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San Cayetano, un fenómeno que une la fe, el mito y los negocios

La celebración volvió a reunir a miles de personas en la iglesia de Liniers. Un rito en el que la fe pesa más que la crisis y en torno del que florece un mercado cada año más fuerte.


Por Alejandra Dandan
t.gif (862 bytes)  Rodrigo se ríe desde un poster de dos pesos. Adelante, Albina transita paciente sus quince horas en la cola lenta, esa en la que se aguanta más tiempo para poder tocar al Santo. "A Sanca, así le digo --dice Albina-- le pongo su flor, que es el perejil, y todo lo que le pido tengo." Y la mujer se vuelve síntesis involuntaria de un fenómeno donde lo religioso se desdibuja entre el mito y las señales de un buen negocio. Ayer Defensa Civil, que cada año da las cifras oficiales de los convocados por San Cayetano, habló de un millón y medio de personas, datos relativizados por quienes se han encargado de estudiar la celebración (ver aparte). Hay muchas súplicas mezcladas con largas horas de espera, hay exceso de productos comerciales en un rebusque que inventa "tés gitanos" o racimos de espigas milagrosas. Y San Cayetano --acaso aquí sí milagrosamente-- los contiene a todos, los deglute. Página/12 intentó delinear las diferentes facetas de ese fenómeno construido en torno al santo, eje de un mito y de un mercado.
La iglesia de Liniers recibió ayer a los habitantes de una cola que fue armándose a lo largo de treinta días. Por tradición, como esas cosas que nunca vuelven a preguntarse, San Cayetano congrega peregrinos que durante horas --días incluso-- esperan. Esperan alcanzar la imagen del Santo, pero no para detenerse: no pueden, la demanda lo prohíbe. Acceden como lo intenta ahora Albina Lucía de Babe, para "poner un segundito nomás un dedo arriba del Sanca". Tocarlo, dice.
Pero ella es sólo parte de una cola más compleja. A metros esperan otros, acaso en número similar. Unos venden, otros son parte de la "fila rápida". Allí Norma Vargas le pondrá seis horas en total, calcula, en llegar a la iglesia. Pero su ingreso no será tan santo porque el sacrificio queda segmentado aquí en categoría horaria: cuantas menos horas de cola, mayor distancia respecto del santo. Norma no podrá detenerse, ni posar un dedo sobre el yeso adornado de espigas. Sólo podrá mirarlo, eso sí, nunca a menos de cinco metros.
Fuera de la iglesia, aún hay unas veinte cuadras de cola. Como la mujer que pide recobrar aquel trabajo en una nursery perdido hace dos años, otros tantos llegan con pedidos que exigirán, al final, al santo de yeso. Pero para eso falta, porque las horas se extienden a veces demasiado. Hay tiempo para recorrer los 400 o 500 puestos de venta que transforman el barrio en gran mercado. Hay quesos y salames que venden dos cordobeses, pero también un agencieros provistos de Lotería. En uno de esos puestos Albina consiguió 3000 pesos "gracias al Sanca y le pude pagar la fiesta de casamiento de mi hija". Los números bendecidos por la buena fortuna no hablan de la fecha santa: "El 142, lo escuché apenas entré al negocio y el 350".
La mujer lleva quince horas de espera. Prepara dos pesos para dejar en la colecta y cuenta en seis los entregados para autoabastecerse. Acaso fue una de las que masticó uno de los 2500 chorizos del puesto de Bynon al 6800. Allí no hay parrilla callejera, es una de las tantas casas del barrio abiertas para abastecer peregrinos. Analía Túnez está de cajera, dispuesta a facturar lo que queda de la provisión de 15 cajas de 60 hamburguesas y los completos de milanesa.
Muy cerca Liliana Molina cuenta que su familia estuvo un mes preparando esos 500 platos plásticos y 500 copitas ahora adornadas con retratos del Santo. Tienen el puesto en la calle, muy cerca de otro donde acaba de pasar "la brigada por la primera cuota de diez pesos del día", cuentan. Todos se mantienen cerca de la cola, lugar de privilegio para custodiar esa espera aletargada de camino al santo.
Porque sobre la espera se especula, se hacen cuentas. Un pochoclero mide el tiempo para pescar el momento exacto, no antes, de pintar el cartel de rebajas.
--Esto no es como me lo pintaron --dice--, que se iba a vender una fortuna: yo calculaba hacer 500 mangos y recién hice 200.
Walter atiende el puesto de Popcorn sobre Bynon al 6700. Para el chico aún no es tiempo de rebajas, acaso porque no lleva los diez años de los puesteros cobijados en el bajo autopista que hace esquina con Bonadan. Allí Elvira escribe "imanes 2 x 1 peso" con un fibrón trazo grueso.
El mercado del santo tiene líneas fronterizas y policía propias. Por regla, están prohibidos los puestos antes del día 6 a las ocho de la mañana. La organización está pautada por la iglesia, los puesteros viejos y las brigadas de la policía.
--Andá y ponete en la calle, mandate a vender y vas a ver que tenés que arreglar.
El pibe vende tres espigas a un peso. Es uno de los nuevos: "Conseguí entrar porque mi jermu tramitó la historia", dice. La historia es la del rebusque, esa que excede al santo y al día del trabajo. "Me pasaron el dato --avisa-- de que mañana hay una fiesta."
Y cuando dice fiesta no habla de noche ni de tragos:
--Es en la iglesia desatanudos.

"Una sociedad muy enferma"

El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, aseguró ayer en la misa central del día de San Cayetano, que "la sociedad está muy enferma, aunque con ganas de mejorar junto con nuestros compatriotas y con ganas de dejarse ayudar". Bergoglio cuestionó a aquellos que "dejan a la gente despojada, golpeada y malherida, como en el pasaje bíblico del buen samaritano" --en el que dos transeúntes miran con indiferencia a una persona que se halla caída en el camino-- y explicó que la clave "es no dar rodeos ni pasar de largo".
Con la iglesia repleta de gente y una cola de más de quince cuadras en la que se apretaban familias desesperadas por entrar, Bergoglio insistió: "Venir aquí es una manera de solidarizarse, de ser justos con nuestro Padre del Cielo que nos cuida en medio de las injusticias de los hombres".
El mensaje incluyó, además, un conocido refrán: "Ojos que no ven, corazón que no siente. Cuando no nos acercamos, cuando miramos de lejos, las cosas no nos duelen ni nos enternecen".
Aunque sin nombrar culpables directos, el prelado realizó su propio diagnóstico social: "La sociedad de hoy se encuentra muy enferma y las personas están muchas veces como aquel hombre del Evangelio asaltado por los ladrones: desamparados, pero igual siguen vivos y llenos de esperanzas".

 

Moyano: "rezar y luchar"

Más que puntuales, unos minutos antes de las once de la mañana --hora en que empezaba la misa--, el titular de la CGT disidente, Hugo Moyano, y el diputado Saúl Ubaldini, llegaron al santuario de San Cayetano en Liniers. Los sindicalistas entraron por la parte posterior de la iglesia, saludaron al cura párroco, Fernando Maletti, y se sentaron para escuchar la misa que encabezó monseñor Bergoglio. "Es increíble la cantidad de gente que viene, conmueve", dijo el dirigente camionero luego de la celebración, al tiempo que sentenció: "La gente demuestra que además de fe hay necesidad de trabajo, ésta es la realidad que viven muchos millones de argentinos y el Gobierno no la puede ocultar". El líder sindicalista remarcó que los cientos de miles de fieles que se acercaron comprueban la urgencia del pueblo en materia de políticas para fomentar la creación de empleos. Consultado acerca de si lo único que pueden hacer los desocupados es orar, Moyano respondió "rezar porque todos somos cristianos y luchar, porque no hay otra forma".

INVESTIGADORES ANALIZAN QUIENES Y POR QUE VAN
La religiosidad, más que la crisis


Por Pedro Lipcovich

De las personas que aguardan durante semanas para tocar la imagen del santo, nueve de cada diez están sostenidas por la fe en que Cayetano realmente sentirá su mano cuando lo toquen. Según investigadores del fenómeno religioso en la Argentina, la peregrinación de cada 7 de agosto, antes que expresar sólo la desesperación de una crisis, revela "una religiosidad que contradice la imagen de que somos un pueblo 'moderno'".
"No es sólo San Cayetano --destaca Alejandro Frigerio, investigador del Conicet y titular de la Asociación de Cientistas Sociales de la Religión en el Mercosur--: en la ciudad de Buenos Aires hay cinco iglesias milagrosas, como San Pantaleón, la Medalla Milagrosa y últimamente la Virgen Desatanudos, donde la gente peregrina y se congrega: no es 'por la crisis' sino por un fuerte sentimiento religioso que, sin embargo, no forma parte de la frecuente autoimagen de que somos un pueblo 'racional' o 'moderno'."
Por otra parte, según observa Pablo Semán --antropólogo que investiga sobre religiosidad popular en el Conicet--, "en los últimos años, desde que la Iglesia Católica debe competir fuertemente con otros grupos religiosos, sus resistencias al culto a los santos son cada vez menores, y hay que decir que este culto es bien recibido en la mayoría de los medios de comunicación: para muchos canales de televisión, un milagro declarado por cualquier iglesia no católica es ilusión o delirio pero, si proviene del catolicismo, es un maravilloso acto de fe y esperanza".
La socióloga Edna Muleras participa en el Proyecto de Investigaciones sobre Cambio Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, que desde hace años estudia el fenómeno San Cayetano: "Por de pronto, nos interesó medir realmente la cantidad de asistentes: ¿es un millón de personas, como dicen muchos medios? Un conteo riguroso a lo largo de 24 horas nos hizo saber que no son más de 70 mil; esta cantidad se mantiene relativamente estable en los últimos años. El 90 por ciento de los asistentes concurre todos los años, el resto se renueva. La mayoría son personas de edades adultas medias; son menos los muy jóvenes o muy viejos. Dos tercios de los asistentes son mujeres. El 90 por ciento proviene de Capital y conurbano. En su mayoría son asalariados de la construcción, industriales, pequeños cuentapropistas y empleadas del servicio doméstico: básicamente, San Cayetano convoca a las fracciones trabajadoras".
Los investigadores de la UBA examinaron "el vínculo que los asistentes tienen construido con el santo: le atribuyen características humanas, y esto es más notorio en la fila de los que van para tocar al santo: el 90 por ciento estima que, cuando apoyen su mano en el vidrio, San Cayetano sentirá esa mano. Esta proporción baja al 65 por ciento entre quienes hacen la cola para sólo ver al santo, sin tocarlo", cuenta Edna Muleras.

 

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