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El cine de autor, puente entre Hollywood y Vietnam

El fuerte del Festival de Locarno, que terminó ayer, sigue siendo la cinematografía asiática, revitalizada con una generación de nuevos directores. Nombres como Naomi Kawase y Kiyoshi Kurosawa se destacaron dentro de una programación que incluyó una interesante retrospectiva de films soviéticos.

Kiyoshi Kurosawa presentó �Ko-rei� en una sección dedicada a producciones de bajo presupuesto. La semana pasada los cinéfilos argentinos disfrutaron de una retrospectiva de este gran cineasta.

t.gif (862 bytes) Por Luciano Monteagudo
Desde Locarno, Suiza
@El buen clima se sumó a la fiesta y el Festival de Locarno �que terminó ayer� pudo tener la mayoría de sus proyecciones nocturnas a cielo abierto, en la inmensa pantalla que corona la Piazza Grande, capaz de albergar a más de 7000 espectadores, dispuestos a ver tanto una espectacular producción de Hollywood como un sutil film vietnamita, producido con el apoyo del propio festival. Esta tensión entre opuestos, este diálogo entre las maneras más diferentes de concebir el cine de autor es lo que caracteriza a la programación de Locarno, donde una blaxploitation movie como Shaft �remake de uno de los mayores éxitos del cine afroamericano de los años 70, ahora dirigido por John Singleton y protagonizado por Samuel L. Jackson� puede convivir con películas provenientes de cinematografías en desarrollo, a las que el festival auxilia, a través de la Fundación Montecinemaveritá que, durante lo que va del año 2000, otorgó asistencia financiera a 70 películas, de Africa, Europa del este, América latina y Asia.
De hecho, el fuerte del Festival de Locarno sigue siendo, a partir de la tradición que en 1992 estableció su director, Marco Müller, el cine asiático. Tanto en la competencia oficial como en las diferentes secciones fuera de concurso, el cine oriental estuvo siempre en la primera línea, con un particular lucimiento, en esta edición, del cine japonés, que durante los años 90 comenzó a vivir un auténtico renacimiento, con toda una generación de nuevos autores. En la competencia, se destacó claramente Hotaru, segundo largometraje de la directora Naomi Kawase (31 años), que ya en 1997 había obtenido la Caméra d�or en Cannes por su magnífica ópera prima, Suzaku, exhibida en la sección Contracampo, del Festival de Mar del Plata. Con una intensidad y una originalidad fuera de lo común, Kawase expone �a través de la historia de una chica que trabaja como stripteaser en una ciudad de provincia de Japón� el conflicto entre tradición y modernidad, la tensión entre el peso de la memoria personal y la necesidad de construir un futuro. 
En una nueva sección del festival, denominada Kings of the B�s, dedicada a producciones de bajo presupuesto que trabajan sobre los códigos del cine de género, la estrella, a su vez, fue Kiyoshi Kurosawa, de quien se acaba de realizar una retrospectiva de su obra en Buenos Aires. Este prolífico, inclasificable cineasta japonés (sin parentesco alguno con el gran Akira), autor de más de veinte films y descubierto en Occidente hace apenas un par de años, presentó Ko-rei, un ejemplo de economía de expresión, a partir de una historia de fenómenos paranormales. Es notable la manera en que Kurosawa, sin apelar a efectos especiales y con apenas dos personajes (una pareja perseguida por el fantasma de una niña asesinada) es capaz de provocar un estado de extraña inquietud, de misterio profundo. Producida para la televisión, Ko-rei es otro eslabón en la fecunda obra de Kurosawa, que suele presentar por lo menos un par de películas al año y que ya está trabajando en la posproducción de un nuevo film, que estará listo antes del fin de esta misma temporada. 
Siguiendo con el mapa del cine oriental que trazó Locarno, China tuvo una fuerte representación, con tres films en competencia, uno de los cuales llegó de incógnito, anunciado solamente como �film sorpresa�. Se trataba de Baba (Padre), una producción de 1996 que desde entonces permanece rigurosamente prohibida en su país y cuya única copia pudo ser ahora contrabandeada hasta el festival. Es la ópera prima de Shuo Wang, un escritor aparentemente muy popular en China, pero calificado por las autoridades como �delincuente�. El film, en todo caso, viene a probar por qué Wang es tan políticamente incorrecto. Con un estilo satírico infrecuente en el cine chino, Baba opera un auténtica y sistemáticadeconstrucción de la autoridad: de la autoridad de los funcionarios del partido, pero también de los maestros, de los dirigentes obreros y de la figura paterna. 
Y, si de sorpresas se trata, la monumental retrospectiva dedicada al cine soviético olvidado �uno de los puntos más altos de esta edición del Festival de Locarno� rescató el primer cortometraje de Andrei Tarkovski, una curiosidad absoluta, un film de estudio realizado en 1959 durante su paso por la VGIK, la escuela de cine de Moscú. Se titula Ubijcy (Asesinos) y, como su nombre lo indica, es una pequeña, meticulosa remake de The Killers (1946), el clásico film noir dirigido por Robert Siodmak a partir de un relato de Ernest Hemingway. Considerando la obra posterior de Tarkovski, parece imposible asociarlo con el cine policial norteamericano, pero este ejercicio �con guión de Andrei Konchalovski, el hermano de Nikita Mijalkov� lo muestra increíblemente eficaz manejando actores de mirada torva, con un arma en la mano.

 

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