba y durante el corte de ruta se convirtió en uno de los negociadores.
�Yo estoy muerto de hambre, pero te juro que yo no estoy en las listas que se hicieron para los trabajos prometidos. No quiero que la gente crea que yo conseguí algo por debajo de la mesa.�
�Acá no tenemos futuro. Todos viven el día, si consiguen una changuita, comerán sus hijos. Con lo que nos dieron, Orán podrá dormir tranquilo unos meses. Pero no sé qué pasará en unos meses más.�

�Vuelvo a la política�

Marcelo Astún. De profesión político. Diputado provincial por sólo cuatro meses. Renunció cuando se vio envuelto en un escándalo de robo de cheques. Intentó ser intendente, llevó en su lista a Héctor García. Ahora es el representante de desocupados desesperados que cortan rutas.
�Hemos logrado todo lo que pedíamos. El corte de ruta se levanta en pocos minutos más.� (Martes 16 de mayo, 16 horas)
�No sé qué hacer. No nos quieren dar nada y encima la gente se calienta conmigo. ¿Qué crees que podemos hacer? (le pregunta a Página/12).� (Miércoles 17 a las 10 horas)
�En el 2001 tal vez vuelva a la política. Espero que la gente se acuerde de mí.� (Jueves 18 al mediodía).

�Peleamos por un pan duro�

Jesús Valenzuela tiene 45 años y es albañil. Se entusiasma con la promesa de la construcción de un barrio. Tiene tres hijos a quienes hace estudiar a como dé lugar: �No quiero que terminen como yo, que prácticamente vivo con nada�, dice, y sus ojos se le ahogan en lágrimas.
�Mi padre murió cuando yo era muy chico así que tuve que abandonar la escuela. Pedí en la calle hasta los ocho. Luego fui a las quintas a plantar. Un día aprendí el oficio de albañil y con eso tiré hasta ahora. No quiero que a mis hijos les pase lo mismo y los hago estudiar.�
�Acá no hay trabajo. Las quintas no toman gente porque los productos no tienen precio, encima el ingenio Tabacal está despidiendo gente. Entonces todos nos peleamos por un pan duro.�

�Los voltearemos a piedrazos�

José (no dice su apellido), 18 años, un gran acullico de coca le deforma la cara. Le sirve para mantenerse despierto. No se movió del corte de ruta desde el lunes. Habla a los gritos y gesticula. No tiene trabajo ni estudios.
�No me acuerdo en qué grado dejé la escuela. Igual no sirve para nada. Acá hay muchos que fueron a la secundaria y están tan cagados como yo.�
�Claro que quiero laburar, pero no quiero ser esclavo. Me gustaría irme a Buenos Aires. Sé que está duro, pero bueno, tal vez gane guita.�
�¿Los políticos? Son todos unos hijos de puta. Mi viejo era peronista y sólo conseguía bolsones de comida de ellos. Después se cagó muriendo.�
�Mejor que la cana y los gendarmes ni se acerquen. Los vamos a voltear a piedrazos. Acá están los machos de Orán�, dice y larga una carcajada.

 

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