Si las principales variables económicas de Argentina evolucionan
como en los últimos siete años, el país tardará
quince años en conseguir la categoría investment grade,
sostuvo ayer Francisco Luzón, economista del Banco Santander Central
Hispano. La Asociación de Bancos de la Argentina organizó,
en el marco de su reunión anual, un panel para discutir un tema que
el sector financiero considera crucial: cómo alcanzar la máxima
calificación que otorgan las agencias de evaluación de riesgo
internacionales. Así como Luzón, los consultores Martín
Redrado y Julio Piekarz se manifestaron abiertamente pesimistas sobre la
capacidad de Argentina de mejorar su nota en el corto plazo.
El único camino para torcer esa perspectiva, de acuerdo a los analistas
de la city, es profundizar la receta de la ortodoxia económica: eliminar
el déficit fiscal, reorganizar el Estado, abrir la economía
y apostar a una asociación comercial con Estados Unidos. El debate
sobre cómo alcanzar la calificación investment grade (grado
de inversión) obsesiona a los financistas. Es un tema recurrente
entre los financistas. A pesar del clima recesivo que soporta la economía
desde la última parte de 1998, los banqueros insisten con apretar
al máximo el torniquete del ajuste fiscal, si se pretende obtener
aquella nota. Otros sectores, como el Grupo Productivo y de manera creciente
entre los legisladores de la Alianza, sostienen que esa fórmula lleva
hacia una agudización de la recesión.
Curiosamente, el presidente del Banco Central, Pedro Pou, discrepó
ayer con otros voceros de la ortodoxia. El investment grade no es
la meta más ambiciosa que podamos plantearnos, dados los recursos
con que contamos, dijo el funcionario. Investment grade significa
garantizar a nuestros acreedores nuestra voluntad y capacidad de repago.
No necesariamente significa ser un país desarrollado, eficiente y
competitivo o tener una distribución aceptable del ingreso,
enfatizó.
Por el contrario, Luzón, Piekarz presidente de Investment Bankers
y Redrado director de la Fundación Capital subrayaron
que la mejora en la calificación de Argentina es fundamental para
el desarrollo económico. Con la nota investment grade caería
el costo de financiamiento del Estado y del sector privado, y el país
se mostraría más atractivo para los inversores extranjeros,
señalaron. Actualmente, Argentina está a dos escalones de
esa calificación para la agencia Standard & Poors, y a
cuatro para su competidora Moodys.
Los analistas se manifestaron preocupados por la demora que el país
tendría en obtener la máxima calificación. Nos
preocupa que la recuperación económica esté siendo
menos intensa y amplia de lo que todos habíamos previsto, sostuvo
Luzón. Sin embargo, elogió la actitud del Gobierno frente
al problema de la recesión. No se puede dejar de reconocer
que las autoridades han enfrentado las dificultades con rigor, realismo
y contundencia. Profundizando las reformas estructurales y manteniendo el
rumbo de la ortodoxia, puntualizó.
Una visión similar transmitieron Piekarz y Redrado. Pero remarcaron
que deben darse más señales a los mercados para bajar el riesgo
país. Hace falta una eliminación inmediata del déficit
fiscal, generar un horizonte superavitario, mantener la estabilidad monetaria,
la apertura y acercarse a regiones del mundo en crecimiento, sostuvo
Piekarz. Redrado, por su parte, señaló que se necesita
sobreactuar la disciplina fiscal para ser creíbles. Y pronosticó
que sin reformas estructurales inmediatas, es imposible llegar a investment
grade antes de cinco años.
MACHINEA ADMITE
QUE LA DESOCUPACION AUMENTO
Preparándose para el mal trago
El ministro
de Economía, José Luis Machinea, reconoció
ayer que la tasa de desocupación de mayo último
podría rondar entre 14,5 y 14,7 por ciento de la población
económicamente activa. Si en ese rango estuviera la cifra
de la desocupación, que dará a conocer oficialmente
el Indec el 20 de julio, a mí no me sorprendería,
aseguró Machinea, aunque negó contar por el momento
con información precisa sobre el tema. En octubre último
el registro fue del 13,8 por ciento, pero la comparación
más justa para evitar la estacionalidad es
con mayo del año pasado, cuando la tasa fue del 14,5 por
ciento.
Como es sabido, en mayo suele aumentar el número de personas
que sale a buscar trabajo, en relación con las mediciones
de agosto y octubre, cuando dada la altura del año
hay un mayor cantidad de gente que, desalentada ante la falta
de oportunidades laborales, abandona la búsqueda. Este
dato, sumado al hecho de que según lo demuestran
las encuestas del Ministerio de Trabajo el empleo siguió
cayendo en los primeros cinco meses del año, lleva a la
conclusión de que la tasa de desocupación debería
ubicarse en mayo en el mismo nivel que igual mes del año
pasado o ser incluso superior. Esto es lo que estarían
indicando los informes muy preliminares que manejan en el Ministerio
de Economía.
Yo dije en su momento que los síntomas de recuperación
los íbamos a tener en el segundo semestre y no en el primero,
justificó el ministro. Y consultado sobre si el Gobierno
estaba elaborando un plan especial para reducir la desocupación,
agregó: La idea es, si podemos, juntar varios de
los fondos de los programas sociales que hay en los distintos
ministerios y que son muchos, alrededor de 94, en no más
de 10, señaló.
Otro ministro que salió a abrir el paraguas sobre los índices
de desempleo fue el de Trabajo, Alberto Flamarique. Dijo que es
muy probable que la tasa se ubique levemente arriba del
14,5 por ciento.
Estamos en un proceso de transición entre una nueva
economía y la economía tradicional, hay una destrucción
grande de puestos de trabajo, y además no ha habido crecimiento
productivo, fue el argumento elegido por Flamarique para
explicar por qué la primera medición de la desocupación
del gobierno de la Alianza seguirá siendo desalentadora.
En esa misma línea, continuó: Recién
estamos saliendo de la recesión más larga de la
historia argentina. Esta crisis de casi 26 meses sin crecer es
similar a la del 29 en cuanto a duración y profundidad
de recesión y depresión económica. Entonces,
para que se creen puestos de trabajo tiene que haber crecimiento
de la economía, sino no hay magia en esto, afirmó.
A diferencia de Machinea, Flamarique arriesgó otro camino
en la búsqueda desesperada de algunos sectores del oficialismo
en dar respuesta a las crecientes demandas sociales. El ministro
de Trabajo insistió con la necesidad de abrir un diálogo
con la Iglesia, que tiene un contacto social permanente
a través de todas las parroquias, y otros sectores sociales
porque tenemos que buscar entre todos los argentinos soluciones
para el problema del desempleo.
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