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"Santaolalla pretende dar órdenes a todo el mundo"

El saxofonista Ara Tokatlian cuenta por qué se siente orgulloso de Arco Iris, y contesta a los ataques de su ex compañero en el grupo.

Por Cristian Vitale
t.gif (862 bytes)  Hacen falta apenas dos dedos de una mano para contar los grupos de rock argentinos con más de 30 años de trayectoria. Vox Dei es uno y Arco Iris otro. La permanencia de una misma formación no es de todas maneras un dato muy rockero, si se tiene en cuenta que Los Beatles duraron menos de una década y, por citar casos nacionales, Sui Generis --que por eso ahora puede volver-- menos de cinco años. En el caso de VD y AI, hay un diferencia esencial: mientras los responsables de La biblia sufrieron varios impases, Arco Iris nunca paró de tocar. Aquí, en Argentina, hasta la grabación del disco Los Elementales (1977) y en Estados Unidos hasta el presente. En total, Arco Iris grabó 17 discos. Los primeros seis con bajo el liderazgo de Gustavo Santaolalla. Y el resto, con Ara y Dana Tokatlian al frente desde 1975, luego de que el hoy exitoso productor se cansara de tanto yoga, verdura y sahumerios.
El abandono de Santaolalla generó por entonces un interrogante sobre cuál sería el genuino Arco Iris. Si aquel que irritó al establishment rockero de los 70 con esa innovadora propuesta que iba de la fusión entre rock y folklore a la familiar vida comunitaria, o el siguiente, que mantiene aquellos ideales, adiciona condimentos sonoros --sobre todo percusivos--, carece de las composiciones de Santaolalla. Aquel que alcanzó el cenit progresivo de la escena vernácula con gemas a veces incomprendidas en su tiempo como la ópera rock "Sudamérica. O el regreso de la aurora" (1972) o éste de escenarios chicos, vida bucólica y difusor indiscutible de cultura sudamericana en Estados Unidos.
Para Ara Tokatlian, sempiterno saxofonista del grupo, obviamente no hay dudas. El y Dana, guía espiritual y hacedora del camino iniciático, decidieron tatuarse la banda en el corazón y llevarla latiendo hasta el último minuto de sus vidas. Lo que para Santaolalla es pasado pisado, para ellos es nítido presente. Desde 1978, viven en Los Angeles, en una centenaria cabaña rodeada de bosques y animales. E integran la organización Music Center On Tour, un conglomerado de 75 artistas internacionales que difunde diversas expresiones artísticas. "Te ponen 120 conciertos anuales en toda California, y tocás en parques, bibliotecas y universidades. Está bien pago. Con eso y los clubes de jazz estamos conformes", cuenta Ara. Además, casi todos los años bajan a Buenos Aires. Paran en el departamento de Palermo, aquel que fuera comunidad en los primeros setenta y tocan. En esta visita a su país, concretaron 12 shows en ciudades de Buenos Aires y Santa Fe. "No queremos perder el contacto con nuestra gente. Y menos con nuestra tierra. Solemos ir a Costa Bonita, cerca de Necochea, lugar que nos sirvió de inspiración para viejas obras como Tiempo de resurrección o Sudamérica", cuenta el saxofonista en una entrevista con Página/12.
--¿Es apresurado identificar a este Arco Iris con la New Age o definirlo como un grupo de música étnica?
--¿Vos dirías que el Arco Iris es más rojo que amarillo, o más verde que azul? Es realmente difícil contestar esta pregunta. No es casual que el grupo se llame Arco Iris, un sinfín de colores que se fusionan y pasan de uno al otro sin que se note. Somos exactamente eso, no se ve dónde empieza un sonido y dónde termina otro. No somos ni jazz, ni pop, ni fusión ni new age, pero somos todo a la vez. Diría que hacemos un género llamado Jazzambachacapoprock.
--¿Y cómo hace para que sus músicos entiendan?
--No es complejo. Tengo una formación autodidacta en lo folklórico, pero muy estudiada en jazz. Esto me permite jugar con la imaginación y, a su vez, con la sabiduría musical. Cada uno pone los colores que más le gustan en mi paleta de pintor y yo pinto algo. En eso que pinto está el color de todos mis músicos. Esto lo quiero recalcar porque es un rasgo que nos diferencia de un pasado caracterizado por el mandato de Gustavo y la obediencia del resto. Yo digo a mis músicos: "Este tema sugiere el altiplano, una tarde con una niebla que está bajando, un sol que se muere y un cactus, ésa es la imagen" y quiero que el solo de guitarra sea volado. Y ya está. No me gusta mandonear a nadie.
--¿Esto debe ser leído como un resentimiento contra la figura de Santaolalla?
--No, es una realidad. Antes la banda era así. El otro día compré Tiempo de resurrección a tres pesos en una disquería y lo comparé con lo que estamos haciendo ahora. Además de la diferencia en la grabación, el concepto es diametralmente opuesto. En es época, personalmente a mí me era difícil y a veces imposible ser del agrado de Gustavo. En cambio hoy Arco Iris es democrático. Simplemente, basta con ver los créditos.
--¿Tuvo la posibilidad de hablar con Gustavo, ya que ambos viven hace mucho en EE.UU?
--Las pocas veces que nos vimos fue por iniciativa nuestra, pero no tuvimos buenas respuestas. Nunca intentó acercarse a nosotros. La historia es sabia: yo sigo en lo mío; él se puso en el escritorio de enfrente. Yo soy un jugador de fútbol; él, un vendedor o un diseñador de camisetas. Mi preocupación es mi grupo; él es un productor.
--¿Qué opina de la actual indiferencia de Santaolalla para con idealismo de Arco Iris?
--Si lo cree así.... está bien. Nosotros jamás hablamos mal de él. Es más, no podemos olvidar que fuimos como una familia. Creo que asumió una postura de autojustificación para explicar por qué de hacer yoga y ser vegetariano pasó a hacer otras cosas. Yo no tuve que explicar nada porque siempre fui el mismo. Parecería que cuando digo esto estoy agrediendo, pero no es así. Diría que es al revés, que él es quien nos tira piedras. Es necesario recordar que todo lo que se hizo dentro de este grupo humano fue por convicción propia. Gustavo se fue porque dejó de convencerle nuestra filosofía, se desilusionó. Olvidó que Dana fue muy importante para él.
--¿Por qué cree usted que Arco Iris tuvo aquí tanta oposición en su momento?
--Porque pensaron que no podíamos hacer algo honesto y limpio a los 20 años. Se pensaba que éramos una sociedad rígida, cerrada, excéntrica. También estaba el tema de que éramos demasiado sanos para ser rockeros. Es cierto, nosotros vivíamos en un ambiente limpio y sano, bajo una disciplina pura. Ni siquiera teníamos sexo.
--¿En serio?
--Y, la energía estaba focalizada en otra parte. Aún hoy no fumo ni como carne, eso también llama la atención. Creo que por entonces fuimos muy inocentes en comentarlo. Por hacer una nota para la revista Gente dimos pie para que todos los de la pesada del rock and roll nos dijeran que éramos las amas de casa del rock nacional. Eramos el agua y el aceite. Ahora admito que tendríamos que haber sido más amigos, pero nosotros nos enfrascábamos en la nuestra, mientras nos cascoteaban el kiosko. Eso nos obligaba a ser más obstinados en nuestras ideas, a cerrarnos más. Después nos dimos cuenta de que podría haber sido de otra manera. Pero ya era tarde.

 

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