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IDENTIFICAN DESAPARECIDOS EN JUICIOS DE LA VERDAD
El comienzo de un camino

El juez Horacio Cattani informó a Hugo Argente que habían identificado el cuerpo de su hermano Jorge como una de las víctimas de la masacre de Fátima, hace 24 años, cuando efectivos de la Policía Federal mataron a 30 detenidos y dinamitaron sus cuerpos. La identificación de las víctimas es el comienzo de la reconstrucción histórica, afirman familiares y jueces.

Hugo Argente, con la foto de su hermano Jorge Daniel, una de las víctimas de la masacre de Fátima.

Por Victoria Ginzberg
t.gif (862 bytes)  Hace exactamente 24 años, el 20 de agosto de 1976, treinta cadáveres fueron encontrados en la localidad bonaerense de Fátima, partido de Pilar. Eran jóvenes --diez mujeres y veinte varones-- que habían sido asesinados a balazos y luego dinamitados. Algunos estaban irreconocibles. Muchos tenían atadas las manos a la espalda. En una demostración de su cinismo, la junta militar, mediante un comunicado oficial, repudió el hecho, al que definió como "vandálico episodio". Los muertos eran desaparecidos que provenían del centro clandestino que funcionaba en Superintendencia de Seguridad Federal. Como parte de los Juicios por la Verdad, la Cámara Federal porteña identificó la semana pasada a seis víctimas de esa masacre.
"Estás acostumbrado a vivir con un hermano desaparecido y te dan uno asesinado. No sé si es mejor o peor", dice Hugo Argente. La Cámara acaba de entregarle el escrito en el que dice que su hermano, Jorge Daniel Argente, es uno de los cadáveres de Fátima. Hugo fuma. Sus ojos brillan. Está conmovido por ese papel que habla de su hermano buscado durante más de veinte años y agradecido con el juez Horacio Cattani, que quiso conocerlo personalmente y le dijo que buscar la verdad sobre los desaparecidos era "su obligación".
En medio de los sentimientos encontrados que le provocan haber --de alguna manera-- encontrado a su hermano, Hugo tiene planes. Además de enterrar a Daniel, su objetivo es querellar por "asesinato" a los responsables de su muerte.
La resolución de la Cámara Porteña indica que los otros desaparecidos identificados son José Daniel Bronzel, Selma Julia Ocampo, Haydé Rosa Cirullo de Carnaghi, Carmen Carnaghi y Norma Susana Fontini.

Daniel y Hugo, el hermano mayor
En estos días Hugo rescata de su memoria los momentos en los que la vida parecía otra. "Me acuerdo que usábamos zapatos acordonados y yo siempre perdía los cordones y mi vieja me fajaba. Un día me senté en el umbral a llorar y no quería entrar. Daniel me dijo: `Cordones Huguito, no choores`. El tenía cuatro años. Yo siete", cuenta y muestra la foto de la primera comunión de su hermano. Entre los retratos de Daniel que están en la cómoda de su comedor hay uno que tiene lentejuelas en las esquinas: es el que usa la hija de Hugo en su traje murguera.
Daniel desapareció el 17 de julio de 1976 en el barrio de Colegiales. Tenía veinte años y pertenecía a la Juventud Peronista. En 1974 había estado preso tres meses porque lo encontraron haciendo una pintada. Cuando lo secuestraron trabajaba en una clínica. Hugo conserva un telegrama en el que la empresa le recordó a su hermano que tenía pendiente el cobro de julio y el aguinaldo.
En 1984 Miguel Angel Bianco declaró ante la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep) que vio a Jorge Daniel Argente durante su cautiverio en Superintendencia. Habían sido compañeros en la escuela nocturna Nicolás Avellaneda. Fueron las únicas noticias de Daniel, aunque poco después del retorno de la democracia había indicios de que podía ser una de las víctimas de Fátima. "En 1985 se hicieron exhumaciones, pero ese día llegué hasta la puerta del cementerio y me volví a mi casa", recuerda Hugo.

20 de Agosto de 1976

El policía "arrepentido" Víctor Luchina --según el testimonio que brindó en la Conadep-- estaba de guardia en el edificio de Moreno al 1400 donde funcionaba la Superintendencia la noche que trasladaron a las 30 personas. "Apagaron todas las luces. Sólo quedaron encendidas las del ascensor y de la playa de estacionamiento. Recuerdo que los detenidos eran treinta porque fueron contados. Algunos venían en mantas, envueltos, parecían estar muertos; otros venían tambaleándose como drogados", manifestó Luchina. El ex policía atestiguó que ayudó a cargar a los detenidos en un camión verde oscuro. "Estos se van para arriba", le comentaron. Al día siguiente --dijo-- se enteró por los diarios que "habían sido dinamitados en Pilar". La masacre habría sido la "respuesta" al atentado contra el general de brigada retirado Omar Actis, realizado en Wilde el 19 de agosto de 1976.
Las víctimas de Fátima fueron asesinadas por disparos de armas de fuego en el cráneo. Dos cadáveres estaban destrozados ya que los cuerpos habían sido dinamitados. En ese momento, a partir de que se tomaran las huellas dactiloscópicas de los cuerpos, se pudieron identificar a cuatro personas cuyos datos aparecían en los registros de la policía de la provincia de Buenos Aires. Pero la causa se cerró rápidamente y no se retomó hasta 1982, cuando ya se habían "perdido" las huellas.
En 1985 el equipo argentino de antropología forense exhumó los cuerpos que estaban enterrados en el cementerio de Derqui. La sanción de la Ley de Obediencia Debida motivó que la "causa Fátima" pasara por varios juzgados hasta que la tomara la Justicia Militar. El expediente se archivó y 24 cajones de madera con restos sin identificar quedaron en un cuartito del cementerio. Diez años después, con el marco jurídico del Derecho a la Verdad, el equipo de antropología forense y la Cámara Federal porteña reabrieron el caso. Del sobre de un expediente rescataron la llave del recinto donde estaban los cuerpos. Con la posibilidad de realizar los estudios de ADN se mandaron las muestras al exterior para ser contrastadas con sangre de familiares de desaparecidos.
El año pasado se supo que Susana Elena Pedrini de Bronzel era una de las víctimas de la masacre de Fátima. Entre las seis personas que terminaron de ser identificadas la semana pasada está su esposo, José Bronzel, junto a quien había sido secuestrada.
Los jueces de la Cámara porteña y los familiares de las víctimas coinciden en que la identificación de los cuerpos no es la conclusión de la búsqueda de la Verdad sino que, a partir de la recuperación de identidad de los desaparecidos, se puede profundizar en la reconstrucción histórica.

 

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