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OPINION

El ajuste de nunca acabar

Por Julio Nudler

El informe que distribuye los domingos la Fundación Capital fue ayer sorprendentemente amargo, como si los economistas que conduce Martín Redrado no se hubieran dejado endulzar por la bocanada de optimismo que ventiló el ambiente estos últimos días. Para ellos, que no se destacan por sustentar posiciones de izquierda, la reducción de sueldos anunciada el lunes afectará las expectativas de un sector social más amplio que el directamente alcanzado, reduciendo el consumo y la propensión a endeudarse. Retrasará por tanto la reactivación, que es la pieza que aún le falta a todo este esquema para que pueda funcionar, al menos por un tiempo. El reporte va más lejos: dice que el último paquete "instala la sensación de ajustes graduales y continuos que nunca terminan".
Nadie sabe, en realidad, cuándo habrá nuevos ajustes, aunque sí que los habrá tan pronto la recaudación no crezca lo suficiente. Cuando José Luis Machinea declara que, teniendo en cuenta la alta tasa de desocupación, optaron por cortar sueldos en lugar de despedir 30.000 empleados públicos, sugiere una cuestión espinosa: ¿esos 30.000 empleados sobran?, ¿el sector público no los necesita? En este caso, si no los echaron esta vez, los echarán la próxima porque la Convertibilidad con retraso cambiario no aguanta que el Estado pague sueldos prescindibles. Lo que los redradistas parecen preguntar es por qué no se hace toda la cirugía de una sola vez.
Lo bueno, para la FC, es que en la vorágine de mayo al sector financiero no se le moviera un pelo, y que tampoco haya surgido ninguna amenaza para el peso. Sin embargo, el mes último volvió a caer el crédito al sector privado, esta vez un 0,4 por ciento. Hubo menos financiamiento para la producción (descuento de documentos, adelantos), menos préstamos prendarios y personales, mientras los hipotecarios aumentaban un 0,7 por ciento, magra conquista tras la furiosa campaña lanzada por los bancos hace casi tres meses. El temor al porvenir puede más que la reducción de tasas y la extensión de plazos. Y ahora, para colmo de males, "las condiciones serán más duras, ya que prácticamente se han cerrado los mercados para las emisiones privadas" (con las que se fondean los bancos en los mercados internacionales).
En síntesis, los redradistas no creen demasiado en que el consumo y la inversión ayuden a empujar la economía, sólo impulsada hasta ahora por las exportaciones, pero centran su análisis en un problema de expectativas. Lo que se trasluce es un reptante desencanto con la Convertibilidad, aunque todos le juren adhesión, incluido el equipo oficial, que administra su crisis tal vez irreversible mientras trasiega fórmulas para crecer.

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