Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


KIOSCO12

El compacto secreto de un dúo de rara perfección 

Bill Evans y Tony Bennett grabaron dos discos.  Uno de ellos siempre fue una figurita difícil y ahora vuelve a publicarse con 11 inéditos. 


Por Diego Fischerman

t.gif (862 bytes) Hay un disco histórico. Son pocos los amantes de la música que no lo mencionan entre sus favoritos. El pianista, director y compositor Gerardo Gandini, por ejemplo, compara al dúo con el conformado por Fischer-Dieskau y Gerald Moore o Alfred Brendel. El pianista Bill Evans y el cantante Tony Bennett grabaron en 1975 uno de los mejores discos de la historia del jazz y, en muchos aspectos, de la historia de la música a secas. La empatía entre ambos, además de la calidad intrínseca de la voz de uno y del piano del otro, convierten a esa grabación, editada por Fantasy, en difícilmente superable. 
Pero hay un disco mejor aún: el que un año después logró repetir lo irrepetible y, encima, agregarle una dosis mayor de soltura e independencia al papel del pianista. Ese disco, llamado Togetheragain, fue publicado por el sello de Bennett, Improv, y reeditado en 1977 por Janus Records. Incluso, a principio de los �90, tuvo su versión casi secreta en CD. De más está decir que jamás llegó a la Argentina, salvo en la valija de algún coleccionista fanático recién llegado de París o Nueva York (donde, por otra parte, tampoco era fácil de conseguir). Ahora, el sello Rhino acaba de volver a publicarlo. Las diferencias entre este CD y sus encarnaciones anteriores son varias. En primer lugar, éste se consigue con menos dificultades, aun cuando en Buenos Aires sea necesario encargarlo en disquerías especializadas o por Internet, ya que la representante local de Warner, el sello que distribuye a Rhino, aún no se enteró de su existencia. En segundo lugar, la nueva versión incluye dos canciones ��Who Can I Turn To� y �Dream Dancing�� nunca antes editadas, descubiertas al buscar las cintas originales para remasterizarlas, más tomas alternativas (y también inéditas hasta el momento) de nueve de los diez temas que componían el disco original. 
Podría pensarse que tener las mismas canciones dos veces en el mismo disco es inútil o, en el mejor de los casos, un objeto sofisticado sólo apto para maniáticos. Por supuesto no es así. Porque ni Bennett ni Evans cometerían la torpeza de cantar o tocar dos veces de la misma manera. Porque para ninguno de los dos la improvisación es un dato menor y porque para ambos el jazz funcionó siempre más como un conjunto de normas acerca de la estilística de la interpretación que como un género. En ese sentido, hacer jazz no tiene tanto que ver con hacer determinadas canciones y no otras (Evans tocó a Satie o al tema de la película Lili sin preocuparse) como con aceptar ciertas reglas internas. Y una de esas reglas es, desde ya, que cada interpretación debe ser única. La belleza de �Make Someone Happy�, de �Maybe September�, �The Two Lonely People� y de �You Must Believe in Spring�, en cualquiera de sus dos versiones (y sobre todo en las dos, escuchadas una después de otra), es casi paralizante. Bennett confesaba admirar a Evans y haber seguido su carrera sin perder un paso. Evans confesaba que �como a muchos instrumentistas, los cantantes no me interesaban. Hasta que escuché a Bennett�. Ambos se conocieron en una gala de la Casa Blanca y fue en los camarines de la casa de gobierno donde el cantante se acercó a hablar con el pianista. El admirador de Evans canta con la displicencia de los que se saben sin falla. El pianista toca como los dioses: la sutileza nunca sujeta al swing y el swing jamás oculta la sutileza. Y la combinación de ambos es más que la suma de las partes.

 

PRINCIPAL