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DOS MUERTOS, 60 HERIDOS Y 100 DETENIDOS EN LA TERCERA JURAMENTACION DE FUJIMORI
La democracia peruana usa máscara antigás

Fue el peor espectáculo de violencia urbana desde la dictadura militar de 1968-1980. Mientras Alberto Fujimori se juramentaba por tercera vez como presidente del Perú, los manifestantes invadieron Lima y las fuerzas represivas cargaron contra ellos. Y quedan las preguntas por el porvenir del régimen del fraude.


Por Carlos Noriega
Desde Lima

t.gif (862 bytes)  Alberto Fujimori se tomaba juramento a sí mismo para un tercer gobierno consecutivo de cinco años, saludaba con los brazos en alto y respondía con una gran sonrisa los aplausos de sus congresistas y de las barras llevadas por el oficialismo a las galerías del Congreso, ignorando los gritos que lanzaban los parlamentarios opositores que se retiraron del hemiciclo cuando el presidente al que no reconocen legitimidad comenzaba a autojuramentarse. Afuera, en las calles –mientras tanto–, la ciudad se convertía en campo de batalla.
El humo de las bombas lacrimógenas cubría gran parte del centro de Lima y el aire llevaba hasta las custodiadas puertas del Congreso el picante olor de los gases. El parlamentario del APRA Jorge del Castillo ingresó en el Congreso con una máscara antigás, como simbólica denuncia a la represión que se vivía a pocas calles. Miles de manifestantes antifujimoristas eran violentamente reprimidos. Más de 30.000 policías habían sido movilizados para custodiar la ceremonia de juramentación de Fujimori. El centro histórico, donde se ubican el Palacio de Gobierno y el Congreso, estaba cercado por un nutrido y bien armado cordón policial.
En las calles, la lucha, los bombazos, los manifestantes apaleados y pateados en el suelo, los incendios, los gritos de protesta, las pedradas para intentar detener a la policía, los heridos, los detenidos. En el Congreso, la solemnidad y la frialdad de una ceremonia oficial que parecía más ajena que nunca a la realidad del país. Las acciones de protesta alcanzaron una magnitud que el Perú no veía desde los tiempos de la dictadura militar, cuando en 1975 el centro de la capital fue incendiado y saqueado en una protesta contra el gobierno del general Juan Velazco Alvarado. El saldo, según reportes preliminares, ha sido de al menos dos muertos, más de 60 heridos y unos cien detenidos. La Asociación Pro Derechos Humanos (Aprodeh) identificó a cuatro heridos de bala. El periodista español Paul Bonneti, de la cadena Media Center de San Francisco, sufrió la rotura del tabique por el impacto de una bomba lacrimógena. El escultor Víctor Delfín también recibió el impacto de un bombazo en la cabeza. La situación era tan grave que Fujimori tuvo que suspender la juramentación de su nuevo gabinete, encabezado por el ex candidato opositor Federico Salas, ahora converso al fujimorismo. Pero para los siete canales de la televisión de señal abierta, en las calles no pasaba nada y sólo transmitieron las ceremonias oficiales. Unicamente el Canal N, que se transmite por cable, informó de las masivas y violentas protestas callejeras.
Fujimori comenzó su tercer mandato presidencial en medio de una ciudad literalmente incendiada. Desde los locales del Banco de la Nación, la Fiscalía y el Poder Judicial salían grandes columnas de humo, que se alzaban sobre la niebla baja de las bombas lacrimógenas. El aire en el centro de la capital peruana era irrespirable. El ambiente político, también. Grupos de exaltados manifestantes (¿o provocadores?) atacaron a pedradas el edificio de la Fiscalía, ubicado a unos 500 metros del Congreso, rompieron vidrios, rociaron gasolina al interior del local y provocaron un incendio. Fue el primero. Luego la escena se repetiría en el Poder Judicial y en el Banco de la Nación, donde se produjo el incendio de mayores proporciones. Allí dos trabajadores de seguridad murieron asfixiados. Otros abandonaron el local descolgándose desde un techo adyacente. Sospechosamente, los policías que habían tomado todas las calles del centro limeño observaron sin actuar cómo estos edificios eran incendiados. Recién cuando el fuego comenzó a consumirlos entraron en acción. Entre los organizadores de la marcha se habló de infiltradosencargados de producir estos hechos de violencia. En la plaza San Martín un grupo de manifestantes detuvo a un hombre al que acusaron de ser un infiltrado. Le decomisaron un documento que lo identificaba como oficial de la Fuerza Aérea, y una cámara fotográfica. Insultado y golpeado, al asustado detenido no se le ocurrió mejor explicación que decir que estaba “sólo paseando”. Alejandro Toledo condenó los actos de violencia y, al comenzar la tarde, en diálogo telefónico con el Canal N, exhortó a sus seguidores a manifestarse pacíficamente. “Hemos convocado una marcha con vocación pacífica y así comenzó, pero es impresionante el nivel de represión y esa represión exacerba los ánimos. Condeno con fuerza todos los actos de violencia, hay infiltrados, pero también una reacción a la represión. Invoco a quienes están marchando que lo hagamos firmemente, sin dar un paso atrás, pero sin violencia y sin caer en la provocación de la represión”, señaló Toledo.

Arriba, Jorge del Castillo, congresista antigás.
Abajo, una mujer camina en medio de la devastación.

Los enfrentamientos comenzaron cuando la policía cerró el paso a los manifestantes que pretendían llegar hasta la Plaza Mayor, donde en la Catedral se realizaba el tédeum al que asistió Fujimori, y al Congreso, donde luego juramentaría. Armados con escopetas lanzabombas y máscaras antigases, los efectivos policiales iniciaron un implacable bombardeo. A las bombas se sumaron los chorros de los carros hidrantes. Tanquetas recorrían el centro de la ciudad desde donde efectivos policiales lanzaban bombas lacrimógenas contra los grupos de manifestantes. Desde los edificios caían más bombas sobre la gente. La multitud corría y se dispersaba para protegerse de los gases y para evitar los golpes y los arrestos, pero inmediatamente se reagrupaba para contraatacar. “No tenemos presidente”, coreaban los manifestantes, en demostración a que no reconocen al nuevo gobierno de Fujimori. “Democracia sí, dictadura no”, “Fujimori y Montesinos son unos ladrones y asesinos”, “Chino maricón, lárgate al Japón”, eran algunos de los gritos de lucha más escuchados. Al momento del envío de este despacho continuaban los enfrentamientos. Las protestas se repitieron en las principales ciudades del país.
Cerca del mediodía, cuando Fujimori daba su discurso al país, Alejandro Toledo llegó hasta el Palacio de Justicia acompañado por algunos dirigentes del movimiento democrático y desde allí caminó hacia la plaza San Martín. Desde altavoces se llamaba a la multitud a reagruparse en esa plaza. Pero la policía la cubrió de gases para evitar la concentración, lo que consiguió. Luego de unos minutos, Toledo regresó a su cuartel general, ubicado en el Hotel Caesars, en el residencial barrio de Miraflores, donde en la noche dio una conferencia de prensa. La noche del jueves había encabezado una manifestación de unas 200.000 personas frente al Palacio de Justicia, donde anunció la creación de un Frente Democrático Nacional que agrupa a toda la oposición a la dictadura fujimorista y un gabinete en las sombras.
El discurso de Fujimori fue lo menos trascendente de ayer. Duró 40 minutos, la mayor parte consagrados a hablar de economía y a ofrecer un modelo de industrialización exportadora, exactamente lo contrario a lo que su gobierno ha hecho estos últimos 10 años. Sobre democratización, que se esperaba sea el eje de su discurso, se limitó a decir que el siniestro Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), controlado por su asesor Vladimiro Montesinos, sería redimensionado. Pero no dio detalles, y sobre el futuro de Montesinos –acusado de vínculos con el narcotráfico y de ser responsable de torturas y asesinatos, y cuya destitución exigen a coro la oposición interna y la comunidad internacional– mantuvo silencio.
Y en silencio se mantuvo el resto del día, mientras el país se levantaba contra su re-reelección.

 

La crisis desde la Argentina

CARLOS RAIMUNDI *.
Asumir sin legitimidad

Indudablemente, Fujimori asume en condiciones de una carencia muy grande de legitimidad, tanto política como social. La falta de legitimidad política se ve en la indiferencia del resto de los presidentes de América latina, y permite hacer la lectura de que no existe respaldo ni solidaridad política en ese aspecto. La carencia de legitimidad social queda en evidencia por el clima de agitación social que hay en Perú, y que es una continuidad de lo que ya se vivía previamente. Desgraciadamente, América latina está viviendo un proceso de muy baja calidad institucional de las democracias, cuyo trasfondo es la gran desigualdad social existente en la región, que es la principal amenaza a la estabilidad democrática y que impide que las demandas mínimas de bienestar social sean satisfechas.
Si se mira el mapa político de América latina 20 años atrás, predominaban las dictaduras en el Cono Sur y las democracias en el centro de la región. Hoy es al revés; las peores condiciones se dan de Ecuador hacia arriba. Esto hace que el Mercosur en general y la Argentina en particular deban desarrollar una política exterior (además de hacer hincapié en la política comercial y empresaria) que le permita ejercer un liderazgo intelectual en esta área. Junto a las democracias vecinas, la Argentina debería crear una serie de foros políticos para analizar cómo los gobiernos de la región –que son los más estables políticamente– pueden ayudar a mejorar la calidad democrática en los demás países. La región debe levantarse en un reclamo conjunto a los organismos multilaterales de crédito y a los países más desarrollados para que atiendan la gravísima situación social en América latina, porque en caso contrario la misma falta de legitimidad terminará afectándolos incluso a ellos.
Por eso mismo la Argentina no debe actuar en soledad, sino que debe mantener la continuidad de los procesos de diálogo con Chile y Brasil principalmente, para que desde el Mercosur se atienda cómo llevar adelante este proceso de cooperación. Hay que tener en cuenta que tanto Estados Unidos como la OEA terminaron reconociendo al nuevo gobierno de Fujimori a pesar de sus críticas y amenazas iniciales. Por lo tanto, no podemos conspirar contra el gobierno de Fujimori. Debemos, en cambio, crear un espacio regional para superar la brutal falta de legitimidad de esta asunción.
* Diputado nacional por el Frepaso. Miembro de la Comisión de Relaciones Internacionales.


VILMA RIPOLL *.
Fujimori va a caer

Desde Lima
No tengo ninguna duda. Porque así lo gritaron miles y miles de peruanos, en la marcha de los cuatro Suyos.
Aquí son las siete de la tarde del viernes, nueve hora argentina. Todavía siguen los incidentes en Lima, en Arequito, en Chimbote, en todo el país. Estoy en la sede de Toledo, donde nos hemos refugiado luego de que nos reprimieran con bombas lacrimógenas mientras marchábamos al Palacio Legislativo. Hay cientos de heridos y detenidos, algunos de ellos sacados de los hospitales por la policía. Un dirigente del PST peruano, partido hermano del mío, Aldo Crisóstomo, ha perdido un ojo. Dos miembros del Colegio de Abogados de Lima están desaparecidos. Se habla de muertos y quizás impongan formalmente el estado de sitio...
Pero para Fujimori la cuenta regresiva ya empezó. Todo lo que viví en estos días me da esa convicción. Ahora mismo está convocado un paro cívico nacional. He recorrido los “tambos” de los manifestantes, los sindicatos, las plazas de Lima. El miércoles, emocionada, hablé ante decenas de miles. He charlado con obreros de la construcción, con maestros y estudiantes, con profesionales, con muchas mujeres. ¡Cuánta fuerza, cuánto fervor tienen estos trabajadores y campesinos, estos verdaderos piqueteros contra la dictadura!
Fujimori ya lleva 10 años en el poder y quiere quedarse todavía cinco más, con el guiño de la OEA. ¿El colmo? ¡En la asunción, se tomó juramento él mismo! Gracias a él y a sus FF.AA., con apoyo yanqui, entre fraude y represión, hoy Perú cuenta por millones los hambreados y por miles los presos políticos. Pero ese mismo Perú es el que le ha empezado a decir basta.
Sé que en nuestro país muchas personalidades se han pronunciado contra el dictador. Sé también que el viernes se hizo una marcha a la embajada de Perú en Buenos Aires. Pero hace falta mucho más, una gran campaña. Porque a la asunción oficial no vino De la Rúa, pero el gobierno de la Alianza envió al canciller Giavarini, legitimando a Fujimori. Y no lo podemos aceptar. Necesitamos una gran unidad para exigirle a De la Rúa que, si de verdad quiere “paz” y “democracia”, debe romper relaciones con este régimen sangriento.
Creo que la solidaridad entre hermanos es un deber. Los argentinos lo sabemos bien. Con este pueblo de Perú compartimos un mismo anhelo, un mismo horizonte, sin dictaduras ni ajustes del FMI. Luchemos juntos, entonces, para que no queden rastros de Fujimori.
* Legisladora de la Ciudad (MST-Izquierda Unida).

LEOPOLDO MOREAU *.
Una mancha negra en Perú

En primer lugar hay que resaltar la magnitud de la reacción del pueblo peruano contra el fraude porque demuestra un alto nivel de conciencia democrática. Pero, a la vez, es sumamente peligroso que Fujimori haya podido imponer ese fraude por medio de la represión.
Creo que los países de la región deben trabajar intensamente para recuperar el camino democrático en Perú; habría que actuar como en el caso de Paraguay cuando hubo riesgos y amenazas para el sistema democrático. Es mucho lo que pueden hacer Brasil, Argentina y el Mercosur en general para crear las condiciones que abran el camino a la democratización y a una nueva convocatoria a elecciones. Por ejemplo, sería muy útil una reunión de cancilleres del Mercosur para evaluar esta situación.
La asunción de Fujimori no afecta al resto de las democracias de la región. Por el contrario, éstas se hallan lo suficientemente fuertes como para imponer un nuevo llamado a elecciones para que esta mancha negra no se consolide en el Perú.
* Senador nacional por la UCR.

 

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