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Un acuerdo de Abuelas y DAIA para buscar a 21 chicos desaparecidos

Carlotto, de Abuelas: "Nos dolió la indiferencia".

El 8 de agosto firmarán un acuerdo de trabajo junto a una diputada israelí que integra una nueva comisión parlamentaria dedicada a los desaparecidos en la Argentina. Habrá una agenda conjunta de investigación y difusión del tema.


Por Irina Hauser
t.gif (862 bytes)  La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) ofreció por primera vez colaborar con las Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda de 21 chicos de origen judío nacidos en centros clandestinos de detención durante la última dictadura militar. El acercamiento fue bienvenido por las Abuelas, cuyos históricos intentos de diálogo con la entidad nunca habían encontrado demasiado eco. Ambas organizaciones formalizarán un acuerdo de trabajo conjunto el próximo 8 de agosto, cuando llegue de visita al país la diputada israelí Naomi Blumenthal, quien integra una comisión recientemente aprobada por el Parlamento de Israel para investigar la cuestión de los desaparecidos en la Argentina.
"Nos ha dolido la indiferencia, pero ahora nos alegramos de que ofrezcan cooperar con nuestro trabajo, es una obligación que siempre sostuvimos que tienen como representación de la colectividad judía en Argentina", dijo Estela Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. El cambio de postura de la DAIA coincide con un incipiente viraje en la política sobre el tema por parte del gobierno israelí, que hasta ahora no había querido meterse. "Es nuestra responsabilidad ayudar a determinar qué pasó con los nacidos en cautiverio de origen judío y ubicar los cuerpos de desaparecidos de la colectividad para darles sepultura judía, esto reposa también en un principio religioso que se desprende de la Torá", señaló a Página/12 el titular del organismo, Rogelio Cichowolsky.
El convenio terminará de quedar sellado cuando llegue la diputada Blumenthal, que pertenece al partido de centroderecha Likud, y pueda empaparse del reclamo argentino en materia de derechos humanos y aunar criterios con Abuelas y con la DAIA. Esta iniciativa tiene un antecedente importante que sentó la AMIA el año pasado al crear una Comisión de Derechos Humanos. Por otra parte, un grupo de familiares de desaparecidos, junto al periodista Herman Schiller, había hecho gestiones en busca de algún gesto de Israel.
La dirigente israelí, que estará dos días en Buenos Aires, es presidenta de la comisión parlamentaria que se encarga del contacto con los judíos que viven fuera de Israel. Forma parte también de la comisión aprobada por el Parlamento de ese país hace dos semanas para el estudio específico de la desaparición de judíos en la Argentina y que presiden el director general del Ministerio de Justicia, Shlomo Gur, y el de la Cancillería, Eitan Bentzur. A Blumenthal ya se la ha oído decir que "exigir por los judíos desaparecidos en la Argentina" es "un deber ineludible, que el gobierno, el parlamento y las instituciones israelíes deben asumir". Lo que todavía está en veremos es la posibilidad de que el Estado hebreo inicie un juicio --como el que se realiza en España, Italia, Francia, Suecia o Alemania-- contra los militares responsables de la muerte de 2 mil judíos durante los años de plomo.
El plan de actividades de la DAIA y de las Abuelas está en elaboración. "Empezaremos por pulir bien la lista de chicos por localizar y, entre otras ideas que se han discutido, contemplamos dar clases o charlas sobre el tema en escuelas y presentar algún video", adelantó Carlotto. La lista de los 21 chicos ya fue llevada a Israel hace dos meses por una delegación encabezada por Vera Jarach.
"Nosotros estamos trabajando a partir de un documento que elaboró el Centro de Estudios Sociales (CES) de la DAIA, que deja en claro la particular crueldad con que se trató a los detenidos judíos durante el Proceso, algo constitutivo del delito de genocidio", explicó Cichowolsky. Ese trabajo --añadió el directivo-- fue entregado al juez español Baltazar Garzón e incluye, además de testimonios de ex detenidos desaparecidos, una propuesta de cambio en la definición legal de genocidio "que no se restrinja a la persecución y la pretensión de aniquilar a un grupo étnico, racial o religioso sino que contemple el carácter de las prácticas desarrolladas por quienes ejecutan la acción".

"Pintaban svásticas en las espaldas"

"Los represores se reían y les sacaban la ropa a los prisioneros y les pintaban en las espaldas cruces svásticas con pintura en aerosol. Después los demás detenidos los veían en las duchas, oportunidad en que los guardias volvían a golpearlos y maltratarlos." Este relato de Pedro Miguel Vanrell, que figura en el libro Nunca Más, es uno de los tantos que reflejan el tratamiento que recibían los detenidos-desaparecidos judíos en los campos de concentración durante la última dictadura. Cristina Navarro atestiguó sobre Ernesto Scerszewicz, y declaró que había un represor conocido como "El Zorro" quien "tenía predilección clara en golpear a todos los detenidos de apellido hebreo".
Los ejemplos de este tipo son muchísimos. Buena parte de ellos fueron recogidos en un informe que elaboraron Marisa Braylan, Daniel Feierstein, Miguel Galante y Adrián Jmelnizky para Centro de Estudios Sociales (CES) de la DAIA y que fue entregado al juez español Baltazar Garzón. "Durante las torturas, José Siderman era llamado constantemente `judío bastardo' y `judío de mierda' y le dijeron que lo iban a matar porque era judío", (cita el trabajo, tomando datos de un informe de la Anti-Defamation League).
Juana Meller de Pargament cuenta que a su hijo lo secuestraron el 10 de noviembre de 1976, después de haber detectado en la casa dos pasaportes de alguien que había ido a Israel: "Preguntaron si había alguien que era judío (...) golpearon terriblemente a mi hijo diciendo que aquí hay judíos y así se lo llevaron". Jacobo Timerman relató en su libro Preso sin nombre, celda sin número que "cuando llevaban a un preso judío, las bromas se referían a las cámaras de gas, Auschwitz, `le mostraremos a los nazis cómo se hacen las cosas'".
El estudio del CES refleja que el terrorismo de Estado en Argentina implementó "formas específicas de tortura y humillación a judíos", utilizó "lenguaje, fraseología y simbología nazi" y "secuestros extorsivos" a empresarios judíos. También concluye, por ende, que el proceso genocida vivido en el país tuvo claras connotaciones antisemitas.

 

 

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