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el Kiosco de Página/12

El galán perfecto

Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona

UNO ¿Qué es lo que hace que los hombres odien a determinado tipo de galán y quieran ser amigos de determinado tipo de galán? Yo, por ejemplo, no puedo evitar el gritarle insultos hasta a una foto de Tom Cruise, mientras que la sola visión de George Clooney (aunque sea en alguna escena de esa serie médica cuyo éxito –como el de todas las series que transcurren dentro de hospitales– me resulta un misterio) me produce unas irrefrenables ganas de hacerme amigo del tipo. Es más: no me molestaría que la hija que todavía no tengo se casara con él a pesar de la diferencia de edades o, ya que estamos, que mi esposa se fugara con el granuja en cuestión si algún día tiene que fugarse con alguien. No hablamos aquí –me apresuro a aclararlo– de homosexualidad latente o algo por el estilo sino de, bueno, Clooney es un tipo simpático. La misma impresión que producía Clark Gable, con quien se lo compara bastante seguido y de quien se disfrazó para una muy buena foto. Tal vez tenga que ver con que Clooney es un hermoso perdedor: fue cosechador de tabaco, vendedor de zapatos, chofer de su tía y –antes de pegarla como el pediatra mujeriego Doug Ross en E.R.– filmó películas horribles, grabó cerca de quince pilotos de series que nunca salieron al aire y en el cine fracasó como Batman, como pareja dispareja de Michelle Peiffer, como socio apocalíptico de Nicole Kidman y –más allá de las buenas críticas– no recaudó mucho como ladrón simpático junto a Jennifer Lopez o soldado simpático junto a Saddam Hussein. Aún así, la sensación que produce Clooney –mientras las nenas chillan y sus madres suspiran– es la de un tipo simpático.

DOS George Clooney está de paso en Barcelona para promocionar La tormenta perfecta, película muy divertida sobre un libro periodístico muy bueno que, por fin, se ha convertido en su primer gran éxito en la pantalla grande. El papel se lo ofrecieron después de que Mel Gibson lo rechazara y ahora Clooney ha tenido el paradójico privilegio de ganarle con La tormenta perfecta a El patriota con Mel Gibson. Cosas que pasan y aquí y ahora Clooney sonríe y afirma sentirse dispuesto a aceptar cualquier rol que rechace Mel Gibson en el futuro. Risas. Clooney –39 de edad– es apenas dos años mayor que Brad Pitt pero parece más viejo. Mucho. Al principio le preocupaba, pero no demoró en comprender que las canas juegan a su favor y en contra de los galancitos. Clooney sonríe en algún sitio solitario entre Tom Cruise y Paul Newman donde nadie lo molesta. Harrison Ford y Mel Gibson están en el mismo piso pero viven en otro departamento. De hecho, Clooney vino a Barcelona junto a Mark Wahlberg (ex modelo de Calvin Klein, descubrimiento en Boogie Nights, compinche en Tres reyes y a quien Clooney impuso como coprotagonista en La tormenta perfecta) y el pobrecito, que se la pasó vomitando durante todo el rodaje de la película en cuestión, no tiene nada que hacer. Tal vez la clave esté en que Clooney –como Newman– es un tipo guapo que encara su trabajo como si se tratara de un actor de carácter. Cosa que no hacen los otros, los demás, los muchos del montón, los que dependen de la sonrisa perfecta y la mirada perfecta y a quienes un buen día la tormenta perfecta del tiempo los parte por la mitad y ya no hay pegamento que valga. Clooney prohíbe que lo maquillen en sus películas y ahí está, luciendo perfectamente verosímil y lo mejor posible para la edad que tiene. El secreto, me dice, no está en preocuparse por parecer más joven sino en preocuparse por no parecer más viejo.

TRES La próxima película de George Clooney se llama O Brother Where Art Thou? y es una especie de homenaje a los films de Preston Sturges y es un nuevo producto marca Hermanos Coen. Lo que vuelve a hablar bien de Clooney y, seguramente, no será algo que rompa las taquillas porque no es algo querechazó Mel Gibson. No importa. Del mismo modo que nada parece importarle a George Clooney de paso por Barcelona. Acepta con resignación irónica y ceja enarcada las preguntas tontas (esas que responde de vez en cuando con un “Me he acostado con más de mil mujeres” para agitar el avispero y que le piquen a otro) y, cuando puede, se explaya acerca de los placeres de pasarla bien con los amigos y el orgullo que le produce el que su mascota, el cerdo Max, haya crecido tanto y sea tan feliz. También hay sitio para momentos de aguda percepción del insider. George Clooney me dice: “El 75% de las grandes estrellas salió de la televisión. La gente quiere más a los actores de t.v. porque son ellos quien van a sus casas y no el público quien tiene que ir a visitarlos al cine. Por eso cuesta un poco al principio el cambio. Desconcierta verte tan grande y a oscuras. Pero enseguida se acuerdan de que no eres George Clooney astro de cine, sino el viejo George frente al que se tomaron una cerveza en calzoncillos tantas noches. Lo que no te perdonan, claro, es que un día te aparezcas de golpe con el trajecito ese del hombre murciélago. Eso no se le hace nunca a un amigo”. Después se disculpa y dice que tiene que ir a hablar por teléfono con Max, su cerdo. “Cuando me lo vendieron me aseguraron de que era uno de esos chanchitos que no crecen. Falso. Ya casi no entra en casa. En realidad él es la razón de mi existencia. Trabajo como un cerdo para alimentar a un cerdo.”


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