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Ying y Yang del mejor rock latino de principios de siglo

El show compartido de Café Tacuba y Gustavo Cerati remarcó el contraste de propuestas, pero también dejó en claro que se trata de dos muy interesantes concepciones musicales de Argentina y México para el año 2000.

Nrü y Gustavo Cerati, en la versión de �Juegos de seducción�.


Por Esteban Pintos

t.gif (862 bytes) La curiosidad coincidente se dio en la cartelera de espectáculos musicales en Buenos Aires, en octubre del año pasado. A mitad de semana, Café Tacuba y Gustavo Cerati tocaron en La Trastienda y el teatro Gran Rex respectivamente, ofreciendo sólidos y bien recibidos shows. Apenas seis meses y pico después, de la mano de una feliz idea artístico-empresarial, el cuarteto y el solista volvieron a coincidir. Pero esta vez fue sobre el mismo escenario, el del estadio Obras, para mostrar de qué va �con sus bemoles idiosincráticos, claro está� el llamado rock latino del año 2000. Ahí están, como prueba, los encuentros de viernes y sábado a la noche en Núñez: �Juego de seducción� y �Hoy ya no soy yo�, dos canciones del ex Soda Stereo, en nuevas versiones que potenciaron su valor y que operaron como celebración de un saludo de potencias musicales. Es decir, una noche de lujo, con dos de los mejores exponentes que tienen México y Argentina.
En primer lugar, hay que convenir que las circunstancias del �encuentro� fueron bien distintas de las de los conciertos en México. A saber: en aquel país, Cerati es inmensamente popular, una figura respetada y admirada desde que hace ya quince años desató un equivalente latino a la beatlemanía con las giras de Soda Stereo. �Es casi local�, definió con certeza el tecladista de Café Tacuba, Emmanuel del Real. Si a esto se sumaba la inmensa popular de la banda del barrio Satélite, quienes merecen largamente ser considerados el grupo latino más importante del momento en todo el mundo, la mesa del festín estaba servida. Aquellos shows de Guadalajara, Ciudad Juárez y el Distrito Federal eran partidos ganados de antemano. En Buenos Aires, en cambio, las circunstancias contextuales son otras. Aquí Café Tacuba no pasa de ser un secreto a voces en un público más bien minoritario en términos de �mercado� �léase, cifras de venta de sus discos, con la excepción del versionador Avalancha de éxitos�, un grupo mimado por la prensa especializada, una referencia muy fuerte de la programación de videos de los canales de televisión musicales. Cerati es Cerati, y también Soda Stereo (ahí estaban las banderas futboleras de sus fans de aquellos años, todavía). Eso está claro. Entonces, en la noche del viernes, los mexicanos fueron tratados, en principio, como curiosos visitantes antes que como la gran banda que son. Después, de la mano de una contundencia única en escena, de su gracia y sentimiento �también de su avanzada lectura tecno-étnica, a partir de sus grandes discos Revés y Yosoy�, ganaron el desafío. Y se fueron ovacionados, como correspondía. 
La noche de viernes en Obras, así, fue plena en contrastes de emoción y entrega, de canciones y estilo, de maneras de concebir un espectáculo de aquello que genéricamente se entiende como rock. En ambos casos, el contraste resultó en beneficio del público. Café Tacuba abre puertas de percepción con su estética retrofuturista, con sus canciones popfolklóricas tratadas con elementos electrónicos, algo así como el sonido que viene para este siglo. Cerati, aun de sus inquietudes de búsqueda en un cierto mismo sentido, sigue exhibiendo por sobre todas las cosas sus cartas credenciales de notable compositor de canciones. Camufladas bajo el maquillaje modernista de arreglos para discoteca (y no tal vez, para un vetusto gimnasio de básquetbol), sumergiéndose gustoso en un tipo particular de jam electrónico para masas, con una cuidadísima puesta en escena y una aceitada interacción entre el líder y su banda de jóvenes flacos (con la que no vuelva a tocar, probablemente). 
Entonces, esta larga sesión de música fue desde la irresistible cadencia de �Ojalá que llueve café� �la canción que tornó la frialdad en admiración� de Café Tacuba, hasta el seductor toque glam-rock de �Paseo inmoral�, tal vez el gran hallazgo del nuevo repertorio ceratiano. Dos extremos, ¿dos extremos? He ahí el encanto del contraste.

 

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