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Más de cien hombres atrapados en el interior de un submarino ruso

El submarino Kursk sufrió un accidente y está en el fondo del mar. Dicen que "no son altas" las posibilidades de rescatar a los 116 hombres.

Por Rodrigo Fernández
Desde Moscú

t.gif (862 bytes)  Son 116 los marinos que han quedado atrapados en un submarino atómico en el fondo del mar de Barents, al noroeste de Rusia. El sumergible averiado es el Kursk –de la clase Antéi u Oscar-2 según la clasificación de la OTAN–, que participaba en unas maniobras de la Flota del Norte. Con el paso de las horas, la situación empeora: los tripulantes de la nave están sin luz y podría haber algún herido. Las operaciones de salvamento están dirigidas por el almirante Viacheslav Popov, comandante de la citada flota, que ha ordenado bloquear el lugar del incidente. Tres submarinos y cinco buques participan en las tareas de rescate, pero las declaraciones de los protagonistas no son alentadoras: “Las posibilidades de un final feliz en este asunto no son muy altas”, dijo con crudeza el jefe del almirantazgo ruso, Vladimir Kurajedov.
El Kursk, en servicio en la Armada rusa desde 1995, no se comunicó con el mando a la hora convenida. Como el tiempo pasaba y el sumergible no daba señales de vida, se declaró la alarma y se dio la orden de comenzar su búsqueda. Poco después, los buques de rescate localizaban al Kursk en el fondo del mar, a 107 metros de profundidad, al este de Severomorsk, base de la Flota del Norte.
Una vez restablecida la comunicación con el sumergible, su capitán Guennadi Liachin, de 45 años, explicó que habían que tenido que tocar fondo debido a desperfectos sobre los cuales no se han dado detalles oficialmente. Pero NTV, citando fuentes navales en Severomorsk, dijo que el problema se produjo cuando el Kursk se disponía a disparar un torpedo. Por razones que se desconocen, por los tubos de salida de los torpedos entró agua, que ha inundado parte de la proa. Debido a ello, el submarino fue incapaz de emerger y tuvo que irse al fondo. Más tarde, sin embargo, el comandante en jefe de la Armada rusa, almirante Vladímir Kurayédov, declaró que el sumergible tenía daños que indicaban que sufrió “una gran y seria colisión”. Verdad es que los daños pudieron haberse producido cuando la nave chocó contra el fondo del mar, pero el mando de la Flota del Norte no excluye que pueda haber chocado contra otro submarino extranjero o contra “un objeto no determinado”. Estados Unidos, que ayer ofreció ayuda para rescatar el Kursk, negó versiones de que el submarino hubiera chocado contra una nave de esa bandera.
El Kursk pertenece a la clase de submarinos Antéi o, según la clasificación de la OTAN, Oscar-2, que pueden transportar 24 misiles, pero las autoridades afirmaron que en el momento del accidente no llevaba ninguno. Tampoco hay peligro de radiación, afirman, ya que el reactor nuclear principal ha sido apagado.
Normalmente la tripulación de ese tipo de submarinos es de 107 hombres, pero puede haber hasta 130: en este caso llevaban 116, para los ejercicios pautados. Los buques de salvamento han logrado conectar al Kursk un aparato llamado Kólokol, campana, a través del cual bombearon oxígeno. Además, esa campana permite ventilar los sistemas del submarino. Pero las perspectivas no parecen ser muy alentadoras, según el almirante Kurayédov. “La situación es difícil. Y las posibilidades de que todo termine bien no son muchas”, declaró el comandante de la Armada. La Flota del Norte, por su parte, dijo que de acuerdo con los últimos datos “desgraciadamente no se excluye que haya víctimas entre la tripulación”, lo que significa que algunos marinos pueden haber perecido en el accidente. Los expertos han dicho que, si en 48 horas no se logra concretar el rescate, será demasiado tarde. Mientras tanto, siguen concentrándose los buques de salvamento en la zona del accidente. En total, en las operaciones de rescate participarán una decena de buques, además de aviones pertenecientes a la Armada.
Qué método utilizarán para tratar de sacar a la superficie el submarino es algo que los especialistas decidirán hoy. El tiempo que hace actualmente en el mar de Barents es favorable para las operaciones de rescate, pero las fuertes corrientes que hay en la zona del accidente pueden complicar las cosas.

 

Cómo es la nave
Una mole de 14.700 toneladas encallada en el fondo del mar. Un acorazado de nada menos que 154 metros de largo, 18 metros de altura y una capacidad para trasladar 24 misiles antiaéreos con cabezas nucleares. Una nave pensada para almacenar la mayor cantidad de armamento posible, en la que las toberas de lanzamientos de torpedos constituyen la parte más pesada y la que más espacio ocupa.
“Una gigantesca estructura de hierro que cuenta con dos reactores de 190 megawatios cada uno, condición que convierte la nave en la más poderosa de Rusia”, explicó ayer en Oslo Thomas Nielsen, experto de una organización ecologista noruega especializada en peligros para el medio ambiente. Sólo en el Mar del Norte, la flota submarina rusa tiene siete unidades y otras cuatro mas en el océano Pacífico. Esto sin contar la nave que se encuentra actualmente en construcción.
Si bien es posible que permanezcan bajo la superficie de manera ininterrumpida por 120 días, se deben conectar sus reactores nucleares. Pero a 107 metros de profundidad han sido apagados y una nueva conexión podría ocasionar un incendio.


HUBO CIENTOS DE ACCIDENTES CON SUBMARINOS RUSOS
Los misiles que guarda el mar


El accidente del submarino Kursk no es el único ocurrido en los 45 años que tiene la historia de los sumergibles atómicos rusos. En realidad, se cuentan por cientos, pero son muy pocos los graves que terminan con la pérdida de la nave y con numerosas víctimas mortales. Algunos de ellos permanecen con sus misiles nucleares en el fondo del mar.
La primera gran catástrofe de un submarino ruso se produjo en abril de 1970, frente a las costas españolas. El sumergible, conocido por las siglas K-8, se hundió en el golfo de Vizcaya después de que estallara un incendio. Poco se supo entonces del accidente, ya que sus detalles se mantuvieron en estricto secreto hasta después de la desaparición de la URSS, concretamente, hasta 1991. La nave todavía se encuentra en el Atlántico, a 4680 metros de profundidad. Pero hoy se podría hacer una auténtica película de terror mostrando las apocalípticas consecuencias que pudo haber tenido ese accidente: millones de españoles, franceses e ingleses muertos y decenas de millones de enfermos de radiación.
El segundo hundimiento de un submarino ruso ocurrió en el temido triángulo de las Bermudas, 16 años más tarde. El K-219 regresaba de su misión cuando estalló un incendio. Pero no fue uno cualquiera: las llamas estaban consumiendo la sección donde se encontraban los misiles. El sumergible, que tenía dos reactores atómicos, llevaba a bordo 16 misiles con cabezas nucleares. Hoy está a 5000 metros de profundidad.
El más famoso de los hundimientos rusos ha sido el del Komsomólets. Sobre este submarino, que se encuentra a 1685 metros de profundidad en el mar de Noruega, se han hecho estudios especiales con el fin de tratar de sacarlo a la superficie o de desmontar sus misiles nucleares. Pero de momento, todo ha sido inútil. Lo más horrible de este accidente, ocurrido en abril de 1989, es que estaba pronosticado: pruebas preliminares del Komsomólets mostraron que el estado técnico del sumergible era insatisfactorio y que la tripulación se hallaba mal preparada. Por lo tanto, no podía salir al mar en esas condiciones. Sin embargo, el mando naval ignoró las advertencias. Cuarenta y dos marinos perecieron en ese accidente, pero antes lucharon heroicamente tratando de apagar el fuego que estalló en el sector número siete, a las 11.03 de la mañana.
Había que hermetizar ese sector, para localizar el incendio. El marino Bujnikashvili se lanzó a cumplir esa tarea, pero a través de la pared de ese sector pasaba una serie de tuberías de los sistemas vitales del submarino. Como demostró un experimento realizado más tarde en otra nave, se necesitaban 20 minutos para poder hermetizar esa pared. Las llamas no dieron esos minutos a Bujnikashvili y sus compañeros. Las juntas de las tuberías de aire de alta presión se quemaron y el aire irrumpió en el sector, convirtiéndolo en un infierno. Las llamas en un instante conquistaron todo el submarino. El único consuelo que queda ahora, al menos de los noruegos, es que las últimas expediciones hechas en el lugar de la tragedia muestran que no hay fuga radiactiva de los misiles nucleares que están bajo el agua. Oleg Yeroféyev, almirante que estuvo al mando de la Flota del Norte durante 7 años, confesó hace poco que su fe en la seguridad de los submarinos rusos “se fue al fondo del océano junto con el Komsomólets”.

 

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