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�Me voy porque ya no doy más�

Adolfo Castelo explica los motivos por los que, algo sorpresivamente, renunció a su trabajo en el programa �Turno Tarde�, por Radio Mitre. Por ahora, dice, privilegiará sus programas en televisión.

Por Mariano Blejman
t.gif (862 bytes)  El ejercicio de Adolfo Castelo de pasar revista en el aire no es nuevo. Comenzó en 1968 en “Bolsa de Gatos”, un programa que hacía en Radio El Mundo. Allí encontró una forma de hacer periodismo sarcástico leyendo entre líneas, mirando lo que nadie ve o lo que nadie muestra. Su ironía siguió descubriendo papelones mediáticos en “Pasando revista”, “Revista de prensa” y “Papel picado”. “Esto empezó porque los medios criticaban a la radio y la TV y éstos no podían responder. Entonces empecé a hacerlo yo”, dice a Página/12. Años más tarde, junto a Alejandro Dolina condujo “Demasiado tarde para lágrimas” en la trasnoche de El Mundo. Luego, en TV, se volvió clásico en “Semanario insólito” y “La noticia rebelde”. Antes de embarcarse junto a Nancy Pazos (ver aparte) en Radio Mitre, probó suerte con Jorge Lanata en la Rock & Pop. Pero ahora, desde que conduce “Medios locos” por Canal 7, su presencia en Mitre tiene los días contados: “Desde que estoy a la noche duermo 4 o 5 horas” confiesa.
–¿Por qué se va de Radio Mitre?
–Desde que empecé en 1998 con Nancy me fue muy bien, porque de 15 a 18 era el único programa donde Radio Mitre no perdía contra Radio 10. En un momento sentí que no me ocupaba de mis cuestiones, estaba trabajando en el límite y opté por atender la tele, que requiere más esfuerzos. Así que abandono la radio. Estoy de vacaciones hasta fines de agosto y termino. Después veré si armo mi propio proyecto.
–¿Fue buena su relación con Pazos en este año y medio?
–Sí. Ella es una mujer muy activa y con un estilo particular, pero no tuvimos problemas. Cada uno gobernó su zona y yo entré con un estilo insolente criticándola y metiéndome. Pero la relación fue compatible.
–¿Hacia dónde fueron sus críticas en la radio?
–Las cosas que no me gustaban se las decía. Convengamos que Nancy tiene un mix de intentar ser muy buena periodista, que por ahí deriva en diva al estilo Mirtha Legrand o Susana Giménez. Y compatibilizar esos dos mundos es difícil. O te queda la diva o te queda la periodista.
–En el aire daba esa sensación de ser dos mundos distintos...
–Y seguramente somos dos mundos distintos, pero podíamos convivir. De hecho, si vamos a manejarnos por el rating, fue perfecto. Por lo tanto fue posible esa convivencia. Pero todo tiene sus tiempos.
–¿Cómo fue trabajar dentro del multimedio Clarín?
–Yo nunca tuve sugerencias y Nancy tampoco. Ella se maneja con su estilo particular. Puede gustar o no, pero mientras yo estuve ella se manejó por su propia iniciativa.
–¿Y su relación con la televisión?
–Yo creo que la radio es más creíble todavía. Antes era palabra santa, luego ese poder pasó a la TV. La tele abusó de ese poder y terminó desprestigiándose. Hizo volver a la radio más creíble. La radio permite una libertad en el discurso, en la exposición, en el relato de los hechos, que tiene menos condicionamientos, que tiene que ver con la libertad.
–¿Cómo juega su ironía constante en esa búsqueda de la libertad?
–Yo hago humor con segunda lectura desde siempre. Cuando puedo lo hago. Y hay mucha gente para eso.
–Cuando usted comenzó a hacerlo a fines de los años 60, ¿qué reacciones encontraba?
–Se enojaban. La revista Gente se enojó conmigo para siempre. Aún hoy están enojados. En años de “Semanario insólito” nunca nos hizo una nota. Ni siquiera a “La noticia rebelde”. Hace muy poquito hizo un comentario sangriento sobre “Medios locos”, desubicado e injusto. Y también le pega al 7. Esto fue tomado como una cuestión personal desde 1983, con “Semanario...” Se equivocaron. No puede ser que la revista pueda decir cualquier cosa sobre la TV y no se pueda contestar.
–A veces da la sensación de estar entrenado para el humor.
–Proviene efectivamente de un entrenamiento. Más allá de las condiciones que pudiera tener, yo hacía veinte chistes por día para el “Fontana Show”. Y Fontana tenía una memoria prodigiosa, no nos dejaba repetir ni copiar. Por eso Jorge Guinzburg, yo y algunos otros tenemos un ejercicio de repentización muy fuerte. No soporto grabar un programa, porque si repiten tengo que cambiar todo. Si tengo que repetir lo mismo voy perdiendo el humor hasta que me convierto en un monstruo. Necesito reacción en vivo.
–¿Para qué sirve su humor?
–Yo necesito que me expliquen algunas cosas, o escuchar algunas opiniones para poder sacar conclusiones. En otra época la muerte de Rodrigo hubiera durado un año. Ahora, una muerte tapa la otra y un accidente tapa otro. Yo no sé si la gente se acuerda de que se encontraron el Papa y Fidel Castro. Esa noticia duró lo que duró el encuentro. Este atosigamiento de información hace que uno no pueda sacar conclusiones. Por otro lado, no queda casi ninguna cosa para toda la vida. Y uno tiene que tener una militancia por la utopía muy fuerte. Pero es difícil plantearlo, porque se ha mentido tanto que la gente llegó a pensar que el futuro es mentira. Y el humor sirve para eso, para despertar.

 

Los delirios de medianoche

La propuesta inicial de “Medios locos” era la de un noticiero formal que fuera degradando al final. Pero comenzó a subir de tono: “Ahora se pudre de entrada. Le fuimos tomando el gusto al delirio”, dice Castelo.
–Sería difícil que “Medios...” fuera en otro canal que no sea el 7.
–Hacer un ensayo es casi imposible. Y el producto crece boca a boca. Significa tener dos meses dos puntos y después crecer. Así fue “La noticia rebelde” y “Semanario insólito”. El producto se tiene que acomodar.
–¿Y cómo va a terminar el programa?
–Es imposible imaginar cómo va a mutar. Entramos en la locura y del verdugueo personal, una característica del argentino. Cuando la gente se divierte es cómplice de la verdad, y la verdad hoy es casi ilegal.
–La sensación es que de tan locos terminan siendo más cuerdos.
–Es la espina dorsal que yo defiendo. Todos los programas tienen que tener ideología, al menos de programa. No es de izquierda, derecha ni de centro, es lo que piensa el programa.

 

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