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Un salvavidas capaz de llegar hasta la más oscura profundidad

Dos estudiantes de ingeniería cordobeses inventaron una sonda, dotada con una cámara de video, micrófono y una máscara de oxígeno para asistir en el salvataje de una víctima que ha caído en un pozo profundo. Se inspiraron en el caso del niño Cristian Quirós, que murió hace dos años en San Nicolás.

Por Pedro Lipcovich

Sonda de comunicación y auxilio subterráneot.gif (862 bytes)  El chico estará bien mientras espera: minicámaras de video han de monitorearlo permanentemente, la temperatura estará controlada, recibirá oxígeno y, mediante una mamadera teleguiada, líquidos hidratantes; tendrá luz y, mediante un micrófono, la voz de mamá. Estas condiciones, que más bien parecen propias de una sofisticada terapia intensiva, podrán recrearse en el fondo de un pozo estrecho, de esos donde a veces caen chicos como el que terminó falleciendo en San Nicolás en 1998. Dos estudiantes de ingeniería cordobeses inventaron una sonda de rescate a control remoto, que no sólo permite prolongar la vida del chico atrapado sino mejorar las chances de que el personal de rescate tenga éxito y no quede atrapado a su vez. El aparato, cuyo prototipo será donado a bomberos voluntarios cordobeses, es el primero de este género en Latinoamérica.
La sonda de rescate es una esfera de acrílico de 23 centímetros de diámetro. Contiene una minicámara de video con dos pequeños motores que permiten moverla en todas direcciones. La esfera lleva también un parlante, un micrófono y un tubo para enviar oxígeno. El conjunto pesa 750 gramos y cuelga de una manguera especial. “Todo va colgado de un trípode que se ubica en la boca del pozo, y este trípode lleva un freno mecánico para que la sonda no caiga precipitadamente”, precisa Matías Stuyck, de 25 años, uno de los inventores, quienes no han dejado detalle sin considerar.
Primero, los dos estudiantes cordobeses estudiaron cuáles son los ejes de la problemática de los accidentes por caídas en pozos. “Las tres causas principales de muerte son la asfixia, el congelamiento y la deshidratación”, enumera Fernando Rivoira, de 26 años, el otro inventor.
Para evitar la asfixia, está el tubo de oxígeno: “Si el chico está consciente, puede llegar a ponerse la máscara de oxígeno siguiendo las instrucciones que se le den por el parlante; si no puede autoasistirse, de todos modos el tubo permite renovar el aire del fondo del pozo”.
Para impedir el congelamiento, la sonda puede llevar, como accesorio, un calefactor que funciona mediante una resistencia térmica. Y contra la deshidratación hay otro accesorio, que es una mamadera con líquidos hidratantes. “La cámara de video ayuda a acercar la mamadera a la boca del chico. En estos accidentes, lo más común es que la víctima caiga de pie, y puede suceder que quede con los bracitos inmovilizados: en estos casos la mamadera es muy útil”, comenta Rivoira.
Otra importante función de la sonda es “que permite a los rescatadores saber de antemano cómo es el pozo, cuáles son los peligros”. Los inventores han tomado en cuenta que “según estadísticas de Estados Unidos, el 60 por ciento de las víctimas fatales en estos accidentes está compuesto por personal que intentó el rescate”.
Todo el dispositivo se maneja desde una consola en superficie, adonde se conectan los cables: tiene dos palancas para mover la cámara de video por control remoto, un display para ver la temperatura que registra un termómetro en la sonda, e interruptores de las luces que desde el aparato iluminan el fondo del pozo.
El proyecto de la sonda de rescate surgió después del accidente donde el niño Cristian Quirós murió después de permanecer 33 horas en el fondo de un pozo, en San Nicolás, provincia de Buenos Aires. Stuyck y Rivoira, estudiantes de ingeniería electrónica en la Universidad Nacional de Córdoba, empezaron por comentar su idea con Jorge Ramón Luque, jefe de los bomberos voluntarios de Villa del Rosario, Córdoba. Luque les confirmó que, por lo menos en la Argentina y en el resto de Latinoamérica, los socorristas no cuentan con equipos de rescate especializados como el que ellos proyectaban. En Internet, tampoco encontraron antecedentes de su idea.
Entonces, los dos estudiantes hicieron un primer diseño y lo presentaron como proyecto para su trabajo final, de graduación como ingenieros. El asesor del trabajo, profesor Hugo Pailos –uno de los principalesespecialistas en robótica del país–, se entusiasmó con la idea, que fue aprobada por la Facultad.
Durante casi un año, Stuyck y Rivoira dedicaron todo su tiempo disponible al proyecto. Los dos, además de estudiar, trabajan en horario completo y los últimos meses se enclaustraron para finalizar el trabajo antes de fin de agosto, cuando lo presentaron para su evaluación final en la facultad.
Tan importante como los elementos de supervivencia que brinda es que la sonda hace posible, desde el oscuro fondo del pozo, la comunicación: “El chico atrapado puede recibir la voz de su madre por el parlante y hablarle por el micrófono que lleva la sonda; si está consciente puede llegar a comunicar dónde está lastimado, cómo se siente; y, aunque no pueda responder, siempre es bueno que se le hable por si llega a escuchar: lo peor que le puede pasar es entrar en la desesperación”, dice Rivoira.

 

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