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�La represión fue un plan que manejó el Pentágono desde Panamá�

Julio César Urien, el ex marino preso durante la última dictadura por negarse a integrar los grupos de tareas, declarará el miércoles en el juicio que Italia lleva adelante contra Guillermo Suárez Mason.

Por Victoria Ginzberg
t.gif (862 bytes)  A fines de 1972 el batallón de Infantería de Marina al que pertenecía Julio César Urien fue organizado en “grupos de tareas”. Iban a secuestrar a dirigentes de izquierda y entregarlos a los servicios de Inteligencia. La madrugada del 17 de noviembre, pocas horas antes de que aterrizara en Ezeiza el avión que traía de vuelta a Juan Domingo Perón, esa unidad militar, que operaba en la Escuela de Mecánica de la Armada, se sublevó. “Nos negábamos a actuar como fuerzas represivas”, explica Julio César Urien, partícipe de la rebelión. El ex marino, que estuvo preso durante toda la última dictadura, declarará el miércoles en el juicio contra Guillermo Suárez Mason, Santiago Omar Riveros y otros cinco militares argentinos que se está efectuando en Italia. Urien narrará cómo la represión fue parte de “un plan que respondía a la Doctrina de Seguridad Nacional que tuvo como base la Escuela de las Américas que manejó el Pentágono en Panamá”.
Urien entró a las Fuerzas Armadas por tradición militar. Se recibió de oficial en 1971, junto con Alfredo Astiz, y a principios del año siguiente estaba haciendo cursos de “comandos antisubversivos” en Tierra del Fuego. “Allí nos torturaban para prepararnos en función de la represión que se iba a venir”, relata. El ex marino recuerda: “después del Cordobazo la instrucción militar pasó a estar dirigida hacia la represión interna, sobre todo represión a las masas –como manifestaciones callejeras– y a grupos guerrilleros. Nos daban manuales teóricos y práctica concreta. Dentro de los regimientos unos hacían de trabajadores de una fábrica y otros de represores”.
Después de los fusilamientos de Trelew del 22 de agosto de 1972 la Marina decidió tomar “recaudos” ante posibles represalias. El batallón de Urien fue trasladado a la ESMA y en noviembre fue estructurado en grupos de tareas. El plan era que los miembros de la unidad actuaran de civil y que los oficiales a cargo fueran rotando, “para comprometer a todos”. Pero a los diez días se desencadenó la sublevación. La mayoría de los partícipes estaban identificados con el peronismo. “Fue expresión de un grupo de oficiales y suboficiales jóvenes que nos oponíamos a la política de obediencia debida y planteábamos el respeto de la soberanía popular. Salimos a abrazarnos con el pueblo y a ponernos a las órdenes del general”, manifiesta Urien.
Como consecuencia del levantamiento fueron detenidos alrededor de sesenta marinos. Los suboficiales fueron dados de baja y los oficiales puestos en disponibilidad. Después de la muerte de Perón todos fueron dados de baja. “Este grupo nunca fue reconocido por negarse a reprimir”
Urien exigió ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que quienes fueron echados de la Fuerza por negarse a aceptar órdenes aberrantes sean reincorporados en situación de retiro.
Muchos de los marinos que participaron de la sublevación de la ESMA se incorporaron a la “militancia civil”. Varios están desaparecidos, entre ellos el guardamarina Mario Galli –que estuvo secuestrado en la ESMA con su mujer y su madre– y el cabo segundo Juan Domingo Tejerino –también pasó por la ESMA–. El teniente de navío Carlos Lebrón fue asesinado en Tucumán en agosto de 1976.
Después de la rebelión, Urien fue a prisión hasta la amnistía camporista. Pero antes del golpe militar fue apresado nuevamente por la Triple A y no salió en libertad hasta que los militares dejaron el poder. “Pasé por todas las cárceles del país, estuve en pabellones de la muerte donde nos consideraban irrecuperables. Soy un sobreviviente. Una vez, en La Plata, me sacaron a mí y otro compañero y nos tuvieron en el Regimiento Siete de Infantería durante tres días para ser fusilados. Por relaciones familiares zafé, pero llevaron a otro compañero en mi lugar. Después aparecí en Sierra Chica”, relata el ex marino. A pesar de su oposición a los indultos, milita en el PJ y es secretario de adoctrinamiento y acción política de ese partido en el Tigre. Está en el mismo lugar donde vivían y trabajaban los cuñados Martín Mastinu y Mario Marras, cuyos casos se están exponiendo en estos días ante el tribunal romano que juzga en ausencia a los represores argentinos. Mastinu y Marras eran operarios de los astilleros Astarsa y Mestrina. Marras fue asesinado el 22 de mayo de 1976 y Mastinu desapareció en julio de ese mismo año. La Justicia italiana también reclamará por las muertes y desapariciones de Laura y Guido Carlotto, Pedro Mazzocchi, Norberto Morresi, Luis Alberto Fabbri y Daniel Ciuffo.

 

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