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�La diferencia principal es que yo soy argentino� 

Es cordobés. Vive en Italia. Es uno de los tenores que empieza a ser protagonista. Y en su nuevo CD, Marcelo Alvarez canta a Gardel.

Marcelo Alvarez cantó en el Metropolitan y en La Scala.
Ya editó un disco de arias y, ahora, tangos de Gardel.


Por Diego Fischerman

t.gif (862 bytes) Es dueño de una mueblería. Nació en Córdoba y su acento no lo oculta. Pero, sobre todo, Marcelo Alvarez es uno de los posibles sucesores de la ya desgastada trinidad de tenores mundialistas. Debutó en 1995 y subió por primera vez al escenario del Colón dos años después. Ahora vive en Italia, ya cantó en La Scala de Milán y en el Metropolitan de Nueva York, donde reemplazó a Roberto Alagna y es señalado como una de las grandes esperanzas del bel canto. Según él, la distancia entre un tenor de segunda línea y uno de los grandes es, casi exclusivamente, el sello discográfico que tenga detrás. Y Marcelo Alvarez tiene uno. Sony ya editó un CD con arias llamado explícitamente Bel Canto y recién acaba de publicar otro en el que el repertorio está compuesto por tangos de Gardel. Alvarez, de paso por Buenos Aires, conversó con Página/12.
�¿En qué gana y en qué pierde este repertorio al ser cantado por un tenor de tradición clásica?
�La ganancia más evidente es en la dicción; cuando los tangos son cantados por un tenor se entienden todas las letras. Pero además hay una diferencia importante con el disco que grabó, por ejemplo, Plácido Domingo. Y es que yo soy argentino. Este repertorio lo conozco, lo escuché de chico, me pertenece. Además hay un toque personal que yo puedo darle y me interesa hacerlo. Yo soy un tipo positivo, entonces esa cosa tan depresiva del tango no me sale. Mi manera de cantar tangos es más optimista que desgarrada. Más que desesperación hay allí, para mí, una queja que busca soluciones.
�¿Puede hablarse de sucesión para los tres tenores?
�En un punto diría que debe hablarse. Porque, salvo Domingo, ninguno de ellos está ya activo y en plena forma. E incluso hay papeles que Domingo ya no podría hacerlos. O sea que tienen que aparecer figuras nuevas, y en ese sentido hay una forma de cantar que tenemos los argentinos que no puede dejar de cautivar al público europeo. Ellos están muy acostumbrados a la perfección pero cuando oyen a alguien que entrega el alma se conmueven hasta los huesos.
�¿En qué ha cambiado el mundo de la ópera en los últimos años?
�En la importancia de lo visual. Yo tuve que bajar trece kilos para poder acceder a algunos papeles. Y es lógico porque la gente quiere poder creerle al que está sobre un escenario y la presencia determina muchas cosas.
�En ese sentido, ¿qué tipo de puestas prefiere?
�Las realistas, sin duda. Y, sobre todo, las que son realistas con respecto a las posibilidades de los cantantes. No se puede cantar un Si cabeza para abajo. No me preocupa tirarme al piso o subirme a una soga si es necesario, si se justifica por el texto, si hay una concepción clara. Pero siempre pido explicaciones y la peleo a muerte. Nunca me pasó que no llegara a ponerme de acuerdo con un régisseur, pero si eso llegara a suceder no tendría ningún problema en retirarme de la puesta. Para hacer pavadas que busquen a otro cantante.

 


 

RINALDO ALESSANDRINI ACTUARA EN BUENOS AIRES
El espíritu de Monteverdi

Por D. F.

Alrededor del 1600 empezó a circular la teoría de que los humores del cuerpo circulaban con los líquidos. Y de que esos afectos eran estimulados por cada una de las percepciones de los sentidos. Los poetas comenzaron a escribir pensando en provocar sensaciones y los músicos trataron de seguir, con los sonidos, los afectos presuntamente producidos por los textos. Un estilo altamente experimental, en que los ritmos más desenfrenados y las disonancias más duras para el oído estaban permitidos siempre y cuando acompañaran a determinada palabra �aunque después, por supuesto, derivaron en géneros instrumentales autónomos�, fue convirtiéndose en hegemónico en las cortes y cameratas de los mecenas, en Florencia, Mantua y Venecia. 
Un nuevo género plasmaría los hallazgos técnicos: la ópera. Y un compositor, Claudio Monteverdi, lo cristalizaría a lo largo de su carrera creativa, desde la pionera Orfeo hasta la madura L�Incoronazione di Poppea. Al estilo que él y sus contemporáneos llamaron, sencillamente, �estilo nuevo�, la historia llamó �barroco�. Y en la actualidad, entre los herederos más claros de esa corriente interpretativa que devuelve al barroco su italianidad, está el clavecinista Rinaldo Alessandrini. Al frente de su grupo Concerto Italiano, con el que ganó infinidad de premios grabando, precisamente, música de Monteverdi, se presentará por primera vez en Buenos Aires los próximos lunes 26 y martes 27. Los conciertos, en el Colón y para el ciclo del Mozarteum, tendrán un programa excepcional que incluirá obras de Corelli, Galuppi, Geminiani, Vivaldi y, de Monteverdi, Il Combattimento di Tancredi e Clorinda y el Lamento d�Arianna. 
Los solistas vocales que actuarán junto a Concerto Italiano serán el notable barítono Roberto Abbondanza, la soprano Anna Simboli y el tenor Gianluca Ferrarini. Las obras elegidas son el único retazo sobreviviente de la ópera Arianna (que incluye en su comienzo una de las disonancias más expresivas de todo el barroco temprano) y la obra nuclear del Octavo Libro de Madrigales, por la cual Monteverdi se jacta de haber �inventado� la manera de poner en música la agitación, la guerra y lo sangriento. En Il Combattimento, además, el texto es de por sí interesante. Hay allí una suerte de oscura relación entre muerte y erotismo que Monteverdi explota hasta el máximo.

 

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