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EN EL 40º ANIVERSARIO DEL TEATRO
 SAN MARTIN, UN BALANCE DE su responsable, KIVE STAIFF 

�Un director tiene que entender algo de números�

Ocupó el cargo 17 años, tanto con gobiernos militares como con civiles. La merma de gente obedece a que �la sociedad está triste�.

El frente del San Martín, ex Teatro Municipal, que mañana cumple cuarenta años de actividad artística. 


Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) El gestor cultural Kive Staiff acumula nada menos que 17 años al frente del Teatro San Martín. Trabajó allí en épocas bien diferentes, para gobiernos militares y para gobiernos civiles: entre 1971 y 1973; entre 1976 y 1989, y desde 1998 hasta hoy (antes, en 1991, estuvo a cargo de Asuntos Culturales de la Cancillería, desde donde pasó en 1996 a la Dirección General del Teatro Colón). Por eso, seguramente, es, además, el director más controvertido, básicamente por haber aceptado la conducción del San Martín tras el golpe de 1976. Su experiencia en el teatro se inició a fines de 1971. Hasta entonces se había desempeñado como crítico teatral del diario La Opinión, y trabajado en las revistas Confirmado y Análisis. En el manejo de los teatros oficiales, dice, su trayectoria debería demostrar que ha llevado adelante �una actitud de protesta� contra lo establecido. En su opinión, cuando llegó al métier, en ese ámbito �se ofrecía un repertorio presuntamente aséptico, a la búsqueda de la unanimidad y basado en el supuesto de que un teatro público no debe comprometerse políticamente�. El resultado era una programación en la que �sobreabundaban las comedias clásicas, con un criterio meramente formal�. 
�¿Cómo definiría a aquella primera gestión?
�Encaré la temporada 1972 tratando de poner en práctica mis teorías de renovación, y creo que fue bien. Ese año montamos Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen, en una adaptación de Arthur Miller; El círculo de tiza caucasiano, de Bertolt Brecht; Las troyanas, de Eurípides, en versión de Jean-Paul Sartre; Yvonne, princesa de Borgoña, de Witold Gombrowicz, dirigida por Jorge Lavelli; Nada que ver, de Griselda Gambaro; Mea culpa, de Elena Antonietto... Era un repertorio de fuerte sustento político e inhabitual para un teatro oficial. Fueron éxitos antológicos. Era un tiempo muy particular, el año previo al retorno de Perón, a las elecciones de febrero del �73, con el triunfo de Cámpora. Permanecí hasta mediados de ese año, hasta que llegó el peronismo y volví a mi trabajo en La Opinión. 
�La segunda gestión se inició en 1976. ¿Cómo fue entonces?
�Después del golpe militar me convocó Ricardo Freixat, secretario de Cultura de la ciudad. El intendente era el brigadier Cacciatore. Ahí me dediqué a ampliar los cimientos del teatro, a proyectarlo como institución, más allá del fracaso o del éxito de los espectáculos. 
�¿Se autocensuraba?
�Sí, claro, pero coincidieron algunas cosas a mi favor: una cierta protección que me otorgó Cacciatore y su entendimiento de que Buenos Aires era una especie de feudo que él regía. Creo que jugué lealmente, que mi autocensura tenía buen olfato: extendí las posibilidades hasta un límite aceptable. No podía estrenar una obra de Brecht, como en el �72, ni de Osvaldo Dragún...
�¿Qué hizo entonces? 
�Ahí nos afirmamos en los clásicos, que son un reaseguro muy importante. ¿Cómo impugnar a Shakespeare, a Calderón, Lope de Vega o García Lorca? Supe que era posible hacer teatro, también porque la dictadura militar miraba con cierto desdén nuestra actividad. Se la veía como un arte minoritario e infinitamente menos peligroso que el cine y la TV, donde sí había una mayor censura. Lo demuestra el hecho de que muchos actores y actrices prohibidos pudieron trabajar en el San Martín, como María Rosa Gallo, Alejandra Boero, Osvaldo Bonet y Lautaro Murúa, quien se fue al exilio desde este teatro, desde mi oficina. Fue un episodio muy doloroso. 
�Cuando habla de �ampliar los cimientos�, ¿a qué se refiere?
�A ofrecerle al espectador otras manifestaciones. Recreamos la compañía de ballet y fundamos la de títeres, creamos el elenco estable, organizamos ciclos de música en el Hall... Recuerdo haber contratado a Mercedes Sosa.
�Pero eso fue muy posterior... �No, los recitales en el Hall tuvieron una convocatoria extraordinaria y se realizaron en pleno gobierno militar. Empezamos en 1979. Después hicimos giras por el interior, por América latina, y consideramos la importancia de la presencia de algunos espectáculos extranjeros. En los últimos años del �80 estábamos tocando el millón de espectadores por año. La mayoría pertenecía a la clase media y el promedio de edad era de treinta años, pero había indicios de un público de clase baja.
�¿Y ahora?
�En los últimos diez años hubo una reducción muy grande de concurrentes. El país se empobreció y es más escéptico. Hay una cierta tristeza en esta sociedad, que se contempla a sí misma y no puede creer lo que le pasa. 
�¿Le alcanza el presupuesto?
�Tenemos 22 millones de pesos. Nos alcanza para la programación de este año, pero no permite pensar en otros emprendimientos. 
�¿Hoy es más difícil conducir el San Martín?
�En un sentido económico sí, pero hay una condición básica maravillosa: la libertad de elegir sin autocensura. En otra época no habríamos podido hacer Mein Kampf. Hubo un momento fenomenal, a fines del �83, cuando asumió Alfonsín. Allí continué en la dirección, y fue un honor. Fui uno de los pocos funcionarios de cierta categoría que, habiendo trabajado bajo el gobierno militar, pudo continuar. Fueron dos o tres años extraordinarios para el teatro porque la gente tenía necesidad de reunirse. 
�¿Por qué fracasó en el Colón?
�Yo no la viví como un fracaso. Tal vez no se dieron las circunstancias políticas. Había un gobierno nuevo en la ciudad y acepté porque era un desafío. Pero el Colón es en parte un monstruo. Dirigir un teatro es muy complejo. Hay que tener buen oído para escuchar las necesidades de la gente, porque el teatro no es un arte inocente, no es un mero entretenimiento ni se satisface sólo con el placer estético. El escenario es una tribuna, un lugar desde donde se puede ayudar a reflexionar. Por eso un director debe rodearse de buenos colaboradores y, algo muy importante, ser un buen crítico y entender de números.


La historia de un símbolo cultural

Lo que el Teatro San Martín festeja mañana son los cuarenta años de actividad desde la inauguración de su actual edifico, construido en el predio del Teatro Municipal (de 1943). El proyecto de la obra, en su momento una vedette, fue de los arquitectos Mario Roberto Alvarez y Macedonio Oscar Ruiz, y la construcción comenzó en 1954. El festejo convertirá al teatro en una especie de �instalación� para ser recorrida por el público, y observada en su funcionamiento bajo la guía del personal escenotécnico. La temporada actual es una de las más prolíficas de la historia del teatro, que depende del municipio porteño.
La fundación de un teatro de la ciudad había sido un propósito de vieja data. Ya en 1912 el Concejo Deliberante había aprobado la creación de un teatro destinado �a espectáculos moralizantes e instructivos�. Pero recién en diciembre de 1936, la Municipalidad decidió la compra del Teatro Corrientes, ex Nuevo (de Corrientes 1528), inaugurado en 1910. Tiempo después, ese espacio le fue entregado en concesión (en 1937) a Leónidas Barletta, pionero de los independientes y fundador del Teatro del Pueblo. Pero el acuerdo se desmoronó y Barletta fue desalojado por decreto tras el golpe militar del 4 de junio de 1943. Luego de algunas refacciones, se creó el Teatro Municipal, inaugurado el 23 de mayo de 1944 con el estreno del drama popular Pasión y muerte de Silverio Leguizamón, de Bernardo Canal Feijóo. 
Por entonces una comisión de censura controlaba todo. Era el tiempo de los generales: los gobiernos militares de Pedro Pablo Ramírez (1943-44) y Edelmiro Julián Farrell (1944-1946). Los encargados de supervisar �el buen comportamiento� eran los mismos inspectores de policía que vigilaban el cumplimiento de las leyes de profilaxis en prostíbulos. Según un decreto, el Municipal debía tener como objetivo �el fomento del teatro nacional en sus más puras fuentes tradicionales�. En 1950, cuando el viejo edificio de Corrientes 1528 estaba a punto de caer bajo la piqueta, las autoridades decidieron que la sala se denominase Municipal General San Martín. Fue entonces cuando se produjo la demolición definitiva. Las nuevas obras comenzarían recién en 1954. 
El edificio proyectado por Alvarez y Ruiz presentó enormes dificultades, algunas tan absurdas como la de no prever la boletería. Fue inaugurado el 25 de mayo de 1960, bajo la presidencia de Arturo Frondizi (1958-1962), con las tres salas que hoy se conocen, a las que fueron sumándose salones de exposición, un cine, talleres, depósitos y gabinetes. La obra demandó siete años, cargando con la indiferencia de los gobiernos y con políticas de diverso color: el segundo mandato de Juan D. Perón (1952-55) y los gobiernos militares de Eduardo Lonardi (1955) y Pedro Eugenio Aramburu (1955-1958). Tampoco hubo una programación inmediata. La actividad se inició recién un año después con un collage de obras de autores rioplatenses, �Más de un siglo de teatro argentino�.

Los directores generales

Esta es la lista completa de los directores generales del teatro:
  Carmelo Tornello (agosto a diciembre de 1961)
  Cirilo Grassi Díaz (enero de 1962 a junio de 1967)
  Máximo Mayor (julio a diciembre de 1967)
  César Magrini (enero a noviembre de 1968)
  Juan Carlos Muiño (noviembre a diciembre de 1968)
  Fernando E. Lanús (diciembre/68 a febrero/71)
  Francisco Armisen (febrero a mayo/71)
  Emilio Villalba Welsh (mayo a noviembre/71)
  Kive Staiff (noviembre/71 a junio/73)
  Juan Oscar Ponferrada (junio/73 a junio/74)
  Alfredo Barcalde (junio a diciembre/74)
  Ariel Keller (enero/75 a marzo/76)
  Kive Staiff (abril/76 a julio/89)
  Emilio Alfaro (julio/89 a julio/91)
  Eduardo Rovner (agosto/91 a julio/94)
  Juan Carlos Gené (agosto/94 a agosto/96)
  Ernesto Schoó (agosto/96 a mayo/98)
  Kive Staiff (desde mayo/98)

Festejos gratuitos

Este es el programa de actividades que se concretarán mañana, todas con entrada libre:
  15 a 22. El San Martín en fotos. Muestra colectiva.
  15 a 17.30. Visitas guiadas por el Teatro. Cada media hora desde el Hall Central. 
  15.00. Los musiqueros (Momusi). En el Hall Central.
  15.30 a 18.30. Grupo de Titiriteros. Exhibición de títeres y técnicas de manipulación de los muñecos. Sala Cunill Cabanellas.
  16.30. Rubén Carrasco y su grupo de proyección étnica argentina. Hall Central. 
  17 a 20.30. Desfile de vestuarios. Alumnos de la Escuela de Arte Dramático de la Ciudad vistiendo los trajes de personajes del repertorio histórico del Teatro.
  18.00. Dúo Vat-Macri. Hall Central.
  19.30. Jorge Navarro Trío. Hall Central.
  20.30. Acto de cierre. Monólogos, anécdotas y fragmentos de piezas teatrales a cargo de primeras figuras. Dirige Claudio Hochman.

 

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