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Negro contra blanco contra negro,
un modelo para armar en Africa

Criticarla es difícil porque sus víctimas son ex victimarios colonialistas. Pero la expropiación de las haciendas blancas en Zimbabwe es un precedente explosivo para la región. Y oculta la mucho mayor violencia contra la oposición negra al presidente Mugabe.

El presidente de Zimbabwe Robert Mugabe espera que el racismo negro rinda frutos electorales.


Por Alfredo Grieco y Bavio

t.gif (862 bytes) La explicación de la situación actual en Zimbabwe es tan simple que parece sospechosa. Un dictador caído en el descrédito busca un chivo expiatorio para distraer y dirigir la opinión pública. Y, de algún modo como Leopoldo Fortunato Galtieri en 1982, lo encuentra sin dificultad y en el mismo lugar que el argentino: en los viejos, odiados imperialistas británicos. Sólo que en la ex Rhodesia los blancos están más cerca, la Gran Bretaña laborista está más lejos y menos dispuesta a auxiliar a sus compatriotas a medias, y el dictador puede usufructuar del odio racial africano.
Un plan simple 
El resultado del plan simple del dictador Robert Mugabe fue la progresiva ocupación violenta de fincas agrícolas que empezó el pasado febrero. Como sus propietarios son descendientes de los antiguos conquistadores coloniales, y beneficiarios del anterior régimen racista de esta nación sudafricana, todo parece adquirir una legitimidad inobjetable. Tanto mayor cuanto que los ocupadores (generalmente desempleados por el pésimo desempeño económico de los últimos 20 años) son liderados por veteranos de la guerra de independencia que en 1980 llevó al poder a Mugabe. 
Quienes critican las usurpaciones no pueden aspirar así a ninguna corrección política. Condenar el terror en el que viven los terratenientes blancos (una decena fue muerta, muchos más heridos o golpeados) parecería equivaler a una abogacía especializada en favor del régimen de la tierra que dejó la herencia colonial. Al menos, ésta es la versión que quiere imponer Mugabe. Y no sólo es de él. Porque es difícil, para cualquier líder del Africa negra, refutarla. Para empezar, el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, rehusó condenar las reivindicaciones armadas de las poblaciones locales. Como sucesor de Nelson Mandela, también él conoce la experiencia del apartheid.
Esta no es la primera vez que Mugabe busca, y encuentra, un chivo expiatorio. Ya consiguió hacer condenar a su ex hombre fuerte bajo la acusación de homosexualidad, que en Zimbabwe, y gracias a su prédica, es un crimen. Una �camarilla homosexual� era un logro muy acertado a la hora de exculparse por administración corrupta y abuso de poder. Pero no podía eternizarse, ni era suficiente. Y no había tampoco demasiado que expropiar, y con lo que satisfacer a la mano de obra desocupada de las guerrillas independentistas que después de todo integran su base de poder ante los reclamos de la oposición democrática. 

Apartheid en negativo

La invitación al racismo negro se ha convertido en la política de Estado para el presidente Mugabe. Sin embargo, detrás de ella no se ha encolumnado el conjunto de la población originariamente africana al punto que lo desea su obligatorio líder. La gran paradoja de la situación actual en la ex Rhodesia es que los defensores del supremacismo blanco en la década del �70, empezando por el emblemático Ian Smith, pertenecen hoy al partido demócrata. �Puedo estar tranquilo, tengo más amigos negros que Mugabe�, comentó con arrogancia Smith al recibir la noticia de la ocupación de una estancia ganadera suya. La arrogancia de Smith no puede sorprender, pero sí que su afirmación sea cierta. 
La oposición se nuclea en Zimbabwe alrededor de dos polos, los Partidos Unidos (UP) y el Movimiento para el Cambio Democrático (MDC). Y quienes los apoyan son castigados a lo largo del país por cuadros del oficialista Zanu-PF, el partido de Mugabe. Son golpeados, torturados (generalmente en público, para intimidar mejor) y asesinados. Las víctimas se cuentan por miles. Las técnicas de terror son conocidas en muchas dictaduras; lo que puede asombrar en Zimbabwe es su grado de publicidad. En la capital Harare hay �chupaderos�. En uno de ellos sesiona Chenjerai Hunzvi, autoapodado �Hitler�, líder de los veteranos de guerra que apoyan incondicionalmente aMugabe: allí, durante las últimas semanas, centenares de personas fueron sistemáticamente torturadas. También sistemáticamente se visitan los suburbios donde se sospecha que hay partidarios de la oposición.
En el interior de Zimbabwe sobrevivir puede ser aún más difícil. El jueves cerró en Chimanimani la empresa Border Timbers, la mayor de su tipo en el país, después de que los veteranos la invadieran, amenazaran a los gerentes y golpearan a muchos de sus 3500 empleados. En la ciudad central de Kweke, partidarios de Mugabe intentaron asesinar al candidato del MDC para el Parlamento, Blessing Chibundo, e incendiaron su casa. En la provincia de Mashonaland, centenares de maestros han huido de sus hogares para evitar represalias de los partidarios de Mugabe. �A pesar de todo lo que Mugabe le haya dicho a la comunidad internacional, estamos en pleno reino del terror�, sostiene Morgan Tsvangirai, presidente del MDC.

Los contagios sanguíneos 

Con las invasiones de la tierra de los blancos, Mugabe recuperó liderazgo continental. En Kenya, un ministro blanco en el gobierno, Basil Criticos, denunció que dos fincas en la costa habían sido invadidas por los sin tierra, siguiendo las incitaciones del político Stephen Ndichu a seguir el ejemplo de Zimbabwe. En el Africa ecuatorial, Kenya es, como Zimbabwe, una ex colonia británica. La mayoría de los blancos abandonaron sus tierras voluntariamente después de la independencia en 1963. Sin embargo, las unidades de explotación agropecuaria en manos blancas son algunas de las de mayor extensión. Y esto en un país donde la posesión de la tierra es una de las cuestiones más divisivas. 
El de Kenya es sólo un caso en un contagio cuya verdadera dimensión resulta difícil de calcular. Pero el más cercano, y el más rico, de los contagiados es Sudáfrica. En el Transkei, provincia de El Cabo, grupos representantes de los desplazados durante el apartheid se manifestaron en favor de una ocupación de tierras siguiendo el modelo de Zimbabwe. 
El sudafricano Thabo Mbeki extremó la discreción. Es el principal interesado en que no cunda la violencia en el Cono Sur de su continente, para el cual al asumir como presidente había imaginado un �renacimiento� que acabó, una vez más, en blanco y negro. Viajó a Londres para encontrarse con el premier Tony Blair, y actuar así como oficioso mediador con Zimbabwe. En 1998 los terratenientes blancos �que conservan la doble ciudadanía con Gran Bretaña� y el gobierno de Zimbabwe habían firmado un acuerdo que debería ser la ley de la reforma agraria. Se prevé una entrega pautada de las tierras, pero también una indemnización a precio de mercado. Londres ofreció 57 millones de dólares como contribución al resarcimiento, pero siempre y cuando el traspaso ocurra sin violencia, y el beneficio no sea para el partido de Mugabe, sino para la mayoría de la población sin tierra. El gobierno de Zimbabwe quiere ya las tierras para los veteranos de guerra, y también los millones de Londres; y descalificó las condiciones del acuerdo de 1998 como �imperialistas�. 
La ONU es garante del acuerdo. Pero su desempeño como fuerza pacificadora en Sierra Leona hace pensar que será sólo el peso de la diplomacia británica �y, llegado el caso, el de su fuerza militar�, lo único que podrá hacerlo valer. Entretanto, Robert Mugabe espera obtener ventajas pronto, de cualquier tipo. Las elecciones legislativas son en julio. Con el terror está consiguiendo muchos votos. Para conseguir los otros quiere tener algo que ofrecer.


Claves

  Desde febrero, el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, alentó una política de expropiaciones contra los hacendados blancos, que controlan gran parte de la tierra fértil. Mugabe busca ganar popularidad antes de que se celebren las elecciones legislativas en julio. 
  Pero su táctica no puede explicarse exclusivamente en términos del racismo negro. Es que los que más sufren por la violencia en Zimbabwe son los opositores negros del presidente Mugabe. Miles de ellos han sufrido palizas o torturas. Un número creciente ha sido asesinado. 
  En el resto de la región se teme el contagio de esta crisis. En Kenya y Sudáfrica ya se registraron presiones desde la población negra para seguir el ejemplo de Zimbabwe y expropiar las tierras de los blancos.

 

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