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Un seleccionado barrial, con raíces for export

Un grupo de gitanos provenientes de un suburbio marginal de Sevilla actuará desde mañana en Buenos Aires. Su líder, El Torombo, asegura que el mundo tiene una idea distorsionada del flamenco y, fiel a la verborragia que lo caracteriza, promete "llevar la bandera de Andalucía al Obelisco".
Por Fernando D'Addario
t.gif (862 bytes)  El espíritu errante de los gitanos, subsidiario de persecuciones sistemáticas y de cierto apego a una tradición aventurera, es complementario de su opuesto: un raro sentimiento de arraigo, siempre comprometido con el ghetto, que establecen con el lugar al que llegan. El Torombo, bailaor y cabeza visible del elenco que desde mañana y hasta el próximo domingo subirá al escenario de La Trastienda, corrobora la validez de estas dos facetas del alma gitana. Transformó a su "familia" musical en un combo itinerante que recorre el mundo mostrando cómo se vive el flamenco en su barrio, el legendario complejo habitacional "Las tres mil viviendas", en los suburbios de Sevilla, y análogo, salvando las distancias, al "Fuerte Apache" del conurbano bonaerense.
El espectáculo que traen, a despecho de un nombre, La tormenta de España, que parece remitir al más convencional flamenco for export, busca vender todo lo contrario. Tanto el Torombo como La Toromba (bailaora), Juan del Gastor, Raúl Perla, Martín Chico (guitarras), Vareta, Pepe de Pura, María Vizarraga (cante) y el prometedor Farruquito (bailaor de 16 años, nieto del mítico Farruco), representan algo así como un seleccionado barrial, sin aditamentos tecnológicos ni coreográficos, alejado de la idea del megaevento pop y refractario a cualquier tipo de fusión estilística. Flamenco puro, o purista, si se quiere. "La gente puede ver a Ketama, puede entender el impulso mundial que significó Paco de Lucía, que es un gran músico, pero es bueno que sepa que el flamenco puro es otra cosa", sostiene el Torombo en la entrevista con Página/12. "No tiene la espectacularidad de un show de Broadway, pero el que esté atento a eso, ahí tiene a Michael Jackson, o a Ketama, o a Azúcar Moreno."
El Torombo se apasiona. Quién sabe porqué, en la entrevista nombra insistentemente al microondas como si fuese un paradigma de la modernidad, al que debería oponerse la mística criolla de "un potaje preparado desde las 9 de la mañana, un guiso, un puchero, una sopa de tomate". Con ese cuidado artesanal por preservar "lo genuino", cocina también su espectáculo, que el productor Paco Ortega (quien trabajó, entre otros, con Miguel Bosé y Mecano) intuyó como posible contraoferta a las reglas comerciales del género. Entró a las tres mil viviendas (de allí han salido, entre muchísimos otros, Raimundo Amador y la familia Montoya), juntó a los mejores gitanos, los llevó hace dos años a la Bienal de Sevilla, triunfó, y no tardó en trasladar ese éxito a otros rincones sensibles al cante y el baile flamencos. Ahora, el Torombo plantea, con vistas a su visita porteña, una arenga digna de un spot publicitario: "vamos a llevar la bandera de Andalucía al Obelisco".
Baila en los tablaos vecinales desde los 7 años. "Es que con nosotros pasa así: ya en la barriga de mamá sentíamos el flamenco porque ellas estaban cantando, y luego cantaban mientras nos amamantaban, entonces no hay posibilidad de que uno tenga otra cosa en la sangre cuando salimos al mundo." Y ahora, con dos hijas pequeñas "y unas pesetitas en los bolsillos" se compró una casita en la montaña ("para que puedan criarse con un poco de naturaleza") pero vuelve todos los días a las tres mil viviendas, el lugar "donde los taxistas no quieren entrar. Es un barrio salvaje, analfabeto, pero con una manera tan noble y sencilla de sentir la música que quien lo ve, si es sensible, no se despega". Allí, dice, "no vivimos para trabajar, sino que tenemos que trabajar para después poder disfrutar de la vida. No todo es juerga para nosotros. Vivimos de la venta ambulante. Es salir por la mañana a coger aceitunas, algodón, manzana, fresa. Conseguir el sustento para nuestros hijos y luego el color, la alegría y la música. Quiero que mis hijas aprendan a manejar Internet, que se compren un microondas, pero también que tengan gusto en cantar y en bailar, y que sepan quiénes fueron sus abuelos".
Hace poco viajaron a Rumania para participar de un congreso mundial de gitanos. "Había de todas partes y nos comunicábamos a través de nuestros dos idiomas, el romanó y la música", subraya. Nunca oyó hablar de Emir Kusturica, pero sí de Carlos Saura, porque algunos integrantes de la troupe participaron del film Flamenco. Su raza, dice, fue tan castigada como la de los negros y los judíos, pero, continúa, "nuestros hijos ya no viven ese racismo. A través de la música hemos obtenido respeto. Son nuestros antepasados los que más han conocido el desprecio y el sufrimiento, y es en homenaje a ellos, los que nos enseñaron todo, que salimos con nuestras familias a mostrarle al mundo lo que es el flamenco. Porque cuando se nos mueran todos los viejitos, ¿quién nos va a quedar, Joaquín Cortés?", interroga.
--¿Qué es el flamenco para ustedes?
--Es nuestra religión.

 

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