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BILL CLINTON INAUGURO LA CONVENCION DEMOCRATA
Muchas gracias, hasta luego

El presidente norteamericano abrió la convención demócrata alabando los éxitos de su gestión. Los asesores de Gore, que sigue repuntando en los sondeos, quieren que abandone la escena.

Por Martin Kettle
Desde Los Angeles

t.gif (862 bytes)  Bill Clinton hizo una última aparición anoche frente a los leales adoradores demócratas, inaugurando la fiesta de la convención en Los Angeles, antes de escurrirse silenciosamente fuera de la ciudad, dejando al candidato a presidente Al Gore el paquete de su heterogéneo legado. Gore llegará a Los Angeles mañana y el jueves será consagrado oficialmente en la convención demócrata como candidato a presidente de los Estados Unidos. Luego de este acto, los asesores de campaña de Gore esperan que Clinton venza sus instintos y se esfume de la escena. Mientras tanto, Gore repunta en las encuestas: según un sondeo de Reuters/Zogby, redujo la ventaja de Bush sobre él a tres puntos. Pero otra encuesta de Gallup, para CNN y USA Today, indica que un 47 por ciento de los consultados “jamás” votaría al actual vicepresidente.
Clinton hizo anoche una aguda defensa de sus ocho años de administración. Sostuvo que era absurdo que el candidato presidencial republicano, George Bush Jr., dijera que ni él ni Gore merecían crédito alguno por el espectacular crecimiento de la economía y la mayor paz social que Estados Unidos haya conocido en mucho tiempo. Obviamente, la parte afirmativa de su discurso dijo que este crecimiento sostenido estará en riesgo con cualquier otro presidente que no sea Gore. No mencionó el “affaire” Mónica Lewinsky.
Al preparar su discurso de despedida, según dijeron sus asesores, Clinton había estudiado la forma en que Ronald Reagan había coreografiado el mismo momento en su propia carrera, cuando le pasó el bastón de mando a George Bush en la convención republicana en New Orleans en 1988. Mientras Reagan fue ampliamente aplaudido por la forma en que rápidamente dejó la escena, muchos críticos se preguntaron esta semana si Clinton podrá resignarse a hacer lo mismo. Hillary Clinton también se dirigió a la convención, convirtiéndose en la única esposa presidencial desde su ídola Eleanor Roosevelt, que hablara en tres sucesivas convenciones demócratas.
Antes de la velada, Bill Clinton culminó tres días de juntar fondos con una serie de reuniones con algunos de los partidarios del núcleo del Partido Demócrata, incluyendo a negros, latinos y sindicalistas. Le dijo a los reporteros que estaba confiado en que Gore sobrepasaría el persistente liderazgo de Bush en las encuestas, pero dijo que iba a ser más difícil vigorizar al electorado en una era próspera, sin las grandes divisiones o crisis del pasado. “Podemos revertir las encuestas, pero no es el trabajo de un día. Va a tomar cada día desde ahora hasta noviembre”, dijo antes de la convención. “Deben salir de esta convención con el compromiso de decirle a la gente que ésta es una gran elección, que hay grandes diferencias entre los candidatos, y que a pesar de todo lo bueno que se ha hecho durante los últimos ocho años, no han visto nada todavía.”
Todo lo que Clinton dijo e hizo en Los Angeles reflejó el carácter agridulce de estos últimos meses de su presidencia. Por un lado, quiere atraer la atención a sus logros por cualquiera y por todos los medios posibles. Por el otro, es consciente de que cuanto más parece quedarse en la escena, más le dificulta la tarea a Gore.
Traducción: Celita Doyhambéhère

 

Otro Gore, otra convención


Por Duncan Campbell
Desde Los Angeles

Gore obtuvo una ovación cuando comenzó la convención demócrata al contarle a su público que Estados Unidos se había convertido en “el mayor terrorista y el más grande Estado ladrón” del mundo. También fue fuertemente aplaudido después de anunciar que hoy “sólo las corporaciones norteamericanas gozan de la representación”. Debemos decir que este Gore era Gore Vidal, el ex político demócrata, novelista, dramaturgo, historiador, creador de discordias y primo del joven Al. Se estaba dirigiendo a una auditorio lleno en el templo Leo Baeck, justo frente a ese símbolo de autoridad corporativa, el Centro Getty donde se desarrolla la convención demócrata oficial.
Vidal se lamentó que “hace 50 años yo solía ser el único Gore” y usó su presentación en una reunión de “la municipalidad”, organizada por la revista The Nation, para instar a quien sea el próximo presidente a que use íntegramente su primer período en funciones para “domar a las fuerzas armadas norteamericanas”. Atacó al Pentágono como el principal responsable de la caída del sistema democrático en los Estados Unidos y por el gasto del dinero público. “El Congreso ha sido asaltado por las corporaciones”, dijo Vidal. “Nuestro imperio ahora es el mayor terrorista de todos.”
Dijo que desde que la Unión Soviética se había “desbandado”, los mil millones de musulmanes del mundo fueron demonizados por Estados Unidos para justificar el gasto militar. Vidal también atacó las leyes norteamericanas antidrogas, diciendo que “comenzamos este maldito país” para escapar a tales restricciones. Dijo que “cualquier cosa que se toma por goce, está en contra de la voluntad de Dios”, y esto se había convertido en el justificativo para las leyes antidrogas.

 

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