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Los amigos de Schubert
Por Juan Gelman


Es un dibujo en sepia titulado �Noche con Schubert en la casa de Joseph von Spaun�: el músico, de anteojos frente al piano, está algo opacado por la figura del barítono Johann Vogl que lo puso en boga y en el diseño traza con su mano un gesto enérgico. En la audiencia, subyugada por la música, hay mujeres y hombres destacados como el gran dramaturgo Franz Grillparzer, y algunos funcionarios del imperio de los Habsburgo. Son los amigos y protectores de Schubert y preside la reunión un retrato de la condesa húngara Carolina von Esterházy, musa de los últimos años de vida del compositor. El único desatento es el más íntimo, Franz von Schober, que coquetea con su novia. Y no parece casual que el pintor romántico Moritz von Schwind mostrara a Schober como la nota discordante del concierto: le reprochaban una influencia perniciosa sobre Schubert que finalmente le deparó una sífilis.
La obra data de 1868 y fue concebida 40 años después de la muerte del músico a los 31 de edad. Es una reconstrucción histórica que ofrece una visión amable y doméstica del compositor y de su círculo de amistades, una visión que, llevada al extremo, alimentó a principios del siglo XX el mito de un Schubert regordete, autor de hermosos lieder y rodeado de amigos solícitos y creativos. Algo de verdad tiene que haber en esa mezcla de individualismo y sentimentalismo burgués, dado el contexto político y social en el que la mejor respuesta al fracaso de las ideas revolucionarias y los retrocesos reaccionarios que imponía Metternich era, para ese grupo, el rechazo del mundo exterior, el refugio en la subjetividad y el cultivo de relaciones personales intensas.
También �el amor a todo lo que es bueno�, para el que el mundo ideal sólo existía en el arte, con la música al frente. Curiosamente, la policía política vienesa recibió varias denuncias de que el grupo constituía una organización sospechosa, confirmando que la belleza es subversiva. Pero sus integrantes discutían sobre estética y sus preocupaciones morales los llevaban a editar el anuario Contribuciones a la educación de los jóvenes. Schubert �que a los 14 años había escrito su primera canción, una �Fantasía para dos pianos� y tres cuartetos para cuerdas� no permanecía ocioso: de noviembre de 1814 a setiembre de 1816 compuso 360 de sus 1000 opus, siendo �como era� uno de los compositores más fértiles de todos los tiempos.
Se ha dicho que cada generación se apropia de Schubert a su modo y hoy proliferan las interpretaciones que le atribuyen una identidad homosexual reprimida en el marco de un régimen moralmente represor. La evidencia en tal sentido es perfectamente insustancial. Abunda, en cambio, la que habla de su interés por las mujeres. Pero no es fácil entender cómo se movía la sexualidad de y en ese grupo de amigos, tal vez mediada por la música. Véase este fragmento de la carta que en 1816 una figura clave del círculo, Anton Ottenwalt (26 años), dirigiera a Schober (19) describiendo una velada: �Las notas me transportaron... Le di al amigo Karl mi mano derecha y la izquierda al querido Ferdinand, sentado del bracete junto a Kenner. Me acercó con su mano derecha y mientras las notas hablaban directamente al alma, sentí el apretón fervoroso y gentil de sus manos, miré una y otra vez sus rostros y sus queridos ojos, estaban tan inmóviles allí sentados, placenteramente acunados por la música... Y los miré pensando: oh, ustedes, almas buenas, ustedes son realmente felices en su inocencia. La música los vuelve más dulces, pero no tristes, no turbados; lo que el corazón de ustedes desea lo encuentra en la mano de un amigo, y no desean otra cosa ustedes, a los que la melodía sólo acerca dimensiones elevadas�. (Imagino la cara de algunos señores cuando terminen de leer esta cita.)
La carta de Ottenwalt remite tentadoramente al Banquete de Platón, en que el comensal Aristófanes propone, más que una justificación fisiológica de la homosexualidad masculina, una defensa moral de la homofilia, de amor de hombres adultos por muchachos: los últimos, dice, son por naturaleza �mucho más varoniles� y al amar a hombres y aprender de ellos se convierten en �los mejores estadistas� cuando llegan a la adultez. Claro que aquí se trata de la instalación de una costumbre en la antigua Grecia con fines no solamente eróticos, sino también políticos. No era el caso de la Viena de comienzos del siglo XIX, y menos en el círculo de amigos de Schubert, totalmente ajenos a la política. En el Banquete, Agatón, otro invitado, expone las razones de la equivalencia entre los efectos de la poesía y los efectos de Eros. ¿Pasaría algo de esto con la música, alrededor del compositor? En todo caso Eros, para Eurípides, es el gran educador. Para Platón, por el aprendizaje de Eros se llega a dominar la ciencia de lo Bello.
Acosado por la enfermedad y la pobreza, Schubert compuso obras maestras extraordinarias en sus cuatro años postreros: las últimas sonatas para piano, el quinteto de cuerdas en do mayor, la gran sinfonía en do mayor y la sinfonía inconclusa, el ciclo de canciones El canto del cisne, entre otras. Se consideraba entonces �el ser más desafortunado y miserable del mundo�, escribió a un amigo, el pintor Leopold Kupelwieser. Y en 1824 también escribió: �Lo que produzco se debe a mi comprensión de la música y a mis dolores�. Schumann dijo que el romanticismo de Schubert no estaba �forjado en humo�. Y alguna vez habrá que explorar a fondo la latitud universal de su música, acuñada en las condiciones concretas de la Viena de los Habsburgo, en que restos de campo abandonados flotaban como islas en un mar de urbanización creciente y se instalaba la ética del capitalismo. Esa que prefiere lo útil a lo bello y que exige además que lo bello sea útil.

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